Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

San Manuel y hermanos mártires.

Para aquel que lleva el mismo nombre que Cristo, no hay más camino que semejarse a Cristo. Todo para todos.

Ramón Rabre

Santos Manuel, Sabel e Ismael.
Santos Manuel, Sabel e Ismael.
Santos Manuel, Sabel e Ismael, hermanos mártires. 17 de junio.

Es común dar por supuesto que con la paz concedida a la Iglesia por el emperador Constantino en 313 por el Edicto de Milán terminaron las persecuciones del Imperio Romano contra los cristianos, pero esto supondría olvidarse de Juliano el Apóstata, que si ha pasado a la historia con ese apodo es porque a pesar de haber sido educado en la fe cristiana, optó por volver al culto de los antiguos dioses del Imperio, lo que implicó nuevas víctimas, entre las que se encuentran San Manuel, al que no podemos separar de sus hermanos y compañeros San Sabel y San Ismael.

La actual edición del Martirologio Romano no recoge a estos santos, pero ello no implica necesariamente que se dude de su historicidad. El Martirologio es ante todo un libro litúrgico y su catalogación no tiene un carácter exhaustivo; de ahí que anteriormente se terminara cada día su lectura pública añadiendo: “Y en otros lugares, otros muchos santos mártires, confesores y santas vírgenes”. Sin embargo, las antiguas ediciones sí recogen su elogio en estos términos:

“Los Santos Mártires Manuel, Sabel e Ismael, en Calcedonia; los cuales yendo por embajadores del rey de Persia para tratar de paces con Juliano Apóstata, quiso éste obligarlos a que adorasen los ídolos; pero rehusando ellos obedecer, y manteniéndose constantes en confesar a Jesucristo, fueron degollados”.
 
Los autores del “Acta Sanctorum”, conocidos como los Bolandistas, por haber sido el jesuita P. Juan Boland (+ 1665) el iniciador de la ingente obra de recopilar con espíritu crítico toda la documentación auténtica relativa a los santos, dedican siete páginas, en el tomo III de Junio, a recoger el texto griego y la versión latina de unas Actas de estos mártires según un manuscrito conservado en la Biblioteca Vaticana. Aunque parece ser que estas Actas son tardías, son sin embargo la fuente más importante de que disponemos sobre estos mártires y por ello la que sigue el clásico Año Cristiano del jesuita Juan Croisset

Manuel, Sabel e Ismael eran tres hermanos persas; aunque su padre era pagano, su madre, cristiana, los educó en la fe de Jesucristo con la ayuda de un presbítero. Aparte de sus virtudes cristianas y su sólida formación, poco más sabemos de su vida; únicamente, los suponemos cercanos a la corte de su soberano, al que las Actas dan el nombre de Baltano.

El texto del Martirologio que hemos citado anteriormente ya nos describe su misión: tratar de mediar ante el emperador Juliano para lograr la paz en la guerra que sostenía con los persas. Sin embargo, su misión se vio truncada por la negativa de ellos a participar en los sacrificios paganos que les exigía el emperador. Los tres hermanos trataron de hacer ver la distinción entre su misión diplomática y sus convicciones personales, pero el soberano, olvidándose de las inmunidades debidas a los embajadores, mandó ponerlos en prisión.

Continúan las Actas (y de ello se hace eco Croisset) refiriéndonos los reproches del Emperador a los santos, tildándolos de necios, y la respuesta de éstos que no dudan en despreciar a Juliano por poner su confianza en unos mudos ídolos de piedra. Tras ello, vienen los azotes por parte de los verdugos y que, colgados de un leño les rasgasen los costados y les clavasen clavos en los talones, que son acompañados por las súplicas confiadas de los mártires a Aquél que padeció en la Cruz para salvar al género humano. A las amenazas siguieron las lisonjas, hechas por separado a los dos hermanos menores y al mayor, que todos rechazaron categóricamente, por lo que fueron objeto nuevamente del suplicio del fuego en los costados. Seguidamente, el tirano mandó clavar a Manuel un clavo en la cabeza y otros dos en los hombros y que fuera llevado, amarrado junto a sus hermanos, al lugar donde finalmente serían decapitados. Era el lunes 17 de junio de 362.

Terminan las Actas señalando que la intención del perseguidor era quemar los cuerpos sagrados de los mártires para privar a los cristianos de sus reliquias, pero que se produjo un hecho prodigioso que provocó la conversión de muchos paganos: Se abrió la tierra acogiendo en su seno los restos venerados, siendo así preservados de su destrucción y posibilitando que después la comunidad cristiana los recogiera y sepultara reverentemente. Posteriormente, en tiempos del Emperador Teodosio, se edificaría una Iglesia en su honor en dicho lugar. Juliano el Apóstata murió en la guerra contra los persas y es tradición que sus últimas palabras, en referencia a Jesucristo, fueron: “Venciste, Galileo”.

Aunque sea común representar juntos a los tres hermanos mártires, en ocasiones encontramos sólo a Manuel; en estos casos lo identificamos por aparecer con los tres clavos a los que antes nos hemos referido, en la cabeza y los hombros (o más bien el pecho); algo se ha difundido su figura especialmente en Portugal por haber llevado su nombre el rey Manuel I (14691521).

Para terminar, agradecer al P. Ángel Luis Estecha su enorme colaboración en esta entrega.

Fuentes:
-“Martirologio Romano”. Coeditores Litúrgicos. Madrid, 2007
-“Año Cristiano”. JUAN CROISSET. Barcelona, 1853.
-http://preguntasantoral.blogspot.com.es/2012/06/de-san-manuel-y-sus-hermanos-y-otros.html

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