Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Santa Natalia de Nicomedia, esposa.

Natalia ante la tumba de Adrián.
Natalia ante la tumba de Adrián.

Ramón Rabre

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Santa Natalia de Nicomedia, esposa. 4 de marzo, 26 de agosto, 8 de septiembre, y 10 de diciembre.

Según el Acta Sanctorum, Butler y otros, desde muy antiguo ya aparece su nombre, sea sola o en compañía de su marido Adrián, en varios martirologios. El Pseudo-jeronimiano la pone a 4 de marzo. Mientras que Adón, Usuardo y otros la ponen a 8 de septiembre (día en el que ha pasado al martirologio romano). Los menologios griegos la recogen y celebran sola, a 26 de agosto, mientras que el 10 de diciembre aparece junto a Adrián. Los hechos de su “vida” la recogen las Actas Griegas, más o menos confiables, si descontamos los evidentes añadidos posteriores con vistas a elogiar la fe cristiana.

Estas fuentes dicen que Adrián y Natalia vivían en Nicomedia cuando Maximiano mandó apresar a los cristianos de la región para que sacrificaran cumpliendo la ley. Adrián era oficial y al ver la entereza de los condenados se convirtió públicamente, por lo que también fue apresado y encerrado en la cárcel. Natalia, que era cristiana, aunque en lo escondido y catecúmena aún, fue a verlo a la cárcel, contenta por su conversión. Allí le consoló, curó sus heridas y, besando sus cadenas, pidió recibiera la instrucción de los otros cristianos presos.

Adrián fue condenado a muerte, como los demás cristianos, por lo que pidió, y obtuvo la gracia de despedirse de Natalia. Cuando ella lo vio aparecer, pensó había sido liberado por su apostasía de la fe cristiana y se negó a recibirlo. Adrián le sacó de su error y luego de despedirse, volvió a la prisión, a la que ella misma le acompañó. Allí lavó las heridas de los prisioneros y les confortó. Adrián y los demás fueron sometidos a varios tormentos y al terminar, Natalia le acompañó a la prisión “sosteniendo su cabeza en sus brazos, contra su pecho, y limpiándose el sudor de la agonía de la frente amada con su velo (…) le bendijo con sus labios, le limpió la sangre, y ungió todo su cuerpo con sus manos suaves” dicen las actas, románticamente. Así, por varios días, tormento y consuelo continuamente. Este atormentar-consolar, puede parecer extraño, pero hay que recordar que lo que buscaban los jueces era que se cumpliera la ley, apostatando, si era necesario. Los tormentos no buscaban matar al reo, por eso eran por un tiempo y se le regresaba a la cárcel. Tampoco es raro la visita de familiares, al contrario, estos podían influir y doblegar en la voluntad del preso más que los tormentos. Pero el juez ordenó que las mujeres de los presos no fueran admitidas de nuevo en la prisión, puesto que no hacían desistir a los cristianos, sino que les alentaban aún más. Y Natalia, más lista que él, se cortó los cabellos, vistió de hombre y sobornó al carcelero para la dejara pasar, ejemplo que siguieron otras mujeres.

Finalmente, se ordenó que fueran ejecutados los cristianos. Al ir al martirio, Natalia pidió al verdugo que Adrián fuera el primero en ser martirizado, pues temía que la visión de la muerte de los demás, le debilitara a él y a ella misma. Y aún más, ella misma puso amorosamente los pies de su esposo en el yunque sobre el cual se triturarían los pies y manos a Adrián. El verdugo cortó los pies, y Natalia, dijo a Adrián: "siervo de Cristo, si aún vives, extiende tu mano hacia mi". Él extendió la mano, ella la tomó y al ser cortada, la mantuvo junto a si misma, escondiéndola en su vestido. Finalmente, los 24 mártires fueron quemados, aunque una fuerte lluvia impidió que los cuerpos fueran calcinados y varios verdugos fueron muertos por un rayo. Esa noche, los cristianos tomaron los cuerpos y los enterraron.

Al poco tiempo, Natalia fue pedida en matrimonio por un Tribuno, y ella le pidió tres meses para pensarlo, pero en realidad planeó su huida. Se embarcó hacia Bizancio, con la preciada reliquia del brazo de su esposo, ya que los restos de los mártires habían sido transferidos allí, así que estaría junto a la tumba de su esposo. En pleno viaje se desató una tormenta, en medio de la niebla surgió un barco que pretendió guiar al barco de Natalia por el camino “correcto”. Entonces, se les apareció San Adrián señalando al lado contrario, por lo que Natalia conminó al timonel a tomar hacia ese sitio. Así lo hizo y desapareció el barco infernal. Llegados a Argiópolis, que no a Bizancio, Natalia visitó la tumba de su esposo y los mártires, dejando allí la mano de su esposo. Se arrodilló junto a la tumba, y allí falleció dulcemente. Fue enterrada junto a Adrián y los mártires.

Culto y reliquias.
Las reliquias de Santos Adrián y Natalia ya aparecen en Roma en el siglo VII (donde, en teoría estaría el cuerpo entero de San Adrián aún hoy, en la iglesia dedicada a su nombre). Y luego, ocurre un desperdigar de reliquias, que ya no permite seguirles la pista. Al parecer, una parte fueron donadas por Juan VIII al monasterio de San Pedro de Estonca. En el monasterio de San Claudio de León, se conservarían un brazo de Adrián y uno de Natalia. Por otro lado, reliquias suyas había (¿o hay?) en una antigua abadía, cerca de Oviedo, otras en Balneare, cerca de León y otras más Cellas, cerca de Lisboa. La iglesia de Hainaut, Bélgica, dice tener los cuerpos enteros, donados ¡por familiares descendientes de Adrián! La mandíbula y parte de un brazo, estarían en Colonia, mientras que Praga tiene el cuerpo entero, menos un brazo (según dicen allí, es el que se quedó Natalia, pero esto fue solo una mano). En Gante tienen un cuerpo, una cabeza hay en Bolonia, un brazo en Lobbes, parte de un brazo en Floreffe, un diente en Flandes, algunos huesos en Agincourt, otros en Douai, y otros más en la catedral de Brujas y en la iglesia jesuita de Mecheln. Y, para completar, Enrique II, emperador de Alemania, afirmaba usar la espada que había sido de San Adrián.

En realidad, es probable que todo esta leyenda de romance y martirio sea la reconstrucción de la vida de una piadosa y desconocida mujer, que haya enterrado cuerpos de mártires y a la que se le haya dado una "vita", ligada a las reliquias que veneraba. No lo sabemos.

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