Santa Romana de Beauvais, virgen y mártir.
La leyenda de Romana surge para dar historia a la única memoria que de ella se conoce, que es una mención en antiguos martirologios de la diócesis de Beauvais, en que aparece mencionada junto a San Luciano o San Justo. Pero es eso, una leyenda. Según esta, Romana era de origen noble, convertida al cristianismo muy joven y que había realizado un voto de castidad esperando Dios le revelara su misión. Y esta le llegó al conocer a San Dionisio (9 de octubre) en Roma, mientras este visitaba al papa S
Santa Romana de Beauvais, virgen y mártir. 3 de octubre.
La leyenda de Romana surge para dar historia a la única memoria que de ella se conoce, que es una mención en antiguos martirologios de la diócesis de Beauvais, en que aparece mencionada junto a San Luciano o San Justo. Pero es eso, una leyenda. Según esta, Romana era de origen noble, convertida al cristianismo muy joven y que había realizado un voto de castidad esperando Dios le revelara su misión. Y esta le llegó al conocer a San Dionisio (9 de octubre) en Roma, mientras este visitaba al papa San Clemente (23 de noviembre). Una vez enviado Dionisio a la Galia, Romana le siguió junto con 11 vírgenes, para ayudar a Dionisio y sus compañeros (Rústico, Luciano, Eleuterio, etc.) en su misión apostólica. Algunas quedaron con misioneros, otras fundaron monasterios, las últimas fueron Santas Leoberia y Benedicta (8 de octubre), martirizada la primera en Laon y la segunda en en Origny.
Romana se unió a los misioneros Santos Luciano, Maximiano y Julián (8 de enero). Su celo y entusiasmo por la fe les daba gran apoyo a los apóstoles. Oraba, hacía la caridad, cuidaba de las jóvenes y las instruía para que recibieran el bautismo. Después del martirio de los tres presbíteros ella siguió misionando y convirtiendo a los paganos. Organizó el culto en torno a la tumba de los tres mártires, hasta ser detenida por cristiana y martirizada. El tribunal pensó sería fácil doblegarla, pero nada, fue una invicta mártir de Jesucristo. El cuerpo fue abandonado, pero los cristianos lo recogieron y lo enterraron, haciendo de su sepulcro un sitio de reunión y oración. En el siglo VII un monasterio se fundó en el monte Mille, dedicado a su memoria y a la de San Maximiano. En el siglo XI se trasladaron las reliquias a la catedral de Beauvais.
Las fechas del martirio no son exactas, pues aunque la hacen seguidora de San Dionisio (siglo I), el martirio de San Luciano no fue hasta el 290, mientras que algunas de sus compañeras en otras actas aparecen martirizadas bajo Juliano el Apóstata, a principios del siglo IV.
La leyenda de Romana surge para dar historia a la única memoria que de ella se conoce, que es una mención en antiguos martirologios de la diócesis de Beauvais, en que aparece mencionada junto a San Luciano o San Justo. Pero es eso, una leyenda. Según esta, Romana era de origen noble, convertida al cristianismo muy joven y que había realizado un voto de castidad esperando Dios le revelara su misión. Y esta le llegó al conocer a San Dionisio (9 de octubre) en Roma, mientras este visitaba al papa San Clemente (23 de noviembre). Una vez enviado Dionisio a la Galia, Romana le siguió junto con 11 vírgenes, para ayudar a Dionisio y sus compañeros (Rústico, Luciano, Eleuterio, etc.) en su misión apostólica. Algunas quedaron con misioneros, otras fundaron monasterios, las últimas fueron Santas Leoberia y Benedicta (8 de octubre), martirizada la primera en Laon y la segunda en en Origny.
Romana se unió a los misioneros Santos Luciano, Maximiano y Julián (8 de enero). Su celo y entusiasmo por la fe les daba gran apoyo a los apóstoles. Oraba, hacía la caridad, cuidaba de las jóvenes y las instruía para que recibieran el bautismo. Después del martirio de los tres presbíteros ella siguió misionando y convirtiendo a los paganos. Organizó el culto en torno a la tumba de los tres mártires, hasta ser detenida por cristiana y martirizada. El tribunal pensó sería fácil doblegarla, pero nada, fue una invicta mártir de Jesucristo. El cuerpo fue abandonado, pero los cristianos lo recogieron y lo enterraron, haciendo de su sepulcro un sitio de reunión y oración. En el siglo VII un monasterio se fundó en el monte Mille, dedicado a su memoria y a la de San Maximiano. En el siglo XI se trasladaron las reliquias a la catedral de Beauvais.
Las fechas del martirio no son exactas, pues aunque la hacen seguidora de San Dionisio (siglo I), el martirio de San Luciano no fue hasta el 290, mientras que algunas de sus compañeras en otras actas aparecen martirizadas bajo Juliano el Apóstata, a principios del siglo IV.
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