Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Santa Mechthildis de Diessen, abadesa.

Religiosa por amor, reformadora por obligación.

Ramón Rabre

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Santa Mechthildis.
Santa Mechthildis.

Santa Mechthildis de Diessen, abadesa. 31 de mayo.

Fue hija del conde Berthold II de Andechs y la princesa Sofía de Istria, y nació a inicios del siglo XII. Sus hermanas fueron las también religiosas Santa Eufemia de Altomünster (18 de junio) y Santa Kunissa de Andechs (6 de marzo) su hermano Berthold III fue el abuelo de Santa Eduviges de Silesia (16 de octubre), bisabuelo de Santa Isabel de Hungría (17 y 19 de noviembre) y tío abuelo de la Beata Isabel de Töss (30 de mayo). A los cinco años sus padres la entregaron al monasterio de las canonesas agustinas de San Esteban de Diessen, fundado por ellos mismos, para que la educaran. Como era una niña piadosa y muy inteligente, en breve las monjas se prendaron de ella. Cuando llegó a la juventud y tenía que volver a casa, decidió profesar como religiosa siendo esposa de Cristo y no de hombre alguno. Hasta el siglo XIX se veneró públicamente una trenza rubia que la tradición pone perteneciente a Mechthildis, y que se le habría cortado en su toma de hábito. Fue una religiosa ejemplar, atenta al cumplimiento de la regla, caritativa, orante y penitente. Fue regalada con varios dones místicos como éxtasis, revelaciones, compenetración con la Pasión del Señor, etc. También se cuenta su poder contra el demonio, que manifestó más de una vez, librando a hermanas poseídas o tentadas.

A los pocos años de haber profesado fue elegida sucesivamente como maestra de novicias, priora y finalmente abadesa, cargo que cumplió con exactitud, prudencia y gran caridad. En poco tiempo el monasterio se hizo célebre por su ciencia y santidad gracias a su labor. En 1153 el obispo Conrad de Ausburg le mandó pasase al monasterio benedictino de Edelstetten, cerca de Ulm, para reformarlo. Mechthildis se negó por humildad, y aunque el obispo le insistió, ella no obedeció hasta que el papa Anastasio IV le escribió para obligarla a aceptar:

"Anastasio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a Mechthildis, a la hija amada en Cristo, madre electa del monasterio de Edelstetten, mi Bendición Apostólica. (…) leemos que Cristo no vino para ser servido, sino a servir. Por lo tanto, debido a que obedecer es el mejor sacrificio (Heb. 2,8), y porque tiene más valor obedecer que quemar grasa de carnero, digo a Su Señoría por medio de esta carta apostólica, que de ninguna manera se niegue a aceptar el yugo de Cristo, que es, a saber, la gestión de la abadía a la que está llamada a asumir el control, por disposición de nuestro querido hermano, el obispo de Augsburg, al que usted pretende desobedecer. Vuestra Reverencia ha de saber que este mismo hermano que suplica a Nos, puede imponer censuras eclesiásticas sobre usted, si insiste en desobedecer".


Con esto, no le quedó más remedio a la santa que trasladarse a Edelstetten. Este monasterio había sido fundado como iglesia propia de la familia noble Schwabeck-Balzhausen en 1126. Había sido fundado con jóvenes de la misma familia y de otros clanes nobles y sus sirvientas. Así que no era especialmente un modelo de piedad y vida religiosa. Era casi una finca de recreo en la que la religión era algo más, y esto precisamente es lo que quería afrontar el obispo Conrad. Por supuesto que no le fue nada fácil a Mechthildis afrontar la reforma. Para empezar, introdujo la regla agustiniana, el silencio, la oración común y la pobreza, hasta donde podrían aceptarla aquellas señoras. Echó a las más rebeldes y a las que no mostraban vocación alguna, y eran las que más peleas le hacían. Fueron siete años de grandes dolores, padecimientos, luchas y además, sus propias enfermedades, que no eran pocas.

En 1156 viajó a la Dieta de Ratisbona con el fin de defender sus derechos de abadesa y los de su monasterio como casa religiosa, frente a las intromisiones de la familia fundadora, que se creía con derechos más allá de los de enterramiento y patronazgo. Allí realizó un milagro frente a Federico Barbarroja: para tentar su pobreza, le fue puesto un vino exquisito y muy caro, pero ella lo rebajó con gran cantidad de agua. El emperador comprobó la mezcla y halló que aún sin embriagar tenía un mejor sabor que todos los vinos que había probado antes.

Mechthildis regresó a Diessen a inicios de 1160, luego de presentir su pronta muerte y cansada de la lucha reformadora, en la que pocos logros cosechaba. Falleció el 31 de mayo de ese mismo año. En 1163 el cisterciense Engelhard de Klosterlangheim escribió su "vita", a petición de la familia de la santa. Es una vida en tonos laudatorios y aunque tiene suficientes datos históricos, peca de alabanzas y portentos no comprobables. En 1468 se "inventaron" las reliquias y comenzó a dársele culto público. En 1488 se trasladaron a un bello sepulcro de mármol depositado en la capilla de San Sebastián de la misma iglesia abacial. En 1698 se pasaron las reliquias a una urna de cristal, para que pudieran verse, y así están actualmente.

Principalmente se invoca su intercesión contra las tormentas y granizos. La razón es que su memoria ocurre a últimos de mayo, con clima tempestuoso e inestable para las cosechas.


Fuentes:
-"The Oxford Dictionary of Saints". DAVID HUGH FARMER. Oxford, 1998.
-"Dix mille saints: dictionnaire hagiographique". A. SIGIER. 1991.


A 31 de mayo además se celebra a Santa Petronila de Roma, virgen.

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