Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Santoral hoy: 21 de Septiembre . Santa Efigenia la etíope.

La fabulosa leyenda carmelitana de una princesa monja.

Ramón Rabre

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Santa Efigenia, carmelita.
Santa Efigenia, carmelita.

Todo lo que leeremos aquí es legendario, sin visos de historia. Es una mezcla de leyendas autóctonas, tradición carmelitana y cultos etíopes, posiblemente pre-cristianos:

Santa Efigenia de Etiopía, princesa, virgen carmelita. 21 de septiembre.


Efigenia era hija de Egippus y Eufenisa, reyes de Etiopía, a principios del siglo I, habría que decir. Tenía Efigenia un hermano mayor, llamado Efronio. A los ocho años de la Ascensión del Señor llegó San Mateo (21 de septiembre) a la tierra de los nubios, o sea, Etiopía. Allí buscó a aquel eunuco etíope bautizado por el diácono San Felipe (4 de septiembre), que ya había regresado a su tierra y esperaba apóstoles de Cristo. Este eunuco introdujo en la corte a Mateo y sus "coajutores", que eran carmelitas discípulos de Cristo y los Apóstoles. Mateo predicó, derrotó a los magos paganos Arfaxad y Zoroes, expulsó demonios y convirtió a las gentes. Enterado el rey, tomó partido neutral, permitió la predicación del cristianismo, pero continuó prefiriendo la religión anterior, o sea, no se convirtió del todo. Sin embargo, Efigenia sí que abrazó rotundamente el cristianismo, y buscó la manera de hacerle venir al palacio para que instruyera a su padre. Como no lo lograba, enfermó de tristeza.

Sucedió que Arfaxad y Zoroes, temiendo perder su influencia, convocaron a los demonios y entraron a la ciudad dos dragones terribles que asolaron tierras y cultivos. Los magos, como los dominaban, los devolvieron al desierto de donde salieron, por lo que el agradecido rey los introdujo con grandes honores en la ciudad. Aprovechados de esto, dijeron que habría grandes calamidades si Mateo y sus ayudantes no se iban del reino y, luego, que la princesa Efigenia fuese sacrificada a los dioses. Comunicó la noticia el rey a Efigenia con gran tristeza, pero convencido de la necesidad del crimen. Esta le respondió que aceptaba, pero que le diese unos días para prepararse, con lo cual quería ganar tiempo para instruirse, bautizarse y ser mártir por Cristo, si así tenía que ser.

Consintió su padre en dejar que entrara Mateo al palacio, y al encontrarse este con Efigenia, comenzó a instruirla en la fe y, finalmente, le reveló que aunque su aceptación del martirio era grata a Dios, este disponía otra cosa para su gloria, confusión de los magos y conversión del reino. Quiso bautizarse Efigenia, pero Mateo le pidió que esperase un tiempo, para que fuera de más gloria a Dios. Y llegó el día del sacrificio. Se hizo un hoguera, se puso a Efigenia en medio, pero por más que se intentaba encender el fuego, este no se encendía. Finalmente, invocando al demonio, lograron los magos encenderlo, pero entonces, Efigenia gritó el nombre de Jesús y bajó un ángel del cielo que, desatándola, la llevó por los aires junto a su madre, dentro del palacio. El rey estaba dispuesto a aceptar la supremacía de la fe cristiana, cuando los magos, en secreto, invocaron a los dos dragones, que aparecieron de nuevo, lo cual hicieron ver que era un castigo de los dioses. Pero no contaban con que apareció San Mateo y pidió al rey intervenir. Así, el santo se enfrentó a los dragones, que ya entraban por la ciudad.

Llegados a la Plaza Mayor, se abalanzaron contra el apóstol, pero este hizo la señal de la cruz, y los dragones vinieron mansos a sus pies, y se echaron como corderitos. Las turbas quisieron linchar a los magos, pero Mateo no lo permitió, bajo promesa de ellos de que se convertirían. Y mandó a los dragones que se fuesen y nunca más volvieran. Como así fue. Pero no terminó la cosa ahí. Aún estaba el pueblo festejando, cuando murió el príncipe heredero, Efronio. El rey, aún creyente en los magos, los mandó llamar en secreto, para que revivieran a su hijo, cosa que no sucedió, por lo que mandó a encarcelarlos (aunque escaparon y fueron a Persia donde murieron aplastados por un templo pagano que se les vino encima). Efigenia llamó a Mateo que, revivió al príncipe. Ante esto, el rey se convirtió formalmente, mandó quemar los templos de los ídolos, levantar templos a Jesucristo, y ordenó que todos fueran catequizados y bautizados. Los carmelitas acompañantes de San Mateo pudieron fundar su primer convento en el África. Se levantó una hermosa catedral dedicada a la Resurrección del Señor, en la que Mateo asentó cátedra y enseñaba a la familia real y su corte.

Pasado un tiempo, Efigenia quiso hacer algo más por Dios, definir lo que este querría de ella y un día, en un éxtasis, Dios le reveló. "Efigenia, si pretendes saber el conveniente modo de agradarme según mi divina voluntad, te has de hacer Generalísima de un ejército de vírgenes pobre, obedientes y castas, que renunciando voluntariamente al siglo, consigan la fortuna de ser esposas mías". Comunicó a San Mateo esta revelación y este le explicó lo que significaba la virginidad, la vida monástica y de como podría servir a Dios así; y que era voluntad de Dios se fundase un monasterio de religiosas en la ciudad. Consintieron sus padres, que antes pensaban casarla, y pusieron todos los medios para construir el monasterio. Y mientras tanto, Efigenia comenzó a buscar a sus compañeras entre las convertidas más castas y santas. En poco tiempo tuvo 200 compañeras. Llegó el día de la consagración y San Mateo les dio el hábito marrón, la capa blanca y el velo negro en la catedral, para, luego de exhortarlas, llevarlas en procesión hasta el edificio monástico. Y ya aquí nos la hacen carmelita, pues vivirían esta Regla traída por los compañeros de San Mateo y que en adelante, serían sus superiores y directores.

Al poco tiempo de entrar al monasterio murieron sus padres y un tío suyo, pagano, llamado Histarco se levantó contra el reino y contra Efronio, príncipe heredero. Además de los desmanes y crímenes, llegó a prender al príncipe y encerrarle en una torre, para someterle y hacerse con la corona etíope. De nada valían las exhortaciones y amenazas de San Mateo, por lo que Efigenia, con gran pena decidió abandonar temporalmente la clausura para plantarle cara al usurpador. Así que luego de noches de vigilias, oración y penitencias, se fue adonde el tirano y le habló con palabras tan encendidas que le dejó confundido, arrepentido y le prometió cesar en sus injusticias y liberar al príncipe, sin pretender reclamarle el reinado. Pero el demonio le tentó de otra manera y, apareciéndole a Histarco, le hizo ver que sería ventajoso para él convertir a Efigenia en su mujer, para tener acceso al poder. Para nada le importaba que fuera una virgen consagrada, así que comenzó a visitarla para “pedirle consejos”, hasta que se atrevió a proponerle hacerla su esposa y la gran reina de Nubia (Etiopía), pasando por encima de Efronio. Efigenia quedó espantada al oír aquello, aunque ya sabía por revelación que las visitas de su tío no iban por buen camino. Lloró aquel atrevimiento de su tío, al que tachó de blasfemo por pretender a una virgen consagrada.

Histarco recurrió a San Mateo, prometiéndole darle medio reino si convencía a Efigenia, ya que tanto ascendiente tenía sobre la princesa. San Mateo fingió acceder, y le invitó fuera a la catedral el siguiente domingo, donde predicaría sobre el matrimonio, para convencer a Efigenia, a la que invitaría igualmente. Y llegó el domingo, y San Mateo predicó sobre la grandeza del matrimonio, con satisfacción de Histarco. Gozo que se transformó en ira cuando san Mateo se giró a él y le dijo: “habéis oído las excelencias de un sacramento, que se puede solicitar por medios lícitos, pero no por reverencias y sobornos escandalosos a la ley de Dios. Decidme, si hubiese un imprudente vasallo que presumiese robar la Esposa de su monarca y señor, habiéndose celebrándose los desposorios, ¿no haría a su soberano una grandísima ofensa y no merecería la pena capital por esta osadía? Esta es la razón por la que estando a Jesucristo, Señor de los monarcas, consagradas las religiosas no pueden contraer con hombre alguno matrimonio: porque haría a su señor y creador la mayor de todas las injurias”. Salió Histarco de la catedral muy airado, y apenas terminaba los oficios el apóstol, envió un sicario y allí, al pie del altar, le dio un golpe mortal y lo dejó muerto (o vivo para Cristo), derramando toda su sangre por la Verdad.

Regresó Efigenia al monasterio, donde Histarco le hizo llegar que si no se casaba con él, le esperaba el mismo fin que a su maestro, sumándole antes penosos tormentos. Efigenia le mandó responder que ya podía comenzar a torturarla cuando quisiera, que su voluntad seguiría siendo la misma. Contrató Histarco a varios nigromantes y paganos, para que por medio de hechicerías doblegasen la voluntad de Ifligenia. Pero nada podía con la fe de esta. Así que cansado el malvado mandó prender fuego al monasterio, pero no contaba con Cristo, que no deja desamparados a sus fieles. Cercaban las llamas a casi todo el monasterio cuando Efigenia hizo una profunda oración y de pronto desapareció el fuego, trasladándose al palacio del impío y abrasando todos sus tesoros. Histarco, que estaba fuera y quedó vivo no pudo soportar aquello y se clavó un puñal en el pecho y murió desangrado y su sangre bebida por los perros.

Ya en paz, y de vuelta a su retiro, Efigenia sobresalía por encima de sus hermanas. Tenía altísima oración, se ejercitaba en la obediencia, aunque era la abadesa y no le faltaban penitencias por hacer. Era humilde y nunca trataba a sus religiosas como inferiores, sino como hermanas. Acometía los trabajos más serviles, atendía y trataba a todas por igual. Caridad, penitencia, y oración. En esto se puede resumir su vida. Al final de esta, tuvo la revelación de parte de Dios que pronto se reuniría con Él. Cayó enferma, con desolación de sus monjas y del reino etíope, que pronto se prestó a acompañarla en su tránsito desde los exteriores del monasterio. Efigenia se despidió de sus hijas espirituales, recordándoles su condición de “hijas de la Virgen Madre, tal como las quería el santo profeta Elías”. Se despidió de Efronio, su hermano ya rey, aconsejándole que siempre rigiera según la norma del Evangelio de Cristo. Luego de esto, mandó la despidieran de su pueblo, a cuyas oraciones se encomendó. Quedó en paz y suavemente se reclinó para siempre en el regazo de Dios.

Nueve días duraron los funerales, para ser enterrada al cabo, en la iglesia del monasterio. Aunque nunca ha sido canonizada, su nombre fue incluido en el martirologio romano, lo cual es algo. Su culto en la Orden del Carmen comenzó en Andalucía y Portugal, principalmente en los conventos de Cádiz, Sevilla y Lisboa. De aquí llevaron los carmelitas de la Antigua Observancia el culto a América, especialmente a Brasil, donde la presencia de los esclavos aumentó su devoción, junto a la de San Elesbaam. Eran estos santos etíopes muy queridos para los pobres esclavos negros . Se le invoca contra los incendios, las llagas, las heridas incurables.

La leyenda de Santa Franca de Visalta (25 de abril) pone a Franca apareciéndosele al abad Columba junto a Santa Efigenia y Santa Cirila (28 de octubre) para revelar el sitio donde estaban las reliquias de la misma Franca.


Fuente:
-"El Carmelo Ilustrado con favores de la Reina de los ángeles" P. FRANCISCO COLMENERO. Valladolid, 1754.

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