Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Holanda permitió que se practicara la eutanasia a 13 pacientes psiquiátricos en 2011

El suicidio asistido ya es el responsable de la escalofriante cifra del 2.8% de las muertes en este país, casi 3.700 personas.

Sara Martín / ReL

Aplicando la eutanasia
Aplicando la eutanasia

«Bajo estrictas condiciones». Es el mantra que repiten sin cesar, una y otra vez, todos los defensores de la eutanasia, mejor llamada con pulcritud suicio asistido.

Se justifican asegurando que el paciente tiene que estar sufriendo de manera insoportable (aunque no especifican de qué manera podría medirse tal cosa) y que el doctor tiene que estar convencido de que el paciente está tomando una decisión bien informado. Y que, además, la opinión de un segundo doctor es obligada. Sin embargo, las cifras asustan. Por ejemplo, en 2010 fueron 25 los pacientes en los primeros estadíos de la demencia senil a los que se les practicó la eutanasia. En 2011 fueron 49. ¿Quién comprende estas cifras.

Otro ejemplo: desde el 2006 el número de pacientes «eutanasiados» se ha duplicado hasta llegar a la cifra de 3.695 muertos, lo cual ha puesto en guardia a diversos investigadores que han comenzado a indagar en las posibles causas de un aumento tan significativo. Y preocupante. Informa de esta noticia el periódico holandes Dutch News 

La historia de la eutanasia
La aceptación de la eutanasia en Holanda no es nueva. De hecho comenzó en 1973, cuando un juez dictaminó que, si los médicos cumplían estrictamente todos los protocolos de seguridad a la hora de practicar una eutanasia (como las peticiones reiteradas de muerte y de actuar letalmente sólo cuando no hay otra manera de controlar el sufrimiento), ésta no debería ser castigada.

El siguiente paso se dio en 2001 cuando fue legalizada formalmente. El problema que desde entonces ha surgido es que los candidatos adecuados para recibir una eutanasia son un grupo cada vez mayor: primero eran los enfermos terminales solamente, después se añadieron los crónicos, también las personas con discapacidades graves, más tarde se consideró también una opción válida a los emocional y mentalmente enfermos (como los 13 pacientes eutanasiados durante 2011).

¿Quiénes serán los próximos? Lo triste es que ya se sabe: actualmente ya se está practicando en Holanda la eutanasia a bebés que nacen con graves discapacidades o con enfermedades terminales. En teoría no está legalizada, pero en la práctica se llevan adelante sin que la ley se aplique.

De hecho, los médicos del Hospital de la Universidad de Groningen se envalentonaron tanto por la aceptación del infanticidio holandés que publicaron «El Protocolo de Groningen»  una lista de control burocrático para decidir qué niños son aptos para la eutanasia. La locura pro eutanasia, como puede verse, parece no tener fin, porque la lista de los candidatos aptos para ser eliminados parece no dejar nunca de ampliarse.

¿Una sociedad a favor del suicidio asistido?
Hace diez años, pensar en el suicidio asistido a personas con enfermedades mentales habría sido inconcebible. Hoy recibe el aplauso de muchos. ¿Cómo se ha producido el cambio de una cultura anti-suicidio a otra que, como mínimo, es tolerante al suicidio? «Estoy convencido de que, al menos en parte, el movimiento pro suicidio asistido ha erosionado el compromiso de nuestra sociedad con la prevención del suicidio», responde Wesley J. Smith, habitual conferenciante sobre temas de eutanasia y suicidio asistido.

El también investigador y miembro de International Task Force on Euthanasia and Assisted Suicide, además de asesor especial del Center for Bioethics and Culture, explica que «se ha creado una atmósfera donde mucha gente ahora ve mejor el concepto de muerto que el de muriendo, y el suicidio se ha convertido en un remedio válido para las debilidades causadas por enfermedades serias, la discapacidad, la fragilidad, la ancianidad, el estar cansado de vivir, o la enfermedad crónica o mental», asegura tristemente. A todo esto hay que añadir, como el mismo Smith explica, que no pasa un día sin que salga a la luz cualquier historia que «implícita o explicitamente apoya el suicidio asistido calificándolo como muerte con dignidad, o como una respuesta compasiva al problema del sufrimiento humano».

Ya a principios de este año el precandidato republicano a la presidencia de los EEUU, Rick Santorum, encendió la mecha cuando criticó la eutanasia en Holanda al afirmar en un programa televisivo que la mitad de los pacientes a los que se les había practicado habían recibido una eutanasia involuntaria debido a que eran ancianos enfermos, y que por eso «los ancianos en Holanda no van a los hospitales. Se van a otro país». Visto todo lo anterior, es muy posible que Santorum tuviera mucha razón.

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