Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

En el Congreso de Pastoral Juvenil

Narcisismo, pansexualismo y desconfianza: Munilla explica como vencer estas heridas

El obispo de San Sebastián expone la respuesta eficaz de la Iglesia ante los daños afectivos que sufre la juventud... y también muchos adultos.

P. J. G. / ReL

José Ignacio Munilla
José Ignacio Munilla
José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián y responsable de juventud de la Conferencia Episcopal, ha presentado en el Congreso Nacional de Pastoral Juvenil de Valencia un análisis de las tres grandes heridas afectivas que debilitan a la juventud española y que los cristianos que trabajen con jóvenes han de saber cómo combatir.

Se trata del reto del narcisismo, el pansexualismo y el de la desconfianza.

Munilla adelantó que "sólo en Cristo conoceremos en profundidad al joven", recordando las palabras de Santa Teresa: "A mi parecer, jamás acabamos de conocernos si no procuramos conocer a Dios".

Primera herida: así funciona el narcisismo

El obispo Munilla definió el narcisismo como "quedarse encerrado en la contemplación de uno mismo", y una "hipersensibilidad, la absolutización de los sentimientos y temores, la percepción errónea de que todo en la vida gira en torno a uno mismo".

Eso impide al narciso amar, porque "amar es promover el bien que hay en el otro; siendo esto incompatible con la tendencia narcisista que pretende ‘poseer’ al prójimo, asimilándolo a uno mismo, hasta el punto de hacerlo desaparecer".

"En los momentos de euforia, el Narciso actual tiene la ridícula pretensión de ocupar en cualquier escenario el puesto de la ‘novia de la boda’ o del ‘niño del bautizo’. Pero en los momentos de depresión —que cada vez son más frecuentes—, nuestro Narciso se consuela y hasta se complace con ser el ‘muerto del entierro’."

"Pero aunque las formulaciones sean diferentes en un momento de ‘subidón’ o de ‘bajonazo’, en un contexto de ‘boda’ o de ‘entierro’; se respira siempre por la misma herida afectiva, buscando ansiosamente aprecio, reconocimiento, elogio, admiración…"

Cómo vencer al narcisismo

Al narcisismo se le vence anunciando el amor de Dios por los hombres.

"La sanación del narcisismo pasa por una educación en un sano y equilibrado amor a uno mismo", explicó el obispo. "Cuando nos encontremos ante la tentación de minusvalorarnos o de autodespreciarnos, es el momento de recordarnos que "Dios no hace basura", aunque a veces tengamos la tentación de vernos así cuando nos miramos al espejo. Dios ha entregado su vida por cada uno de nosotros; por ti, por mí".

"Nuestra autoestima no puede depender de que otros hablen bien o mal de nosotros, ni siquiera de que las cosas nos salgan mejor o peor… (...) Cristo crucificado es la medida exacta de lo que cada uno de nosotros valemos para Dios. (...) Sin esta fe, sería literalmente imposible la abnegación de uno mismo, y estaríamos condenados a la esclavitud del narcisismo. La abnegación y el olvido de sí, en el sentido en el que los predica Cristo en el Evangelio, presuponen el amor a uno mismo".

Eso implica una sabiduría cristiana sobre el sufrimiento. "Sin la escuela de la Cruz de Cristo, el anuncio de la Resurrección se reduce a un hermoso mensaje de consolación, que resulta incapaz de sanar nuestras heridas y de movernos al amor. No podemos olvidar que cuando hablamos de ‘resurrección’, estamos hablando siempre de ‘Resurrección del Crucificado’."

Por último, Munilla propone el "acompañamiento espiritual" para que el joven alcance "la aceptación humilde de la realidad".

Al contrario que la Generación de Mayo del 68, en la que "su idealismo se tradujo más en una queja contra el sistema político, que en un esfuerzo por la propia renovación", el cristiano debe cambiarse a sí mismo, con realismo. "No se trata de huir de nuestra vida cotidiana y rutinaria, sino de vivir lo ordinario de forma extraordinaria".

Una última receta contra el narcisismo es tratarse con los que sufren de verdad: "La presencia de Cristo en los pobres nos evangeliza".

"Una de las mejores formas de superar ese narcisismo que nos lleva a ser unos ‘victimillas’ o unos ‘quejicas’, es precisamente acercarse a conocer a las verdaderas víctimas, es decir, a los ancianos que viven en soledad, enfermos psíquicos que son esquivados e ignorados por la sociedad, usuarios de los comedores de emergencia, pobres del Tercer Mundo… Se trata de una auténtica terapia de choque, que puede llegar a ser muy efectiva para la sanación de nuestro narcisismo y para la educación en el amor generoso".

Segunda herida: así funciona el pansexualismo

Es el "hipererotismo ambiental", "el bombardeo de erotismo", que "facilita las adicciones y conductas compulsivas, provoca innumerables desequilibrios y la falta de dominio de la propia voluntad, hasta el punto de hacernos incapaces para la donación".

"Como hay muchos jóvenes que han nacido y crecido en este contexto cultural pansexualista, llegan a percibirlo como normal. Es lo que le ocurre a quien ha nacido y vivido a seis mil metros de altura: se ha acostumbrado a esa presión atmosférica. Pero aunque él no lo perciba subjetivamente, la presión atmosférica en la que vive, afecta objetivamente a su organismo y a su salud".

La sociedad primero separó el sexo de la procreación (sexo sin niños con la anticoncepción; niños sin sexo, con la fecundación artificial). "Se banaliza el gesto sexual, pasando a ser un gesto sin densidad y sin trascendencia, incluso llegando a convertirse en una mera diversión, un juego."

Después la sociedad separó el amor del matrimonio, y a continuación, el sexo del amor.

"Hemos pasado del "si se quieren" al "aquí te pillo, aquí te mato", como una vivencia generalizada en las relaciones sexuales entre los jóvenes, y no tan jóvenes…", señaló.

El sexo ya no es para el amor. Ni siquiera necesariamente para el placer. Puede ser para la venganza, para la queja...

Así, el sexo pasa a ser "un instrumento para hacerse daño el uno al otro. Esto último, lo de utilizar el sexo para vengarse o hacerse daño, es muy frecuente: "si él ha jugado conmigo, yo también sabré jugar con otros. No voy a volver a sufrir de esta manera, no me volverán a hacer daño. Simplemente me divertiré con ellos", parafraseó el obispo, resumiendo la forma de pensar de algunas personas.

A lo que hay que sumar el alcohol, que se consume con abundancia desde los 13 años: "está directamente vinculado a eso que se llama ‘el rollo’, ‘pillar cacho’."

"La cultura del ‘rollo’ termina provocando una crisis muy grave, porque llega a sembrar la idea de que la libertad se identifica con no comprometerse; es decir: la fidelidad implicaría esclavitud, mientras que la infidelidad implicaría libertad", lamenta el obispo.

Cómo vencer al pansexualismo

Munilla es directo: propone "Rescatar la virtud de la castidad de su impopularidad". Para poder ‘darse’, primero hay que ‘poseerse’. Nadie puede decir en verdad a Dios "Señor, aquí me tienes, soy todo tuyo", si no se ha tomado en serio la batalla de la realeza cristiana, es decir, la batalla de la castidad, entre otras cosas. Es importante que transmitamos a los jóvenes que la conquista del mundo pasa por la conquista de uno mismo".

Para eso, "la castidad está muy ligada a la sinceridad. Es importante que la Pastoral Juvenil aborde la educación de la juventud en la transparencia en las relaciones afectivas".

"La batalla por la castidad puede ser a veces una batalla larga. En estas ocasiones hay que aplicar la máxima: No hacer las paces con la tentación, pero tampoco perder la paz por verse tentado".

La Iglesia, en su opinión, también debería coordinar mejor las muchas propuestas beunas de formación afectivo-sexual que ya existen. "Tal vez no exista todavía la suficiente coordinación entre la Pastoral Familiar, la Pastoral Educativa y la Pastoral Juvenil, para vehicular una buena oferta de educación afectivo-sexual, pero es una tarea que debemos abordar y trabajar."

Tercera herida: así funciona la desconfianza

Munilla se refiere al ‘síndrome de desconfianza’: "inseguridad en uno mismo, acompañado de una notable dificultad para confiar en los otros y en Dios. La herida afectiva de la desconfianza supone la sensación de no pisar suelo firme y el temor por el futuro."

Munilla recuerda que hablando con personas mayores "no es extraño escucharles contar que nacieron y vivieron sin cerraduras en las puertas de sus hogares". La desconfianza no siempre marcó a los jóvenes.

Va ligada a la soledad, que "es uno de los grandes dramas de nuestro tiempo; y difícilmente podrá ser paliada por la comunicación en las redes sociales, en numerosas ocasiones en el anonimato, a través de un ‘nick’ falso o inidentificable."

Una sociedad con divorcio frecuente es además una sociedad que genera desconfianza, incluso si no llega a producirse la ruptura: "Cuando un niño o un adolescente desde su habitación escucha a sus padres discutir, faltándose al respeto, llega a albergar dolorosas dudas sobre si su familia continuará unida al día siguiente o si se tomará la decisión de la separación… No dudemos de que así se están poniendo las bases del síndrome de desconfianza".

"Las traiciones en las amistades, así como las infidelidades en las relaciones amorosas, pueden provocar una decepción y una desconfianza generalizada hacia todos y hacia todo. Se llega a desconfiar de la vida en sí misma, tal vez incluso, se llega a desconfiar de Dios, autor de la vida".

Cómo vencer a la desconfianza

Munilla recuerda a San Juan Bosco, un gran evangelizador de jóvenes que se ganaba a los muchachos demostrando que él sí confiaba en ellos. "Cuando un joven comprueba que nos fiamos de él, que poco a poco vamos delegando en él pequeñas responsabilidades, que lo sentimos como miembro vivo de la Iglesia y no como mero cliente de ella, entonces empieza a superar su tendencia a la desconfianza. Es decir, el método podríamos resumirlo así: Si quieres que alguien confíe en Dios, empieza tú por confiar en él".

"Al joven no podemos transmitirle la imagen de que le queremos interesadamente: exclusivamente para darle un sacramento. ¡No! Le queremos a él, nos interesa él, su vida, sus inquietudes, sus problemas…"

También pide predicar un "Evangelio de la confianza y del abandono". Se trata de lo que explica Rm 8, 31-39: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? [...] Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor"… "He aquí el método de San Pablo para sanar el síndrome de desconfianza: mirar a nuestros miedos de frente, al mismo tiempo que permanecemos firmemente unidos a Cristo".

"¿Y sabéis una cosa?", añadió el obispo de San Sebastián al final de su intervención... "¡El corazón no es de quien lo rompe, sino de quien lo repara! Es decir, el corazón del joven es de Cristo, es del Corazón de Cristo".
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