San Gil de Santarém, presbítero dominico.
Magia por el diablo, santidad por Cristo.
San Gil de Santarém, presbítero dominico. 14 de mayo.
Nació Gil en Vaocela, Portugal, sobre 1190. Era su padre fue Rodrigo, mayordomo del rey Sancho I, y su madre se llamó Teresa. Por los contactos de su padre con el rey, siendo casi adolescente fue nombrado canónigo de las catedrales de Coimbra, Braga y la Guarda, y Prior de otras dos iglesias. Estos cargos, que no le exigían ser religioso ni mucho menos, le reportaban grandes beneficios, que siendo tan joven, Gil se gastaba en excesos. Estudió en la facultad de medicina de Coimbra, y cuando terminó los estudios, se fue a la Universidad de París a aprender más aún de medicina.
Mientras iba de camino se le acercó un caminante que le contó sobre el poder de la magia negra y lo provechosa que resultaba para ganar fama, dinero y poder. Gil, iluso, aceptó aprender aquellas artes, para lo cual le hicieron firmar una carta de sujeción a Satanás. En París Gil perfeccionó la medicina y la magia, haciéndose un médico famosísimo y rico. Cuando su ciencia no servía, el diablo le ayudaba con sortilegios para alcanzar la salud de los enfermos.
Un buen día, mientras estudiaba se le apareció un caballero de aspecto terrible, montado a caballo que, con una lanza que en la mano le dijo: "Muda tu estado, hombre, muda tu estado". Gil se espantó, pero no hizo mucho caso de la visión. Al tercer día se repitió el hecho, y el caballero, más enfadado aún le gritó "Muda tu vida, infame, muda tu vida", a la par que le golpeaba con su lanza. Gil, aterrado clamó: "Haré, Señor, lo que queráis". Y efectivamente, lo hizo. Dejó Gil todo su fama, dinero y artilugios de magia en París y regresó a Portugal andando, haciendo penitencia por sus pecados, buscado la manera de enmendarse y servir a Jesucristo.
Al pasar por España, paró en Palencia, donde supo de unos religiosos pobres, de reciente fundación, que predicaban al pueblo y vivían pobremente. Eran los dominicos, recién fundados por Santo Domingo de Guzmán (8 de agosto; 24 de mayo, traslación de las reliquias, y 15 de septiembre "santo Domingo in Soriano"). Pidió el hábito Gil, sin decir nada de su pasado. Y los frailes le vieron tan humillado y deseoso de ser religioso, que le aceptaron entre ellos. Comenzó el santo una vida de penitencia, oración y austeridad que no abandonó nunca. Ayudó a los religiosos a terminar el convento, hecho con sus propias manos. Oraba toda la noche y dormía poquísimo, ayunaba frecuentemente y se disciplinaba todos los días. Y además, se impuso a sí mismo un voto perpetuo de silencio, que solo rompió por obediencia.
Era provincial de los dominicos el portugués Suero Gómez, el cual, conociendo de la presencia de Gil en Palencia, le mandó a buscar para tenerlo cerca, siendo hijo de quien era. En el convento de Santarem también fue Gil un gran ejemplo para todos. Oración, ayuno, penitencia, obediencia, silencio… en todo aventajaba a los demás. Pero no era feliz Gil, porque no olvidaba su pacto de vasallaje al demonio, y aunque servía a Cristo, temía que Satanás reclamara su alma. Cada día se postraba ante el Santísimo Sacramento, implorando la ayuda de Cristo, y luego invocaba a la Madre de Dios, ante una imagen suya que se veneraba en el Capítulo. Un buen buen día, estando delante de Nuestra Señora, se le apareció el demonio y le echó en cara cuanto por él había hecho enseñándole los secretos de la nigromancia, y dándole dinero y poder. En tanto le lanzó la carta al suelo y le dijo: "Tómala junto con mi maldición y la de todos los diablos; pero has de saber que me vengaré". El demonio cumplió su amenaza de vengarse y durante siete años le tentó, se le aparecía en formas grotescas, golpeándole, arrojándole de la cama, empujándole por las escaleras, etc. A veces tomaba la forma de un fraile y le insultaba o pegaba.
Durante este tiempo le enviaron los superiores a París, para que estudiase Teología. Cuatro años estuvo en París, cuando regresó a Portugal junto a otro religioso. Pasando por Poitiers llegaron a un pueblo muy pobre donde no podían pedir limosna ni un pedazo de pan. Quiso el santo detenerse allí mismo para descansar aunque no comieran; el otro religioso quería seguir para pedir limosna en la próxima ciudad, pero obedeció a Gil. En ese momento apareció una dama noble, admiradora de los dominicos, y les proveyó con largueza. Gil le dijo que le agradecería con oraciones por ella y su joven hijo. Rezaron juntos el Veni Creator y se despidieron. Y resultó que unos años más tarde, yendo Gil al Capítulo General, encontraría en el convento de Poitiers al joven con el hábito dominico. Llegado Gil a Portugal se le encargó el ministerio de la predicación, en el que destacó convirtiendo a muchos. El rey Sancho le admiraba, aunque algunas veces también le reprendió por su vida y moral.
En 1234 murió el Provincial Suero y el Capítulo eligió a nuestro Gil por provincial para España y Portugal. Fundó los conventos de Lisboa y Oporto, y algunos más. Visitaba los conventos siempre a pie, y con su cilicio ceñido, para edificar a los demás religiosos. En 1231 el Beato Jaime I de Aragón (23 de julio) había conquistado Mallorca y edificado un magnífico convento dominico. En 1236 se decidió celebrar allí el Capítulo General, al que el santo fue, atravesando España a pie y embarcándose en Barcelona. Navegaron con buen viento, pero al oscurecer se levantó una furiosa tempestad, al cabo hizo Gil una breve oración y al punto se calmó la tormenta. Sin embargo, otro barco en que habían embarcado otros religiosos se hundió y perecieron los frailes, por lo cual no se celebró el Capítulo. Estando en Barcelona de regreso por orden de Gregorio IX nombró algunos frailes para Inquisidores. Luego regresó a Portugal, donde reformó algunos conventos. En 1238 fue al Capítulo General de Bolonia.
Tenía el santo frecuentes éxtasis, sobre todo cuando celebraba la santa misa. Otras veces fue visto elevado un palmo mientras adoraba al Santísimo, o se veía sobre su cabeza una columna de fuego. Sanó a muchos enfermos con solo haciéndole la señal de la cruz o invocando el Nombre de Jesús. Sobrevino al rey Alfonso el mal de gota, y yéndole un día a visitar el santo, el rey le cambió disimuladamente su bastón por el suyo, y apenas se fue el santo, se aplicó el rey con mucha fe el bastón a la pierna inflamada, y quedó sano inmediatamente.
En el Capítulo General de Barcelona de 1261 logró Gil que le libraran de la carga del provincialato. Luego de ello se retiró a su amado convento de Santarem a prepararse para la vida eterna. Cuatro años vivió como un humilde religioso, hasta que a principios de mayo de 1265 le entraron unas calenturas. El día 12 recibió el Viático estando tendido en el suelo. Finalmente falleció el día 14 de mayo, Jueves de la Ascensión, luego de exclamar "in manus tuas, Deus, commendo spiritum meum", y falleció. Su celda se inundó de aromas nunca conocidos. En el siglo XVII se trasladó su cuerpo y fue hallado incorrupto. En 1748 fue beatificado por Clemente XII.
Fuente:
-"Sacro Diario Dominicano". FR. FRANCISCO VIDAL. O.P. Valencia, 1747.
-"Compendio histórico de las vidas de los Santos canonizados y beatificados del Sagrado Orden de Predicadores". FR. MANUEL AMADO. O.P. Madrid, 1829.
-"Santos Bienaventurados y Venerables de la Orden de Predicadores". FR. PAULINO ALVAREZ. O.P. Almería, 1919.
A 14 de mayo además se celebra a
San Matías, Apóstol.
San Bonifacio de Tarso, mártir.