Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Santos Patermucio, Copretes, y Alejandro, mártires.

De santos sabios y mártires.

Ramón Rabre

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Santos Patermucio, Copretes y Alejandro.
Santos Patermucio, Copretes y Alejandro.

Santos Patermucio, Copretes, y Alejandro, mártires. 9 de julio.

Para entender esta leyenda, hay que dividirla en dos, pues ella misma se divide de manera abrupta y sin un lazo entre ellas.

Parte I.
Imperando Juliano "el apóstata", vivían en Egipto dos ermitaños llamados Patermucio y Copretes. Copretes, que era el más joven, dijo al anciano Patermucio: "Padre, que significa la frase de San Pablo, en su epístola a los Romanos, ‘Hubo un tiempo en que no había Ley, y yo vivía. Pero llegó el precepto, dio vida al pecado, y yo morí. Así, pues, el precepto que había sido dado para la vida me trajo la muerte’" (Rom 7, 910). Patermucio le respondió, "San Pablo no habla de sí mismo, porque él era un hebreo hijo de hebreos, y nunca vivió fuera de la ley. Él habla de la persona de Adán. Porque Dios hizo a Adán, y lo colocó en el paraíso, y Adán vivía entonces sin la ley. Pero cuando llegó la ley que prohibía el acceso al árbol, comió y murió". 

"Padre" – insistió Copretes – "Se dice en el Evangelio que una mujer tenía diez monedas de plata, perdió una y luego encendió una vela y buscó hasta que encontró la moneda perdida. ¿Puedes explicarme esta parábola?" (Luc 15, 8). "La mujer representa a la Sabiduría Divina” – le respondió el santo viejo – "las monedas que posee son los nueve coros de los ángeles, y el hombre, que se ha perdido, es la décima. Aunque el hombre estaba perdido, la Sabiduría Eterna, encarnada en Cristo, lo buscó con la luz de la fe, lo encontró y lo recuperó".

"Padre" - dijo Copretes - "He leído en el Salmo: ‘Dios se porta muy bien con Israel con los que tienen puro el corazón. Pero yo, por poco mi pie no tropieza y mis pasos casi se resbalan; yo sentía envidia de los malos, viendo lo bien que le va a los impíos’ (Sal 73, 1-3). ¿Me explicas lo que esto significa?". "Esto" – dijo Patermucio – "fue dicho por Asaf, que vivió una vida de ermitaño en una colina alta, y a sus pies había una ciudad. Y cuando él miró hacia abajo y vio a los que montaban a caballo, y se divertían, deseó descender del monte, pero un ángel detuvo sus pasos y lo envió de vuelta a la cima de la montaña, y entonces le fue dada la gracia de conocer el poco valor real de las cosas terrenas".

Y Copretes, deseoso de conocer a su Señor, continuó: "Mi padre, una vez más, dime lo que significa ese pasaje que dice ‘nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque si lo hacen, se reventarán los odres, el vino se desparramará y los odres se estropearán. El vino nuevo se echa en odres nuevos, y así se conservan bien el vino y los odres’" (Mateo 9, 17). "Aquí" – le respondió Patermucio – "el vino nuevo significa el Evangelio Los viejos odres son los judíos y los nuevos son los gentiles". "¡Sólo una pregunta más, padre!" – rogó Copretes – “Soñé que un hombre vestido de blanco descendía del cielo hacia mí, entonces apareció un hombre negro en medio de un denso humo y un fuego ardiente, y, extendiendo su mano me agarró, y yo estaba en medio del humo con todos mis pecados silbando en torno a mí. ¿Qué significa esto, padre?" Patermucio le miró con compasión y le dijo: "Significa que caerás en una gran tentación que pronto vendrá sobre ti".

Parte II.
Aconteció que en esta época llegó a Egipto el emperador Juliano, que iba de camino contra los persas. Al llegar a la Tebaida, mandó apresar a algunos cristianos y monjes y llevarles a Alejandría. Entre ellos estaba Copretes, al que conminó a renunciar a Cristo, bajo amenaza de torturas. El joven monje flaqueó y por miedo al dolor, renegó de Jesucristo. Luego fue llevado a juicio el anciano Patermucio y cuando vio a Copretes entre los sirvientes del emperador, bien vestido y rodeado de pecado, le recriminó su apostasía y le recordó el fuego eterno que le esperaba. Copretes se arrepintió de su traición y dejando la librea, corrió adonde su maestro gritando: "Confieso que no soy julianita, sino cristiano". Y Juliano mandó que Patermucio fuera echado en un horno de fuego ardiendo, y que a Copretes le arancaran la lengua con tenazas ardientes, pero cuando estas se acercaban a su boca, una y otra vez, se enfriaban. Ante esto, Juliano mandó le arrojaran al horno junto a Patermucio. Pero Dios puso su mano y apagaba el fuego cada vez que les metían en él.

Vio estos portentos un soldado que estaba presente, llamado Alejandro y confesó al Dios de los cristianos, por lo que Juliano también mandó fuera metido en el fuego, pero un nuevo portento ocurrió, y es que las llamas tocaban a los mártires, pero no los consumían. Alejandro apenas tocó el horno, expiró dulcemente, y Patermucio y Copretes fueron sacados del horno y pasados a espada, al ver que el fuego no les hacía daño.

Conclusión.
Esta leyenda mezcla diversos personajes para armar una historia. La primera parte toma al monje Patermucio, un glorioso confesor del que los menologios griegos recogen algunas enseñanzas, como las que vimos, que fue prisionero en las minas de Cilicia y al que ponen padeciendo junto a San Pánfilo (1 de junio y 16 de febrero, Iglesias Orientales), para terminar quemado vivo poco tiempo después bajo el gobernador Firmiliano. Su memoria sería a 17 de septiembre. Por su parte, Eusebio habla de este Patermucio y sus enseñanzas, pero le pone padeciendo en 310 bajo Diocleciano, terminando sus días en el fuego junto a los obispos Santos Nilo y Peleo (17 de septiembre).

Para liarla más, Rufino en su "Vidas de los Padres del Desierto" le menciona y habla que en su juventud había sido ladrón y profanador de tumbas, aunque había hecho ejemplar penitencia y se convirtió en un santo monje. Y para más inri, en el relato de Rufino es Copretes el viejo y sabio, que, además, tenía don de milagros y realizó varias curaciones y expulsó varios demonios. Pero no habla que sean mártires.

También hay que recordar que Juliano nunca fue a Egipto después de coronarse emperador y, lo más importante, no persiguió a los cristianos. Solo padecieron los soldados que no acataron sus órdenes por regresar al paganismo, pero los cristianos, seglares o eclesiásticos, no fueron perseguidos, por más que leyendas como esta lo cuenten. Es evidente que estos tres mártires corresponden a otra época, otros nombres y no son los conocidos eremitas del desierto, y de los que sí constan datos de su vida y final.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo VI. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.
 

A 9 de julio además se celebra a San Juan de Colonia, dominico mártir.

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