San Federico de Lieja, obispo.
El obispo sitiador.
San Federico de Lieja, obispo. 27 de mayo.
Inicios del siglo XII y la pugna de "las investiduras" entre la Iglesia y el Sacro Imperio Germánico: Por un lado San Gregorio VII (25 de mayo), y por otro el emperador Enrique IV enfrentados por la cuestión del nombramiento de obispos. El papa se levanta como único autorizado para nombrar o confirmar y deponer o aprobar la dimisión de los prelados. El emperador pretende esa prerrogativa para él, ya que los obispos gobiernan en sus dominios y no en los del papa. Con la muerte de ambos personajes el asunto no se arregló, y es aquí donde entra nuestro santo:
Federico era el Deán de la catedral de Lieja cuando murió el obispo, en 1119. Antes que pudieran elegir un nuevo obispo, Alejandro, uno de los canónigos de la catedral y su tesorero, apoyado por Godofredo, conde de Lovaina, compró al emperador su nombramiento como obispo de la sede vacante. Enrique V le entregó el anillo y el báculo y le envió a Lieja. Pero Federico reunió al Capítulo catedralicio y a todo el clero de la ciudad para hacer frente al obispo simoníaco e impedirle tomar la sede. El arzobispo de Colonia apoyó a Federico, ordenando que por ningún motivo se permitiese a Alejandro la entrada a la catedral y que, además, el clero eligiera un obispo con los procedimientos canónicos establecidos. El clero estaba dividido, una parte pretendía no enemistarse con el poderoso conde de Lovaina y aceptar a Alejandro, para luego esperar la decisión del papa, y otra parte estaba decidida a no aceptar a un obispo corrupto, y abogaban por Federico como obispo. Como no se ponían de acuerdo, Federico fue a Colonia, donde el arzobispo de Colonia confirmó su elección.
Tan pronto como fue consagrado obispo, Federico regresó descalzo como un penitente a Lieja, para tomar posesión. Alejandro no había entrado a la ciudad y estaba refugiado en el castillo de Huy. Federico y su hermano, el conde de Namur, asediaron el castillo durante días, pero conde de Lovaina envió tropas y ambos bandos entablaron batalla. Todo un día duró la lucha, hasta que aprovechando el desorden, Alejandro huyó del castillo, que se sometió a Federico y los suyos. El santo tomó su sede, pero el conde de Lovaina, enfurecido por su fracaso, sobornó a un clérigo de la catedral, que envenenó a Federico en 1121. Aunque hay que decir que su primera "vita", escrita por el monje Renier del monasterio de San Lorenzo de Lieja, no dice nada del envenenamiento. No consta su culto ni su mención en el martirologio romano hasta el siglo XVI.
Ah, y el asunto de las investiduras se solucionó a favor de la Iglesia precisamente poco después gobernando Enrique V y Calixto II.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo V. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.