San Convoyon, abad.
San Convoyon, abad. 28 de diciembre y 5 de enero (en Quimper).
Convoyon, nació de padres nobles en Comblessac, y se crió en Vannes, bajo bajo la tutela del obispo Reginald, quien al llegar a los 17 años le ordenó diácono y después sacerdote. En 832 aún era un joven presbítero cuando con cinco amigos decidió retirarse a la vida monástica. Se fueron a un bosque en Rhedon, cerca del río Vilaine. El señor de ese distrito, llamado Rathwyl: apoyó la fundación desde el primer momento, lo dotó de tierras e beneficios y cuando estaba establecido, envió a un hijo mayor a educarse allí. Luego de su muerte ese mismo año, Convoyon se enfrentó al nuevo señor, que no quiso confirmar las rentas y privilegios del monasterio Pero San Convoyon reunió con alguna dificultad en obtener una confirmación de las subvenciones lo hizo. Clamó ante el rey Luis el Piadoso, pero Pero Ricovinus, y Rainar, conde y obispo de Vannes, respectivamente, le echaron de la corte.
Convoyon no desistió y se fue a Tours, sabiendo que el rey pasaría por allí en su camino de regreso de Aquitania, para volver a intentarlo. Allí se hizo acompañar de unos nobles bretones que iban por sus propios asuntos, les interesó en su causa y estos prometieron defenderle. Tenía Convoyon una buena cantidad de cera de gran calidad, producida por sus abejas, y como finalmente tampoco pudo ver al rey, envió a su discípulo Cwmdeluc a que la vendiera en el mercado. Allí tuvo el pobre monje una mala experiencia: una mujercilla fingió conocerle de “toda la vida” y se lo quiso llevar a su casa, que era de prostitución. Le agarró por el brazo fuertemente cuando de pronto, un enjambre de abejas le fue encima, protegiendo al religioso, que escapó como pudo. Nominoe, gobernador de Bretaña, visitó el monasterio de Rhedon y alentó a Convoyon hacer otro intento con el rey Luis. Le sumó a una delegación que él iba a enviar al rey en Thionville. Además, le dio un trozo de tierra para labranza entre los ríos Vilaine y Oulte. Finalmente, en presencia del rey Luis, los obispos de Aleth y Quimper, defendieron su causa, atestiguando que Convoyon había recibido esas donaciones del señor de Rhedon y Luis confirmó las concesiones de tierras hechas a Convoyon, el 27 de noviembre de 834.
Otras anécdotas se nos cuentan del santo y sus discípulos. Una dice que habiendo invadido las orugas la huerta del monasterio, el Hermano Conleduc las amonestó diciendo “No puedo convocar una legión de jardineros para echaros de mis plantas, pero si puedo invocar a Dios en mi ayuda", con lo que las orugas huyeron. Del Hermano Fritwen, nos dicen que padecía de terribles dolores de muelas, y solo acariciarle la mejilla Convoyon, sanó completamente. Del Hermano Doethen sabemos que quiso volver al mundo, y cuando iba a tomar el hábito quedó paralítico. El tiempo que estuvo enfermo lo empleó en oración y cuando decidió quedarse en el monasterio, sanó completamente.
Una graciosa historia narra que cuando el monasterio de Rhedon fue construido, su iglesia quedó incompleta, pues no había ninguna reliquia de algún santo para venerar y que hiciera milagros. Para remediar esto, Convoyon fue a Angers con los monjes Hildemar y Lonkemel, y se alojaron con un hombre piadoso llamado Hildwald. Este les preguntó el motivo de su viaje y luego de exigirle que lo guardaría en secreto, Convoyon le confesó que venían a por los huesos de San Apotemio, obispo (3 de marzo), que yacía en un pesado ataúd de piedra. Hildwald les dijo que ya varios monjes y prelados habían intentado llevárselo, pero no había tenido éxito. Tres días esperaron Convoyon y sus monjes, y a la tercera noche, noche cerrada, se fueron a la catedral con palancas de hierro. Allí cantaron himnos y salmos, y la tapa del sarcófago se abrió como mantequilla, pudiendo los tres religiosos tomar los huesos y salir pitando. Llegados a Langon, organizaron una procesión y las reliquias entraron solemnemente en Rhedon. Y pronto San Apotemio agradeció aquella traslación, pues realizó estupendos milagros, a decir del biógrafo de San Convoyon.
Rainar, obispo de Vannes y anterior enemigo de Convoyon, murió en 837, y la sede fue ocupada en 841 por el obispo Susanno, que concedió algunas órdenes sagradas pecando de simonía. Convoyon se llenó de indignación por la prevalencia de la simonía en la Iglesia de la Bretaña, e instó a Nominoe para que convocase a un concilio de obispos y abades que remediaran tan nefando pecado. En este concilio se leyeron los cánones contra la simonía, y los obispos acusados de vender las órdenes sagradas declararon que no las vendían, sino que habían aceptado las cuotas o rentas que los candidatos a diáconos y presbíteros les ofrecían. Y aún más, lo explicaron defendiendo ese derecho a recibir rentas. El más enérgico en mantener este derecho fue Susanno. Nominoe decidió enviar una delegación a Roma, formada por el mismo Susanno de Vannes y Félix de Quimper, a los que Convoyon debería acompañar. Además, Nominoe comisionó a Convoyon para que lograse que el papa le nombrase duque con derecho a corona, para lo cual le envió con una corona para que el papa la bendijera. San León IV (21 de julio) preguntó a Susanno y a Félix si habían recibido regalos cuando habían ordenado presbíteros, y ellos respondieron que si lo habían hecho, fue por ignorancia. Arsenio, arzobispo presente dijo: "Esta respuesta no es suficiente, un sacerdote no debe ignorar sus deberes". El Papa agregó: "Esto no está en conformidad con el Evangelio. Nuestro Señor dijo: ´Si la sal ha perdido su sabor, ¿con que se salará?´ Los cánones ordenan que cualquier obispo, sacerdote o diácono que ha sido ordenado por el dinero, debe ser depuesto junto con aquel que lo ordenó". Pero a pesar de esta respuesta, no estuvo muy fino en el tema San León, pues respondió a los obispos bretones que si bien las órdenes emitidas por simonía eran inválidas, no se podía deponer a un obispo sin que doce obispos atestiguaran y estuvieran de acuerdo. O en su defecto, debían ser setenta y dos testigos. Muy bonito y simbólico, pero poco práctico, por lo que los delincuentes permanecieron en sus sedes, aunque los ordenados fueron reprendidos y sus órdenes declaradas inválidas.
El papa regaló a Convoyon el cuerpo de San Marcelino, papa y mártir (26 de abril), que depositó en la iglesia abacial de Rhedon. Iglesia que fue enriquecida por Nominoe, luego de lograr que el papa le nombrase duque como quería, y se enfrentase a Carlos el Calvo, y asolara la abadía de San Florencio, que quemó hasta los cimientos, llevando los tesoros a Rhedon. Sobre 850 los normandos hacían peligrar la paz en el monasterio de Rhedon, por lo que Convoyon trasladó la comunidad a un castillo regalado por Nominoe en Erispoe. Allí murió el santo abad, en 868. En el siglo XII regresaron los monjes a Rhedon y trasladaron las reliquias de San Convoyon, pero en la Revolución Francesa fueron destruidas por un monje apóstata que se unió a los sans-culottes y con ellos destruyó el monasterio.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.