Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Santos Abdón y Senén, mártires.

Abogados contra el granizo y las tormentas.

Ramón Rabre

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Imágenes veneradas en LOlleria.
Imágenes veneradas en LOlleria.

Santos Abdón y Senén, mártires. 30 de julio.

Si bien sobre estos santos lo que nos ha llegado es una leyenda de poca veracidad, su culto está documentado al menos desde el siglo IV en Roma. Su "passio", tardía con respecto al culto nos cuenta que imperando Decio, y habiendo vencido a los persas, quiso ofrecer un sacrificio de acción de gracias a los dioses. Como era costumbre, por otro lado, en el imperio. En el marco de los sacrificios, supo de dos nobles cristianos persas que se habían negado a participar en los festejos y, como estaba resuelto a exterminar a los cristianos, mandó les arrestaran y los llevaran a su presencia.

Decio los recibió con la distinción que merecían por su nacimiento y trató de ganárselos para sí. Los santos respondían con respeto hasta el punto en el emperador les habló de abandonar su fe cristiana si querían conservar el favor imperial. "Somos cristianos" – respondieron – "y nos gloriamos de serlo. Si para merecer vuestra benevolencia fuera necesario sacrificar nuestra quietud y nuestros bienes, prontos estaríamos a hacer este sacrificio; pero vos mismo sabéis que no es justo preferir la gracia de los hombres a la de Dios, y perder la del creador por merecer la del príncipe". Irritado, Decio les dijo: "no conozco otro Dios que los dioses del imperio, a los que os mando adorar". Los santos le replicaron: "Gran príncipe, hasta la simple razón demuestra que no puede haber muchos dioses; pues en un imperio no se podrían sufrir dos dueños igualmente soberanos. Esos que llamáis dioses son demonios, monas ridículas de la divinidad, que se burlan de los hombres. No hay más que un solo Dios y soberano dueño del universo, creador de todas las cosas. A este adoramos como a nuestro soberano dueño y también vuestro".

Irritado sobremanera Decio, quiso juzgarles, atormentarles y ajusticiarles ahí mismo, pero como su triunfo sobre los persas aún era precario, temió una sublevación de estos, que estimaban mucho a Abdón y Senén. Así que prefirió que fueran juzgados en un sitio donde no les amaran, y les metió entre los prisioneros que había hecho en la campaña y que debían ser conducidos en su viaje triunfal a Roma. El viaje a la Ciudad Eterna fue brutal, de tanto que padecieron los dos hermanos. Burlas, desprecios, castigos, fatigas… todo es poco, para lo que describen las "actas" y que no transcribo por brevedad. Llegados a Roma, Decio los entregó como valiosa presa y terribles enemigos al prefecto Valeriano. Al día siguiente Abdón y Senén comparecieron ante el tribunal, causando admiración al pueblo, por su entereza, gallardía y porte. Valeriano puso un altar en la misma sala de la audiencia, sobre el cual colocó un ídolo de Júpiter y mandó a los santos que sacrificasen al dios. Aparte, les mandó decir que le valía con que al menos hicieran las ceremonias exteriores, aunque no creyeran, pues deseaba verles libres. Pero los hermanos repudiaron tal simulación y dijeron: "Somos cristianos, tenemos gloria en serlo y no entendemos de disimulo en materia de religión. No adoramos más que a un solo Dios, y solo a él se deben ofrecer sacrificios. Vuestras soñadas deidades son invención de vuestras fábulas. Conociendo nosotros su ridiculez, jamás podremos incurrir en vuestras impiedades". "¿Llamáis impiedad" – replicó Valeriano – "a reconocer al sol por dios de vuestra nación, y que es adorado como tal por vuestros padres?" "Sin duda" – repusieron los Santos – "¿Es que hay cosa más impía que reconocer por dios a una pura criatura? Tan descaminados vivieron en este punto nuestros padres como vosotros, y en eso estamos nosotros muy lejos de imitarlos; nunca diremos, y nunca sentiremos otra cosa". Viendo Valeriano que no había caso con Abdón y Senén, dio cuenta de ello al emperador, que determinó que los dos persas fueran llevados por la fuerza delante de la estatua del dios Sol, y se les obligase a ofrecer incienso al ídolo. Pero una vez puestos los hermanos ante el dios, lo que hicieron fue escupirlo con desprecio. Y esto les costó ser azotados con plomadas y cuando ya se les veían los huesos, los enviaron al anfiteatro a ser devorados por las fieras.

Entretanto Abdón y Senén entonaban cánticos de alabanza a Cristo, ya les azotaran, ya les echaran a la arena. En el anfiteatro les soltaron dos leones y cuatro osos, que si bien salieron con gran ferocidad de sus jaulas, al llegar a los pies de los hermanos, se postraron a los pies de los santos como para respetarlos y rendirles homenaje. Clamó Valeriano a la multitud que había reunida para ver el espectáculo: "No se puede negar que estos dos cristianos son dos grandes magos; mirad como amansaron las fieras de repente", y temiendo que aquel prodigio moviera a muchos a convertirse a la fe de Cristo, mandó que los gladiadores los degollaran a las puertas del recinto. Así se hizo, y luego tomaron los cuerpos y arrastrándolos, los ataron a de la estatua del Sol y allí los ataron. Estuvieron los santos cuerpos tres días sin ser spultados, hasta que un subdiácono de nombre Quirino se los llevó a la tercera noche y los enterró en una caja de plomo en su propia casa. 

Culto y reliquias.
En tiempos de Constantino, las reliquias fueron halladas y sepultadas con honor en el cementerio de Ponciano (hecho que recoge el martirologio pseudojeronimiano a 30 de julio), donde consta que tuvieron culto, como demuestran su sepulcro y frescos que aún se conservan. En el siglo VI las reliquias se trasladaron a una iglesia construida en dicho sitio. La segunda traslación que consta se hizo en 828, cuando Gregorio IV donó una parte de los cuerpos de ambos santos a la iglesia de San Marcos, en Roma y allí se veneran actualmente. Otra parte a la abadía de San Medardo de Soissons, donde estuvieron hasta que los hugonotes las profanaron y quemaron en el siglo XVI. Desde esta abadía se extendió su culto a Francia y a España, donde son venerados principalmente en la zona mediterránea como abogados de las cosechas, el buen tiempo y contra el granizo, "la pedra", como se dice en valenciano. Unas supuestas cabezas de ambos santos se veneran en Sagunto, Valencia, donde he tenido la oportunidad de honrarlas.

Fuentes:
-“Las iglesias de Roma con todas las reliquias y estaciones”. FRANCISCO DE CABRERA Y MORALES.
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". JuLio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Barcelona, 1865.
-"Diccionario de los Santos" C. LEONARDI, A. RICCARDI Y G. ZIARRI. Ed. San Pablo. Madrid, 2000.
-"Vidas de los Santos". Tomo VII. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.

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