San Frumencio: de esclavo a consejero real, de evangelizador de Etiopía a víctima de los arrianos
Santos Frumencio y Edesio de Etiopía: 27 de octubre, 20 de julio (Iglesia copta) y 30 de noviembre (Iglesia bizantina).
San Frumencio (a la izquierda de la imagen), junto a los dos primeros emperadores cristianos del reino de Aksum, hoy en Etiopía.
Rufino de Aquileia (que conoció a Edesio) nos narra que ambos santos eran hermanos originarios de Tiro y muy jóvenes acompañaron a Meropio, hermano de su padre, que era filósofo, a la India y Persia. En este viaje aprendieron filosofía, cultura y lenguas orientales. Su futuro era prometedor según el mundo, pero una tragedia les preparó para el Evangelio: cuando regresaban del viaje fueron atacados por piratas en el Mar Rojo. Toda la tripulación y los pasajeros fueron asesinados salvo los dos jóvenes, que fueron vendidos al rey de Askum como esclavos.
A causa de su belleza juvenil, conocimientos y porte culto, no fueron tratados con dureza, sino que el rey les tomó a su cuidado personal, sirviéndose de sus conocimientos. En poco tiempo nombró a Edesio su mayordomo personal y a Frumencio su tesorero y secretario de Estado.
Muchos años fueron esclavos del rey, y cuando este murió, subió al trono su hijo pequeño Abreha, quedando Frumencio a cargo del reino como consejero, dándoles la reina la libertad. Llevó a cabo una excelente política de paz, justicia y prosperidad, pero su mayor tesón fue confirmar en el Evangelio de Cristo a los etíopes. Cuándo conocieron el Evangelio ambos hermanos, no nos es conocido, pero bien pudo ser en su viaje a Oriente.
Frumencio fue regente hasta que Abreha llegó a la mayoría de edad y se hizo cargo del reino; entonces ambos hermanos renunciaron a sus cargos prominentes para entregarse al Evangelio. Edesio se fue a Tiro, donde fue ordenado presbítero. Por su parte Frumencio se fue a Alejandría, a conocer al gran obispo San Atanasio (2 de mayo).
San Frumencio, obispo de Etiopía.
En su entrevista, Frumencio le pidió sacerdotes para evangelizar Etiopía, y se permitió recomendar el nombramiento de un obispo que llevara a cabo la obra misionera en comunión con toda la Iglesia. Y la respuesta de San Atanasio fue más allá: le eligió a él mismo como ese obispo. Frumencio regresó a Etiopía con sus misioneros, donde fue recibido con júbilo, predicó, construyó iglesias, convirtió a muchos, entre ellos al mismo rey Abreha y su familia.
Pero eran los tiempos duros de la defensa de la fe contra la herejía arriana, que tantos quebraderos de cabeza dio a Atanasio y a los obispos fieles a la verdad católica. El emperador Constantino, filoarriano, mandó a los reyes etíopes que destituyeran a Frumencio y nombraran a un obispo arriano.
Frumencio falleció anciano, luego de una vida de trabajos, y es venerado profundamente por los etíopes, que le llaman Abba Salama (padre de paz), y le tienen gran afecto como a su padre en la fe, su apóstol y evangelizador. Y esto a pesar de la leyenda según la cual el Evangelio fue predicado a los etíopes por San Mateo (21 de septiembre; 6 de mayo, translación de las reliquias; 9 de octubre, liturgias árabe y copta; 16 de noviembre, Iglesias orientales, y 16 de diciembre, liturgia griega).
Fuente
Vidas de los Santos, tomo XII. Alban Butler-Sabine Baring Gould. 1914.
A 27 de octubre además se celebra a San Elesbaam de Etiopía, emperador.