Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Una parroquia viva...

por Corazón Eucarístico de Jesús

Creo que lo mejor es leer serenamente algunos textos, sin prejuicios y sin proyectar de antemano lo que nosotros podamos creer que es una parroquia.
 
 
A partir de ahí es cuando se puede trabajar en una línea común.
 
¿Qué es una parroquia?
 
"La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal, encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última localización de la Iglesia; es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas.
 
 
Es necesario que todos volvamos a descubrir, por la fe, el verdadero rostro de la parroquia; o sea, el «misterio» mismo de la Iglesia presente y operante en ella. Aunque a veces le falten las personas y los medios necesarios, aunque otras veces se encuentre desperdigada en dilatados territorios o casi perdida en medio de populosos y caóticos barrios modernos, la parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio; ella es «la familia de Dios, como una fraternidad animada por el Espíritu de unidad», es «una casa de familia, fraterna y acogedora», es la «comunidad de los fieles»
 
En definitiva, la parroquia está fundada sobre una realidad teológica, porque ella es una comunidad eucarística. Esto significa que es una comunidad idónea para celebrar la Eucaristía, en la que se encuentran la raíz viva de su edificación y el vínculo sacramental de su existir en plena comunión con toda la Iglesia. Tal idoneidad radica en el hecho de ser la parroquia una comunidad de fe y una comunidad orgánica, es decir, constituida por los ministros ordenados y por los demás cristianos, en la que el párroco —que representa al Obispo diocesano— es el vínculo jerárquico con toda la Iglesia particular.
 
 
Ciertamente es inmensa la tarea que ha de realizar la Iglesia en nuestros días; y para llevarla a cabo no basta la parroquia sola. Por esto, el Código de Derecho Canónico prevé formas de colaboración entre parroquias en el ámbito del territorio y recomienda al Obispo el cuidado pastoral de todas las categorías de fieles, también de aquéllas a las que no llega la cura pastoral ordinaria. En efecto, son necesarios muchos lugares y formas de presencia y de acción, para poder llevar la palabra y la gracia del Evangelio a las múltiples y variadas condiciones de vida de los hombres de hoy. Igualmente, otras muchas funciones de irradiación religiosa y de apostolado de ambiente en el campo cultural, social, educativo, profesional, etc., no pueden tener como centro o punto de partida la parroquia. Y sin embargo, también en nuestros días la parroquia está conociendo una época nueva y prometedora. 
 
Como decía Pablo VI, al inicio de su pontificado, dirigiéndose al Clero romano: «Creemos simplemente que la antigua y venerada estructura de la Parroquia tiene una misión indispensable y de gran actualidad; a ella corresponde crear la primera comunidad del pueblo cristiano; iniciar y congregar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar y reavivar la fe en la gente de hoy; suministrarle la doctrina salvadora de Cristo; practicar en el sentimiento y en las obras la caridad sencilla de las obras buenas y fraternas»" (Juan Pablo II, Exh. Christifideles Laici, 26).
 
La renovación de una parroquia comienza con católicos -con sus sacerdotes y consagrados- que dóciles al Espíritu Santo, poseen un profundo anhelo de santidad y un impulso espiritual.
 
Entonces, con hombres y mujeres santos, un pequeño núcleo que como levadura lo fermenta todo, una parroquia mostrará el rostro amable de Cristo y lo razonable de nuestra fe y de nuestra esperanza. O dicho de otra manera, asumirá un talante evangelizador nuevo y distinto.
 
Aquí es donde hay que incidir y donde se podrá palpar si una parroquia está viva. Veamos algunos criterios que ofrece F. Sebastián.
 
"La pastoral evangelizadora no es fácil. Tiene que ser una pastoral muy personalizadora, muy sincera y convincente, muy a la medida de cada persona, por lo que requiere una gran dedicación, grandes dosis de comprensión y respeto, una delicada y exigente rectitud de intención.
 
Para llevar una pastoral cercana y personalizada hay que saber comprender, y a veces adivinar, las razones concretas de la increencia de una persona, los errores o las deficiencias que le están apartando del camino de la Iglesia, las ideas, las experiencias o las lecturas que le pueden ayudar. Se trata de poner el fundamento de una vida nueva en la que el hombre descubra la posibilidad y el gozo de alabar a Dios desde sus condiciones reales de vida, que se vea hijo e imagen de Dios en su conocimiento del mundo, en la responsabilidad de su propia vida y de su historia, en el dominio racional y fraterno de los bienes de la tierra...
 
No es tarea sencilla.
 
Para evangelizar hace falta gran ardor religioso, convicciones firmes y claras, diligencia y abnegación, buena preparación intelectual y una gran capacidad para mantener la claridad y firmeza de las convicciones fundamentales con la comprensión del otro y el respeto a sus situaciones y procesos.
 
Las posturas rígidas e impositivas no sirven en estos momentos, pero tampoco sirven las concesiones y las ambigüedades. Con posturas ambiguas, reticentes, con personas muy preocupadas de sí mismas, de sus derechos y de sus posiciones futuras, no es posible una pastoral de evangelización.
 
Nos perdemos en disquisiciones y polémicas sobre cuestiones secundarias. Lo que nos hace falta es gente decidida, humanamente equilibrada y madura, del todo identificada con la mente de Cristo y de la Iglesia, dispuestos a entregar su vida para trabajar con entusiasmo en la obra de Dios que es la salvación de los hombres y del mundo, sin pretensiones ni personalismos, con la humildad de quien todo lo está recibiendo de Dios por medio de la Iglesia, seguros de sí mismos y capaces de sostener un diálogo de tú a tú con los hombres y mujeres de su tiempo, un diálogo clarificador, atrayente, con claridad y respeto, sin miedos ni concesiones halagadoras, con la seguridad, la claridad y el amor humilde del Maestro" (SEBASTIAN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 205s).
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