La Traslación de San Juan de Mata.
Sepultado, venerado, robado y trasladado.
La Traslación de San Juan de Mata. 7 de mayo.
Introducción.
El cuidado y la veneración de las reliquias en ocasiones suelen verse como elementos ajenos a la fe cristiana, incorporados a la devoción a lo largo de los siglos, sin que forme parte de la tradición apostólica. Nada más lejano de la realidad. Los cuerpos de los Apóstoles ya fueron sepultados con dignidad y veneración. El del protomártir San Esteban igualmente. A los primeros cristianos ya se les ve recogiendo los cuerpos, sangre y paños empapados en esta, de sus mártires. Los sepulcros de los mártires en las catacumbas se convierten en sitios de reunión y veneración. Sobre ellos se celebra el santo Sacrificio del altar. San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias), por ejemplo, las visitaba todos los domingos cuando estaba en Roma. Allí meditaba y oraba. También San Paulino de Nola (22 de junio), narra cómo vio el cuerpo de San Hipólito en el cementerio de Santa Ciríaca, y que allí se decía la misa, y se besaba el sepulcro especialmente cuando se recordaba el "dies Natalis" o sea, el día del nacimiento para el cielo del santo en cuestión.
Además, de otros santos se celebra la "traslación", o sea, que las reliquias se llevaban solemnemente a otro sitio donde eran veneradas públicamente. Hay que diferenciarlas de las peregrinaciones de reliquias, abundantes en otras épocas, defenestradas hace unos años y en auge desde hace unos pocos (peregrinaciones mundiales de Francisco Javier, Juan Pablo II, Teresita, Margarita María de Alacoque, o Juan Bosco). Las causas de una traslación solemne podían ser varias, como donación a una iglesia; devolución de reliquias robadas o trasladadas previamente por peligros de profanación o guerras; o traslado a un nuevo santuario o mausoleo. Las primeras que conocemos datan del siglo IV, llegada la paz de Constantino, cuando se levantan iglesias dedicadas a las memorias de algunos mártires y sus reliquias se trasladan desde las catacumbas hasta sus nuevos emplazamientos. A partir del siglo XI las traslaciones se hacen más frecuentes, algunas relacionadas con sucesos que fuerzan el traslado, como invasiones, destrucción de la iglesia que guarda las reliquias, etc. Pero también se dan a la inversa, y son las más frecuentes, o sea, cuando las reliquias regresan solemnemente a su lugar de origen.
En algunos casos la memoria de la traslación llegó a ser más importante que la memoria del "dies natalis", opacándola o suprimiéndola (San Remigio o San Fermín, ambos en el este caso). En otros santos, se tomó como festividad, al ser la única o más antigua referencia de culto que se conocía (San Materno o Santa Rosa de Viterbo). Las órdenes religiosas más importantes celebran, o celebraban, traslaciones de algunos de sus santos. Los dominicos las de Santo Tomás de Aquino el 28 de enero y la de San Pedro Mártir a 4 de junio, los benedictinos la de San Benito a 11 de julio, y los Trinitarios la de su santo Padre, San Juan de Mata, y que nos ocupa hoy:
Las reliquias de San Juan de Mata.
San Juan de Mata (17 de diciembre), fundador de la Orden de la Santísima Trinidad para la redención de los cautivos cristianos, murió en el Santo Tomás in Formis, Roma, el 17 de diciembre de 1213. Fue enterrado en un sepulcro de mármol en la iglesia conventual, en el que grabaron este texto:
"En el año de la Encarnación del Señor, 1197, en el pontificado del señor papa Inocencio III, en el primer año, el 17 de Diciembre, por señal de Dios fue instituida la Orden de la Santa Trinidad y de los Cautivos por el hermano Juan, bajo propia Regla, concedida a él por la Sede Apostólica. Fue sepultado el mismo hermano Juan en este lugar, el año del Señor 1213, el mes de diciembre, el día 21".
Pérdida y abandono de las reliquias.
Más de 150 años veneraron los religiosos las reliquias de su amado fundador. En 1378 comenzó el cisma de Occidente, y la Iglesia quedó escindida en dos facciones u obediencias; una a Urbano VI, papa italiano y otra a Clemente VII, antipapa francés. El General de los Trinitarios y los religiosos franceses se pusieron de parte del antipapa, lo que provocó que en 1379 Urbano VI echara a los religiosos trinitarios de Roma, y les expropiara su querida casa de Santo Tomás in Formis. El convento pasó a manos del Capítulo Canonical de la basílica de San Pedro del Vaticano, y allí quedaron las santas reliquias. En 1417, llegado el fin del cisma con la elección de Martín V, el convento no regresó a sus dueños, sino que siguió siendo propiedad de San Pedro. En el siglo XVI el convento e iglesia amenazaban ruina, por lo que el General de la Orden pidió a San Pio V (30 de abril) les devolviese el convento, para restaurarlo y dar debido culto a su Fundador. Pío V mandó al Capítulo de San Pedro que devolviera el convento a sus dueños, y así se habría hecho si el santo papa no hubiera fallecido el 1 de mayo de 1572. Los capitulares anularon dicho mandato, impidiendo que los trinitarios volvieran a Santo Tomás in Formis.
Drástica recuperación.
El malestar por el abandono del sepulcro del santo fue colmando la paciencia de los religiosos trinitarios. En 1598 San Juan Bautista de la Concepción (14 de febrero) escribirá: "sienten sus religiosos tan gran amor hacia el Fundador que, si pudieran ir millares de leguas por buscar sus santas reliquias fueran". En el siglo XVII se comenzó a promover la canonización equivalente de Juan de Mata. Para estas fechas tres comunidades trinitarias están establecidas en Roma: San Carlino “alle Quattro Fontane”, con trinitarios descalzos, en Santa Francisca Romana los calzados y los trinitarios reformados franceses, establecidos en San Dionisio. Vamos, que por convento no era. Su interés estaba ceñido al cuerpo del santo, abandonado en el casi derruido convento. Hartos de aquello, el 18 de marzo de 1655 los trinitarios calzados Gonzalo de Medina y José Vidal van a Santo Tomás in Formis, rompen una ventana de la iglesia, abren la sepultura y toman los huesos de San Juan de Mata. En su lugar dejaron un papel que decía que robaban las reliquias movidos por el celo por la Orden, y el dolor que les provocaba el ver los huesos del santo en una iglesia que no era la apropiada, estando medio derruida. Guardaron las reliquias en un arca forrada de brocado y la sellaron.
En el convento de los calzados recibió el santo la primera y furtiva veneración de sus hijos. Luego las llevaron secretamente al hospital de Santiago de los españoles, Roma, y desde allí llevadas en secreto a Madrid. En España y con la protección real estarían a salvo de las iras de los capitulares de San Pedro. En Madrid el Nuncio Camilo de Maximis, las reconoció oficialmente, selló el arca y depositó piadosamente las reliquias en la capilla de la Nunciatura. En 1686 los frailes descalzos reclamaron las reliquias para sí, para darles la debida veneración pública, aunque antes pidieron y obtuvieron la certificación de autenticidad de las mismas por Inocencio XIII, el 16 de septiembre de 1721. Entonces las reliquias se dividieron entre los calzados y los descalzos, y algunas porciones se llevaron a Roma (a San Pedro y a Santo Tomás in Formis), a Tolosa y Portugal.
Traslación solemne.
En 1722 los trinitarios descalzos depositaron las reliquias en una bella urna barroca de plata y pedrería y el 7 de mayo del mismo año la trasladaron solemnemente a la iglesia madrileña de la Santísima Trinidad. Fue una traslación rodeada de fastos, novena y predicación. Dicha iglesia es la actual "Jesús de Medinacelli". Los calzados hicieron lo propio el cuarto Domingo de Pascua del mismo año, trasladando con solemnidad sus propias reliquias a su iglesia de La Trinidad, Atocha. En 1835, con la exclaustración de los religiosos, ambos relicarios pasaron a las Madres Trinitarias de Madrid. Y allí quedaron. En el período de la república española, ante el clima persecutorio, las monjas escondieron las reliquias en la casa de los señores Navarro Reverter. De allí fueron robadas en la guerra civil. Y se creían perdidas cuando luego de la contienda, aparecieron en el sótano de la antigua catedral de Madrid, San Isidro. Las monjas reclamaron las reliquias del santo, y con ellas estuvieron hasta 1966, cuando los frailes trinitarios de Salamanca las reclamaron y las obtuvieron, dejando antes algunas porciones a las trinitarias y enviando un omóplato a los trinitarios de Roma. Actualmente se pueden venerar en dicha parroquia de San Juan de Mata de Salamanca, en la misma urna construida en el siglo XVIII para la traslación del 7 de mayo de 1722, acontecimiento que aún celebra la Orden a día de hoy.
Sobre otras traslaciones podéis leer este artículo.
Fuente:
-http://meditacionestrinitarias.blogspot.com.es