Santoral hoy: 2 de noviembre. Santos Dionisio, obispo, y Pelagia, mártir; esposos.
De perros, venganzas y maniqueísmos.
Santoral hoy: 2 de noviembre. Santos Dionisio, obispo, y Pelagia, mártir; esposos.
Sobre estos santos, extraños a Occidente, solo sabemos lo que nos cuenta una leyenda sobre Santo Tomás Apóstol (3 de julio, traslación de la India a Edesa; 21 de diciembre; 21 de mayo, Iglesia Copta; 20 de junio, traslación de las reliquias a la basílica de los Santos Apóstoles de Constantinopla, y 6 de octubre, Iglesia griega).
Permanecía Santo Tomás en Cesarea aún, cuando se le apareció el Señor y le dijo: "El rey Gondofer de la India ha enviado aquí a su comandante Abban para encontrar un buen arquitecto. Preséntate a él como el que busca. Y ve en paz, que yo te protegeré. Convertirás a la India y volverás a mí con palmas en las manos". Apenas entró al centro de la ciudad Tomás, cuando topó con Abban y le preguntó que buscaba. Abban respondió: "Mi amo me ha enviado a contratar buenos arquitectos, porque quiere que se construya un palacio como los romanos". Entonces Tomás se presentó a sí mismo como arquitecto, y Abban le pidió fuera con él a la India.
Viajaron largo tiempo y desembarcaron en una ciudad, cuyo rey celebraba el compromiso nupcial de su hija, Pelagia, con un joven llamado Dionisio. Tomás y Abban fueron al banquete del desposorio, pero Tomás no probó nada, manteniendo los ojos en el cielo. Cuando el mayordomo notó que el santo apóstol no ingería ni bebía nada, pensó que despreciaba al rey, y para congraciarse, le abofeteó. Entonces Tomás dijo: "Justo sería que ahora recibáis un castigo temporal, para que vuestra acción sea perdonada antes de que entréis en el más allá". Y como nadie reprendía al mayordomo por su fea acción, Tomás sentenció: "Antes de que me levante de esta mesa, la mano que me ha golpeado será arrastrada por los perros". Y así ocurrió, cuando el mayordomo salió un momento a beber agua, fue asaltado por un león que le devoró. Y luego, los perros royeron sus huesos, y uno de ellos apareció en el salón de fiestas con la mano derecha del mayordomo en la boca.
Luego el rey pidió a Santo Tomás que bendijera a los jóvenes que al otro día se casarían. Entonces Tomás tuvo una visión, en la que veía al novio con una palmera cargada de dátiles en su mano derecha. Luego les bendijo y les besó en la frente. Cuando esa noche la pareja fue a dormir, ambos tuvieron el mismo sueño: vieron un rey poderoso el cual les dijo: "Mi apóstol les ha bendecido para que participen en la vida eterna". Cuando Pelagia y Dionisio despertaron quedaron desconcertados al saber que habían tenido el mismo sueño. Entonces se presentó Tomás y les dijo: "Mi rey acaba de estar con vosotros, y es él quien me ha hecho entrar aquí, a pesar de estar cerradas las puertas. Mi rey quiere que, en virtud de mi bendición, vuestro cuerpo sea custodiado en la pureza, que es la reina de todas las virtudes. Ella os guiará a la salvación eterna. La virginidad es hermana de los ángeles, posesión de todo bien, es victoria de todas las pasiones y es el signo de la victoria de la fe. La virginidad es la derrota de los espíritus malignos y la cima de la alegría eterna. Mientras, la perdición viene de la lujuria, y la decadencia viene de la putrefacción y la inmoralidad".
Y entretanto, mientras el apóstol les hablaba, dos ángeles aparecieron y dijeron a los jóvenes: "Dios nos envía a para que os protejamos. Si cumplís sus palabras, llevaremos vuestra alma ante Dios". Entonces ambos fueron bautizados por el apóstol, el cual además ordenó a Dionisio obispo. Por su parte, Pelagia fue martirizada.
Esta leyenda sin pies ni cabeza fue cuestionada por San Agustín en su libro "Contra Fausto":
"Los maniqueos leen obras apócrifas, escritas por no sé qué tejedores de fábulas, bajo el nombre de los apóstoles. Obras que hubiesen merecido ser recibidas en tiempo de sus autores dentro de la autoridad de la santa Iglesia, si los hombres santos y sabios, aún en vida entonces y que podían examinarlas, hubiesen visto que decían verdad. Allí leen que el apóstol Tomás, estando de paso y sin que nadie le reconociera en cierto banquete de bodas, cuando cierto camarero le abofeteó, pidió a Dios una venganza duradera y cruel para aquel hombre. En efecto, cuando salió a la fuente para servir agua a los invitados, se abalanzó sobre él un león y le mató. Y un perro introdujo en la mesa en que estaba sentado el apóstol la mano, arrancada del cuerpo, con la que había golpeado ligeramente su cabeza, conforme a la palabra del mismo apóstol, que lo había deseado y suplicado a Dios. ¿Puede verse mayor crueldad que ésta? Mas como, si no me engaño, allí está escrito también que pidió perdón para él en el mundo futuro, lo ha compensado con un beneficio mayor a fin de recomendar a los desconocidos, por medio de esta acción temible, cuán grato era a Dios dicho apóstol y mirar por el bien eterno de aquel después de esta vida que alguna vez ha de terminar.
Ahora no me afecta que dicho relato sea verídico o inventado. Los maniqueos que aceptan como verdaderos y auténticos esos escritos que ha rechazado el canon de la Iglesia, al menos aquí se ven forzados a reconocer que la virtud de la paciencia, enseñada por el Señor al decir: Si alguien te abofetea en la mejilla derecha, ponle también la otra, puede darse en la disposición del corazón, aunque no se traduzca en gesto corporal o expresión verbal. En efecto, el apóstol, abofeteado, advirtió que era preferible rogar a Dios que perdonase en la vida futura a quien le había ofendido, no dejándola sin venganza en la presente, antes que ofrecer la otra mejilla a quien la había golpeado o devolverle el golpe. Con seguridad tenía en su interior el sentimiento del amor, pero reclamaba el ejemplo exterior de la corrección". (Contra Fausto. XXII, 79)
Esta crítica de agustiniana evidencia lo antigua que es esta leyenda, pero no tanto como para creernos que sea un hecho real. De hecho el elogio de la virginidad que aparece en boca del apóstol Santo Tomás es de tintes maniqueos y heréticos y no concuerda con la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio. Esta, si bien reconoce lo excelso de la virginidad, no ha llamado nunca “putrefacción” al matrimonio.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XII. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
-www.agustinus.it
A 2 de noviembre además se celebra a
Santas Baya y Maura, vírgenes.
San Maeoc de Bretaña, abad y eremita.