Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La escritora y profesora María Calvo llama a batallar ante el ataque a la infancia

«Hemos perdido interés por ser héroes y por ser santos ante el robo de la inocencia de los niños»

María Calvo
María Calvo, prolífica escritora y conferencista, acaba de publicar el libro "Orgullo de madre" (Rialp). Foto: Dani García (Revista Misión).

ReL

La infancia está en el punto de mira de las ideologías hegemónicas y uno de los objetivos de los ideólogos de género, del feminismo o de la cultura woke es arrancar la inocencia de los más pequeños. La escritora y profesora María Calvo, autora de libros como La mujer femenina o Paternidad robada llama a los cristianos a dar la batalla, a proteger a los niños y a dar ejemplo de cómo el matrimonio y la familia pueden salvar esta generación.

En una extensa entrevista con Javier Lozano en la Revista Misión, enmarcada en un especial de esta revista familiar católica centrado en la inocencia, Calvo analiza la situación actual y ofrece claves para revertir esta situación:

-¿Es nuestro mundo menos inocente?

-Sin duda. Hannah Arendt decía que el milagro que salvará el mundo es la natalidad. Los niños indefensos que llegan al mundo encierran un poder transformador y esperanzador brutal. Pero ahora mismo, desgraciadamente, se está ideologizando la infancia.

-¿Qué ha pasado?

Ha habido una mutación antropológica y un cambio en el concepto de ser humano. Se ha perdido la naturaleza, la racionalidad y la trascendencia. Esto hace a los niños presas accesibles para las ideologías. Se ha perdido la naturaleza porque, según los teóricos de género, el sexo no es constitutivo de la persona. Es terrible, porque si no te aceptas, no te amas y no puedes amar a otros. Sin naturaleza, el hombre está perdido.

-¿Y la racionalidad y la trascendencia?

-Si no razonamos, actuamos por impulsos, deseos y caprichos. Esto crea generaciones, sobre todo de varones, con una peligrosa falta de autodominio. En cuanto a la trascendencia, Dostoievski decía que “si Dios no existe, todo está permitido”. Y Benedicto XVI, que con la ausencia de Dios todo lo técnicamente posible se convierte en moralmente lícito. Lo vemos hoy. Para la mujer es horrible. Técnicamente, ahora casi todo es posible y legal para ella.

-¿Por qué es horrible?

La ausencia paterna genera desviaciones en la maternidad. Hay mujeres que erróneamente buscan el relleno de vacíos existenciales que den sentido a su vida. El niño es un objeto de consumo emocional. Los psiquiatras hablan de “incesto psíquico” porque exigen que sea su paño de lágrimas o su confidente.

-¿Qué es para usted la inocencia?

-Es ser capaz de ver lo extraordinario en lo ordinario; ver en la repetición diaria el detalle divino, la belleza, el misterio, lo sublime. Y esto lo hemos perdido.

-¿Por qué hay un ímpetu tan grande por robarle a los niños su inocencia?

-Porque hemos perdido el interés por ser héroes y por ser santos. Tenemos que hacer examen de conciencia y preguntarnos: ¿Por qué los cristianos hemos renunciado a nuestras raíces? El momento actual tiene una parte muy negativa por la descomposición social, pero tiene también una parte positiva: ¡podemos reaccionar!  Y hay una forma de luchar: dando ejemplo. Un hombre y una mujer que quieren hoy comprometerse en matrimonio para siempre y están abiertos a la contingencia de la generación de la vida son un ejemplo revolucionario y atractivo en una sociedad decadente, famélica de amor y con hambre de verdad.

-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

-Desde la Revolución del 68 hasta la actualidad la mujer renunció a los hijos mediante el aborto y la anticoncepción, y consideró a los hombres sus enemigos. El feminismo supuso nuestra desfeminización. Además, la ideología de género nos convenció de que no nacemos hombres o mujeres.  Y, como ya he dicho, hemos negado la trascendencia.

-Este combo de ideologías, ¿a dónde lleva a los más pequeños?

Abre el mundo de la sexualidad adulta a los ojos inmaculados de los niños. La teoría de género, aparte de negar la biología, también considera que la sexualidad hay que enseñarla desde la más tierna infancia. Es una enseñanza cuasi pornográfica y la ruptura más obscena que se puede hacer de su inocencia. Genera patologías y graves daños porque se les dice que la libertad es dar rienda suelta a los impulsos más básicos. Se les hace esclavos de sus deseos y caprichos.

¿Y qué hay de la pedofilia?

-Se ha abierto la caja de Pandora en un momento en el que nos guiamos por los sentimientos, y estos no son susceptibles de ser juzgados. Si yo puedo siendo hombre amar a otro hombre, por qué siguiendo mis sentimientos no voy a poder amar a un perro o a un niño. ¿Quién me puede juzgar? Hay pedófilos que justifican sus actos alegando que se sienten niños de 5 años.

-¿Los padres no ven el asalto?

-Hay mucha desinformación, ignorancia y miedo a salirse de este molde impuesto. Hay padres bien intencionados, muy mal asesorados. En el colegio los “expertos”  les dicen lo que es bueno para su hijo, y es fácil dejarse arrastrar.

¿Qué deberían hacer?

-Tenemos que ser hombres y mujeres heroicos. Somos los custodios de nuestros hijos y tenemos que formarles en libertad y en fortaleza. Hay que reaccionar y con urgencia en contra de las leyes, y esto te lo está diciendo una jurista. Son leyes que van contra la naturaleza humana, la ciencia y la infancia, que es lo que más habría que proteger. Se nos llena la boca diciendo que hay que proteger a los débiles. Los más débiles son los niños, y ellos son los que están más desprotegidos.

-¿Podemos esperar algo de las instituciones públicas?

-No. Las ideologías se esconden bajo un lenguaje muy teatralizado. Las últimas leyes hacen parecer sofisticado lo que es barbarie, y atractivo, lo degenerado. Hemos caído en la trampa de la manipulación del lenguaje. Se nos dice que ir contra ellas es ir contra la “igualdad”  y la  “libertad”. Por eso hay miedo a poner límites en la familia, a ejercer la autoridad, a decir un  “no”  a los hijos.

-¿Son buenos los límites?

-Son un regalo para los hijos. Los liberan del yo autorreferencial de caprichos, deseos y sentimientos; de este caos social. La libertad sin límites da una sensación de plenitud inicial, pero luego les genera angustia porque van sobre arenas movedizas. Un adolescente que no tiene límites está perdido.

¿Este ataque afecta de forma diferente a niños y a niñas?

-La sensación de no saber quién eres, y por lo tanto de creer que puedes estar en un cuerpo equivocado, se da sobre todo en niñas (7 de cada 10 casos). No descubren la belleza de ser mujer y piensan que un cambio de sexo solucionará sus problemas. A los varones lo que más les afecta es dejarse llevar por los impulsos de la sexualidad.

-¿Cómo reaccionar?

-Estamos en una crisis humana terrorífica y hay que luchar desde nuestro entorno privado, que es el hogar. Llevar a cabo la revolución del amor, volver a enamorarnos y a comprometernos para toda la vida. Se insiste en que las políticas de familia se dirijan al niño. Es un error. Hay que proteger el matrimonio. Si los padres se hacen felices el uno al otro, sus hijos van a ser felices, a tener un modelo, y querrán comprometerse para toda la vida.

-¿Qué es lo mejor que pueden dejar los padres a sus hijos?

Raíces y alas. Las raíces son la familia y la genealogía, garantía de permanencia. Fabrice Hadjadj dice que la familia es el cimiento carnal de la trascendencia. Pero también hay que darles alas para que se vayan tras tener las herramientas necesarias para ser autónomos y fuertes.

¿Es posible restaurar la inocencia?

-Por supuesto. Veo en los jóvenes hambre de amor, bien y humanidad. Tienen una terrible necesidad de verdad. Un niño, un adolescente roto, tienen heridas que se pueden transformar en cicatrices y sanar con amor. Hay que salir a su encuentro y comprender su realidad, pero siempre con la verdad.

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