La Trasverberación de Santa Teresa. 26 y 27 de agosto.
"Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento". (Vida 29, 13).
Con este texto anterior describe la Santa Madre un fenómeno místico cuya base es el amor entre Dios y la criatura humana. Siendo el amor de Dios inconmesurable, perfecto y puro, los efectos que causa en el alma son casi indescriptibles por el místico, que tiene que recurrir a imágenes para poder expresarlo. La santa lo vive como un dardo encendido, pero otros lo experimentarán de otra manera. Santa Margarita de Alacoque lo describe como un intercambio de corazones, donde Dios posee el corazón de la santa hasta casi suplantarlo, purificando los afectos, emociones y movimientos. La Beata Ángela de Foligno (a quien la Santa es probable leyera), lo describe como "una guadaña" que entra en el corazón una y otra vez, y la deja en plenitud de Dios. San Pío de Peltreccina lo describe con un suceso que es casi exacto al de la Santa Madre.
Otro texto de la santa, repite la experiencia como un tipo de oración, y ella misma reconoce que utiliza imágenes comparaciones cotidianas como explicación ante lo inefable del hecho y sus efectos:
"Otra manera harto ordinaria de oración es una manera de herida, que parece al alma como si una saeta la metiesen por el corazón, o por ella misma. Así causa un dolor grande que hace quejar, y tan sabroso, que nunca querría le faltase. Este dolor no es en el sentido, ni tampoco es llaga material, sino en lo interior del alma, sin que parezca dolor corporal; sino que, como no se puede dar a entender sino por comparaciones, pónense estas groseras, que para lo que ello es lo son, mas no sé yo decirlo de otra suerte. Por eso, no son estas cosas para escribir ni decir, porque es imposible entenderlo sino quien lo ha experimentado... Porque las penas del espíritu son diferentísimas de las de acá". (Relaciones 5, 17).
San Juan de la Cruz da una explicación de este fenómeno en "Llama de amor viva", y aunque no menciona a la santa Madre, es evidente que se basa en su vivencia para explicar la trasverberación del corazón:
"...la llaga del cauterio de amor no se puede curar con otra medicina, sino que el mismo cauterio que la hace la cura, y el mismo que la cura, curándola la hace; porque cada vez que toca el cauterio de amor en la llaga de amor, hace mayor llaga de amor, y así cura y sana más por cuanto llaga más. Porque el amante, cuanto más llagado, está más sano, y la cura que hace el amor es llagar y herir sobre lo llagado, hasta tanto que la llaga sea tan grande, que toda el alma venga a resolverse en llaga de amor. Y de esta manera, ya toda cauterizada y hecha una llaga de amor, está toda sana en amor, porque está transformada en amor.
Y en esta manera se entiende la llaga que aquí habla el alma: toda llagada y toda sana. Y porque, aunque está toda llagada y toda sana, el cauterio de amor no deja de hacer su oficio, que es tocar y herir de amor, por cuanto ya está todo regalado y todo sano, el efecto que hace es regalar la llaga, como suele hacer el buen médico. Por eso dice aquí bien el alma: ¡Oh llaga regalada!
Este cauterio y esta llaga podemos entender que es el más alto grado que en este estado puede ser, porque hay otras muchas maneras de cauterizar Dios al alma que ni llegan aquí ni son como ésta, porque ésta es toque sólo de la Divinidad en el alma, sin forma ni figura alguna intelectual ni imaginaria.
Pocas almas llegan a tanto como esto: mas algunas han llegado, mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus hijos [alusión a la santa], dando Dios la riqueza y valor a las cabezas en las primicias del espíritu según la mayor o menor sucesión que había de tener su doctrina y espíritu."
Pero el origen de esta forma de relación íntima con Dios y su explicación hemos de buscarla mucho más atrás. No hay que olvidar que los místicos beben de las Escrituras, y el Cantar de los Cantares fue para muchos, entre ellos la Santa, allí leemos "Vulnerasti cor meum" en Ct. 4, 9, haciendo del corazón ese "sitio" poderoso del encuentro entre Dios y el alma.
La fiesta de la Trasverberación del corazón de Santa Teresa llegó a la Orden del Carmen Descalzo en 1726 con categoría de Doble de Segunda Clase, y a 27 de agosto. Posteriormente pasó al 26, aunque Alba de Tormes, donde se custodia el corazón traspasado e incorrupto de la Santa, la celebra aún a 27. Luego de la reforma litúrgica derivada del CV II, se acentuó el carácter simbólico y místico del hecho más que el aspecto físico de la llaga visible en el corazón de la Santa. Al mismo tiempo, quedó con categoría litúrgica de memoria obligatoria para las monjas carmelitas descalzas y memoria libre para los religiosos y terciarios.
Fuentes:
-"Obras Completas". SANTA TERESA DE JESÚS. Burgos, 2002.
-"Obras Completas". SAN JUAN DE LA CRUZ. Burgos, 1991.