Bonifacia Rodríguez, fundadora de las Siervas de San José
El Papa canoniza a la monja española que trabajó por la autonomía económica de las mujeres en el XIX
Este domingo, Benedicto XVI también canonizará al italiano Luigi Guanella, un héroe de la defensa de la vida.
La española Bonifacia Rodríguez pasará a la historia por su lucha para que las mujeres pobres aprendieran un oficio. Ella misma, antes que monja fue cordonera. Y fundó su orden religiosa, las Siervas de San José, en el taller en el que trabajaba.
Era el año 1874, en plena revolución industrial. Desde entonces, ella y el jesuita Francisco Butinyà se dedicaron a ayudar a mujeres con escasos recursos a encontrar un trabajo digno y a descubrir la fe en la vida cotidiana.
La nueva orden permitía a las monjas que vistieran como las artesanas del país. Además, no les pedían dote para entrar en el convento y debían trabajar codo con codo con las trabajadoras laicas. Un proyecto que no gustó a todos.
“Era un proyecto de vida demasiado nuevo para que pudiera ser entendido, y hay una parte del clero de Salamanca que no lo entiende, no capta la entraña evangélica de aquel proyecto tan cercano al mundo del trabajo”, afirma Sor Victoria López, Sierva de San José.
Por eso, el obispo de Salamanca destituyó a la Madre Bonifacia y decidió que la orden se dedicase a la educación. Bonifacia murió prácticamente excluida por su orden, en el año 1905.
Años después, en 1936 se redescubrieron sus escritos y la congregación la reconoció de nuevo como fundadora.
“Es el reconocimiento a un carisma que nace de la entraña de Nazaret. Un carisma que va dirigido a la mujer trabajadora, a la mujer pobre, a la mujer que muchas veces es maltratada, o es malpagada o está privada de libertad”, señala Sor Victoria.
El milagro que ha permitido hacerla santa tuvo lugar en la República Democrática del Congo. Se trata de la curación de un hombre de 33 años que padecía una enfermedad estomacal incurable.
“Esperando todo el mundo a que se muriese, pero la comunidad había comenzado a pedirle a la Madre Bonifacia la curación de Kasongo Bavón. Y de manera inexplicable, de manera inesperada, este chico se curó”, dice la religios.
Actualmente, la congregación de las Siervas de San José cuenta con unas setecientas hermanas, que trabajan en cien comunidades de doce países. Son las sucesoras de una mujer sencilla y trabajadora que tuvo el coraje de afrontar los desafíos de su tiempo, y que no se rindió tampoco cuando le dieron la espalda sus seres más queridos.
Luigi Guanella, héroe de la defensa de la vida
El italiano Luigi Guanella fue un héroe de la defensa de la vida. Nació en 1842 y fundó dos congregaciones dedicadas a atender a discapacitados abandonados por sus familiares.
Veía detrás de cada persona un regalo de Dios, que tiene valor por sí misma y no por lo que produce. Defendió la dignidad de ancianos, enfermos incurables, personas impedidas mental y físicamente, abandonadas o malcuidadas por sus propios familiares.
"Un día, se presentó el obispo de Como porque tenía que hablar con él sobre sus actividades, sobre sus proyectos de caridad, y don Guanella estaba con sus discapacitados mentales, con sus "buenos hijos". Estaba jugando a cartas, y para satisfacer a los discapacitados dejó al obispo en la sala de espera”, declara Pino Beneditos, del Centro Reabilitazione San Giuseppe (Italia).
A los sacerdotes y monjas que le siguieron, les decía que confiaran en la ayuda de Dios, pero que trabajaran duro para hacer lo que debían. Los frutos saltan a la vista: 700 religiosas y 528 religiosos con 265 casas repartidas en Europa, América, África y Asia.
El milagro que permite su canonización es la curación de William Gleeson, de Estados Unidos, quien sufrió un accidente en la nuca patinando y salió adelante a pesar de que los médicos le habían desahuciado.
Según Beneditos, "la madre, sin decirlo ni a William ni a los médicos, colocó una reliquia debajo de la almohada, rezó y obtuvo este milagro: que su hijo se recuperara y que no tuviera ninguna consecuencia".
William será uno de los miles de peregrinos que participará en la canonización. Pero para los organizadores, los más importantes serán los discapacitados del centro de rehabilitación fundado por don Guanella.
Era el año 1874, en plena revolución industrial. Desde entonces, ella y el jesuita Francisco Butinyà se dedicaron a ayudar a mujeres con escasos recursos a encontrar un trabajo digno y a descubrir la fe en la vida cotidiana.
La nueva orden permitía a las monjas que vistieran como las artesanas del país. Además, no les pedían dote para entrar en el convento y debían trabajar codo con codo con las trabajadoras laicas. Un proyecto que no gustó a todos.
“Era un proyecto de vida demasiado nuevo para que pudiera ser entendido, y hay una parte del clero de Salamanca que no lo entiende, no capta la entraña evangélica de aquel proyecto tan cercano al mundo del trabajo”, afirma Sor Victoria López, Sierva de San José.
Por eso, el obispo de Salamanca destituyó a la Madre Bonifacia y decidió que la orden se dedicase a la educación. Bonifacia murió prácticamente excluida por su orden, en el año 1905.
Años después, en 1936 se redescubrieron sus escritos y la congregación la reconoció de nuevo como fundadora.
“Es el reconocimiento a un carisma que nace de la entraña de Nazaret. Un carisma que va dirigido a la mujer trabajadora, a la mujer pobre, a la mujer que muchas veces es maltratada, o es malpagada o está privada de libertad”, señala Sor Victoria.
El milagro que ha permitido hacerla santa tuvo lugar en la República Democrática del Congo. Se trata de la curación de un hombre de 33 años que padecía una enfermedad estomacal incurable.
“Esperando todo el mundo a que se muriese, pero la comunidad había comenzado a pedirle a la Madre Bonifacia la curación de Kasongo Bavón. Y de manera inexplicable, de manera inesperada, este chico se curó”, dice la religios.
Actualmente, la congregación de las Siervas de San José cuenta con unas setecientas hermanas, que trabajan en cien comunidades de doce países. Son las sucesoras de una mujer sencilla y trabajadora que tuvo el coraje de afrontar los desafíos de su tiempo, y que no se rindió tampoco cuando le dieron la espalda sus seres más queridos.
Luigi Guanella, héroe de la defensa de la vida
El italiano Luigi Guanella fue un héroe de la defensa de la vida. Nació en 1842 y fundó dos congregaciones dedicadas a atender a discapacitados abandonados por sus familiares.
Veía detrás de cada persona un regalo de Dios, que tiene valor por sí misma y no por lo que produce. Defendió la dignidad de ancianos, enfermos incurables, personas impedidas mental y físicamente, abandonadas o malcuidadas por sus propios familiares.
"Un día, se presentó el obispo de Como porque tenía que hablar con él sobre sus actividades, sobre sus proyectos de caridad, y don Guanella estaba con sus discapacitados mentales, con sus "buenos hijos". Estaba jugando a cartas, y para satisfacer a los discapacitados dejó al obispo en la sala de espera”, declara Pino Beneditos, del Centro Reabilitazione San Giuseppe (Italia).
A los sacerdotes y monjas que le siguieron, les decía que confiaran en la ayuda de Dios, pero que trabajaran duro para hacer lo que debían. Los frutos saltan a la vista: 700 religiosas y 528 religiosos con 265 casas repartidas en Europa, América, África y Asia.
El milagro que permite su canonización es la curación de William Gleeson, de Estados Unidos, quien sufrió un accidente en la nuca patinando y salió adelante a pesar de que los médicos le habían desahuciado.
Según Beneditos, "la madre, sin decirlo ni a William ni a los médicos, colocó una reliquia debajo de la almohada, rezó y obtuvo este milagro: que su hijo se recuperara y que no tuviera ninguna consecuencia".
William será uno de los miles de peregrinos que participará en la canonización. Pero para los organizadores, los más importantes serán los discapacitados del centro de rehabilitación fundado por don Guanella.
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