Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Discretos pero necesarios

Los cambios de Benedicto XVI en las visitas «ad limina», bastante distintas a las de Juan Pablo II

Reportar directamente con el Papa cada cinco años: he ahí el mandato canónico para un colegio episcopal que se ha doblado en medio siglo.

C.L./ReL

Ad limina: el momento de plantear cosas al Papa.
Ad limina: el momento de plantear cosas al Papa.

En breve comenzarán sus visitas ad limina al Papa los obispos norteamericanos, y acaban de concluirla los australianos. Y éstos han quedado muy satisfechos del nuevo formato impreso por Benedicto XVI a estas trascendentales reuniones entre Pedro y los apóstoles, que deciden la marcha cotidiana de la Iglesia en todo el mundo.

Razones de eficiencia
"La respuesta de los obispos ha sido universalmente positiva. Han vuelto encantados de su encuentro con el Papa, y de esta mejor forma de ocupar su tiempo", declaró el arzobispo de Adelaida, Philip Wilson, a CNS.

Se trata de un cambio sutil pero drástico que se ha ido introduciendo a lo largo de los últimos tiempos en la forma de abordar los encuentros del Santo Padre con los titulares de las distintas diócesis del mundo.

Aunque el mandato canónico obliga a cada obispo a acudir cada cinco años a Roma para ver al Papa, en la práctica están teniendo lugar cada siete e incluso ocho años, sencillamente porque no hay tiempo para más. En el último medio siglo el número de obispos en el mundo se ha multiplicado por dos, por lo que cumplir con el quinquenio obligaría al Pontífice a más de seiscientas audiencias individuales al año, con su correspondiente preparación y análisis posterior.

Lo que se ha hecho es sustituir esos tête-à-tête de cada prelado con el Papa, por reuniones en pequeños grupos durante la cual se plantean los temas que los obispos deseen. Eso no excluye la posibilidad para alguno de ellos de hablar personalmente con Benedicto XVI, y por supuesto para acudir a título propio a cualquier dicasterio romano. No se trata, pues, de reuniones colectivas, sino, por así decirlo, de reuniones individuales, pero en grupo.

Y en cualquier caso, según declara un oficial de la Curia a John Thavis para CNS, "cuando hay posibilidad, se mantiene el encuentro individual". El directorio de los obispos para estas reuniones es muy claro al señalar que, aunque vengan en grupo, la visita es a título personal y diocesano.

Juan Pablo II dedicó mucho tiempo a las visitas ad limina, que completaba con un almuerzo en pequeños grupos y una misa en su capilla privada junto con todos sus hermanos en el episcopado. En sus últimos años tuvo que reducir esa actividad, y Benedicto XVI mantuvo las cosas así: suprimió las comidas y las misas, pero con encuentro indidivual, hasta que se hizo impracticable, también por razones de edad. A principios de 2011 comenzaron las ad limina por grupos.

Buen resultado
Y los intersados están contentos de que sea así. El arzobispo de Vasai (India), Félix Machado, describe la que tuvo recientemente como "muy espontánea y cordial, y hubo auténtica interacción entre él y nosotros: nos escuchó a cada uno atentamente, hizo alguna observación y al final resumió magníficamente lo tratado".

La expresión ad limina apostolorum recibe su nombre de la visita que se pide a los obispos que hagan a las tumbas (limina, los umbrales) de San Pedro y San Pablo, símbolos por excelencia de la universalidad de la Iglesia, que nada como estos encuentros pone de manifiesto.

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