San Antonio de Hungría. Mártir de la castidad.
Un olvidado carmelita mártir de los tiempos recios de la Antigua Observancia.
San Antonio de Hungría, presbítero carmelita y mártir. 31 de julio.
Era este uno de esos santos que se me resistían hace años, pero como (parafraseando el conocido dicho popular) "cuando Dios quiere, no hay santo que se esconda", finalmente le he atrapado. Aunque es poco lo que he podido recopilar de este santo mártir, del que la mayoría de libros históricos o legendarios sobre temas carmelitanos callan. Ha venido en mi auxilio un “Flos Sanctorum Carmelitano”, del que me han enviado fotocopias referentes a este santo.
Según este libro, Antonio nació en Hungría, a mediados del siglo XV y muy joven entró en la Orden del Carmen. Destacó principalmente en la predicación, y los debates con los herejes que iban a verle. Predicador (y mártir por ello) de la castidad le llamaban, por su celo en prevenir la pureza de la juventud, antes que cayeran en los vicios y mil pecados más. Enseñaba que un, o una, joven que conservaba el lirio de la virginidad hasta el matrimonio, o siempre en la vida religiosa, era inmune a los desenfrenos de la juventud y se libraba de muchas tentaciones, y a otras las vencía.
Su presencia era pedida por varios obispos y presbíteros, para que predicase en sus dominios. Cuando le invitaron a Offen, ciudad llena de herejes y mahometanos, predicó, como de costumbre sobre el valor de la castidad, y su pérdida como la causa de todas las herejías y ofensas contra la fe católica. El pecado de la carne llevaba, según él, a la negación de las verdades de la fe, para complacerse en el propio pecado. Los moros que le oían predicar se la juraron y una vez terminado el sermón, fingieron querer escucharle en privado, pero lo secuestraron y le llevaron a un sitio apartado de la ciudad, donde le apedrearon, apalearon y y finalmente le abrieron la cabeza con un alfange. Temerosos de su crimen, intentaron quemar el cuerpo, que no ardía por nada, por lo cual los asesinos huyeron despavoridos.
Su martirio fue conocido pronto y su veneración tan extendida, que en 1464, tan solo dos años después, Pío II le canonizaba, y componía unos versos que fueron puestos en su oficio litúrgico:
cuius mors nostro tempore facta fuit.
Nam se cultorem Christi dum rite fatetur,
impia gens saxis enecat affra virum.
Ignibus exstinctum templarunt urere corpus,
flama tatem non est viribus usa suis”.
Y eso es todo lo que de San Antonio podemos decir, por ahora, que de santos nunca se termina de saberlo todo. Aunque su imagen aparece en varias “Apoteosis del Carmelo”, no ha tenido culto amplio, ni devoción especial en la Orden del Carmen.
Fuente:
-"Flos Sanctorum del Carmelo". P. SIMEÓN MARÍA BESALDUCH, O.Carm. Barcelona 1951.