Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Santos Apolonio y Filemón, mártires.

Cuando la predicación pudo más que la burla.

Ramón Rabre

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San Apolonio. Iglesia del Salvador, Estambul.
San Apolonio. Iglesia del Salvador, Estambul.
Santos Apolonio, diácono, Filemón, músico, y compañeros mártires. 7 y 8 de marzo.

Imperando Galerio, vivía en los desiertos de Egipto un anciano monje y diácono llamado Apolonio, que en lo más cruel de la persecución de dicho emperador, iba visitando los monasterios, alentando a los monjes y a los eremitas a permanecer fieles a Cristo. Fue apresado por esta actividad, y a la cárcel acudían los paganos a insultarle, blasfemar contra la religión cristiana y desesperarle.

Entre esta turba había un flautista llamado Filemón, que era conocido por su ingenio para componer canciones burlescas. Este Filemón se burlaba e injuriaba a Apolonio más que nadie, y lograba el aplauso de los demás paganos. Apolonio, entretanto, le predicaba sobre Cristo, y finalmente le dijo: "Pido a Dios, hijo mío, que te perdone todos tus excesos, y que no te impute como pecado las palabras injuriosas que me dices". Filemón, que había venido oyéndolo, cambió totalmente su actitud con estas últimas palabras de Apolonio, y reconociendo a Cristo como Dios y Salvador, lo confesó en voz alta ante todos los que antes le coreaban. Fue llevado ante el magistrado, al que dijo: "Obras como mal ministro, cuando castigas a unos inocentes, a unos hombres amados de Dios, y a unos santos religiosos: los cristianos son irreprensibles, así en su doctrina, como en sus costumbres". El magistrado en principio pensó que era otra burla de Filemón, y que pronto haría alguna broma al respecto, pero cuando vio que iba en serio, le dijo: "Tú has perdido el juicio, y ya careces de aquel buen gusto que tenías". "No soy yo" – replicó Filemón – "el que ha perdido el juicio, sino tú. Sí, tú, a quien le domina la ira y hace derramar la sangre de una infinidad de gente. Pues ante ti declaro que soy cristiano, consciente que no hay hombre sobre la tierra, que se les pueda comparar en bondad".

Sabiendo el magistrado que el cambio de Filemón se debía a que Apolonio le había predicado, mando poner a este en potro de tormento para castigarle. Luego mandó que junto a Filemón fuera quemado vivo. Entraron la hoguera encendida con sonrisas en el rostro, y aún desde el fuego se oyó que Apolonio oraba: "¡Señor, no abandones al furor de las bestias feroces las almas de los que creen en ti, sino haz ver que eres el Salvador!" Y de pronto, una nube apareció sobre los mártires, descargando agua y apagando el fuego. Ante este portento muchos se convirtieron y confesaron a Cristo. Al enterarse el prefecto de Alejandría, mandó llevasen cargados de cadenas a Alejandría a todos los que se habían convertido al cristianismo.

Pero los que les llevaban, igualmente quedaron impresionados con las palabras de Apolonio, por lo cual, al llegar ante el Prefecto, ellos mismos se entregaron también, reconociéndose cristianos. Irritado el gobernador por las conversiones y su firmeza, mandó les arrojaran a todos al mar, dándoles el bautismo de sangre, pues el de agua aún no lo recibían. Según Rufino, los cuerpos fueron devueltos a la orilla y sepultados en una misma fosa por los cristianos, que levantaron allí un monumento, encomendándose siempre a sus oraciones.

La narración de su martirio, recogida por Ruinart, es la que aparece en la "Vida de los Padres del Desierto", y su martirio aparece datado a 7 marzo e imperando Diocleciano, aunque los martirologios mayormente los recogen a 8 del mismo mes. Asimismo, otras narraciones añaden detalles, como una lluvia que Filemón toma como signo de su bautismo, o que les cortan los talones y los arrastran por las calles.

Fuente:
-"Las verdaderas actas de los mártires". TEODORICO RUINART. Tomo III. Madrid 1776.

A 7 de marzo además se celebra a San Basilio y compañeros mártires.

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