Jueves, 21 de noviembre de 2024

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San Cirilo de Jerusalén. Patriarca y Doctor de la Iglesia.

Obispo discutido, amante y defensor de la verdad, predicador y mártir del destierro.

Ramón Rabre

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San Cirilo de Jerusalén
San Cirilo de Jerusalén
San Cirilo de Jerusalén, Patriarca y Doctor de la Iglesia. 18 de marzo.
Lamentablemente, los datos sobre Cirilo, o son claramente legendarios, o son dudosos por sus inexactitudes, ya sea de parte de sus defensores como de sus enemigos. Nació entre los años 313 y 315, y a mediados del siglo IV lo tenemos gobernando la sede de Jerusalén. Sobre como llegó a ser Patriarca jerosolimitano hay dos versiones y ambas poco probables. Una dice que siendo seglar, sustituyó a Máximo, que había sido depuesto por Acacio, obispo de Cesarea; la segunda, que avala San Jerónimo (30 de septiembre, y 9 de mayo, traslación de las reliquias) dice que Acacio le nombró patriarca de Jerusalén a condición de renegar públicamente, por inválida, de la ordenación sacerdotal que le había conferido Máximo, y siendo ordenado nuevamente.

En la Pascua de 351, ocurrió un prodigio en la ciudad de Jerusalén: una cruz luminosa apareció en el cielo y fue vista por todos. Una supuesta carta de Cirilo al emperador Constancio habla de ello. En realidad la carta es muy posterior a esta época, pues usa el término "consustancial", no clarificado ni utilizado todavía en la teología de la Iglesia. Se trata de un documento apócrifo atribuido a Cirilo cuando este ya era considerado como un eminente escritor y teólogo, para darle importancia a dicho documento. Aunque incierto, este relato ha configurado su iconografía, pues es frecuente verle contemplando esa cruz brillante en el cielo.

Tuvo Cirilo que luchar contra la herejía arriana, que propugnaba la no naturaleza divina de Cristo y su no consustancialidad con el Padre, llegando a negar que Jesús fuera Dios. Muchos prelados defendían esta doctrina, y el mismo emperador era adepto a ella. En principio Cirilo fue simpatizante de los arrianos, para luego serlo de los semi-arrianos (estos no negaban la naturaleza divina de Cristo, pero la hacían "semejante", aunque no la misma). Finalmente, condenó ambas doctrinas y destacó por ser un martillo contra el arrianismo. Duro con la herejía, fue suave con los que la practicaban y atento a los católicos que podían caer en ella.

En 358 tuvo que enfrentarse a Acacio, que se oponía a que Jerusalén fuese independiente de Cesarea, como había dictaminado el concilio de Nicea en su canon VII, donde llama "trono apostólico" a la sede jerosolimitana. Acacio reunió un sínodo con obispos que le apoyaban, al que Cirilo se negó a acudir y en el cual Acacio le acusó de robar bienes de la Iglesia, porque Cirilo había vendido, para socorrer a los pobres, una rica vestidura bordada en oro, que habría sido regalada por el emperador San Constantino (22 de mayo) a la iglesia jerosolimitana para ser usada por el obispo en los bautismos solemnes [2]. El sínodo decretó la expulsión de Cirilo del partriarcado, que ni siquiera pudo apelar a Antioquía, con tribunal eclesiástico superior, por haber muerto el patriarca Leoncio y haber un caos total. La tradición dice que el obispo de Tarso, de nombre Silvano, le acogió aunque era arriano, desobedeciendo a Acacio.

Al año siguiente, 359, fue repuesto Cirilo a su sede, por el sínodo reunido en Seleucia para tratar varios temas, como el asunto provocado a la muerte de Leoncio de Antioquía, cuando se había depuesto a Aecio, su sucesor, y el que vino luego, Eudoxio, era peor aún. Muchos de los obispos eran arrianos, pero no eran partidarios de Acacio, así que anularon el decreto de expulsión y depusieron a Eudoxio de Antioquía. Pero poco duró: en 360, Acacio logró influir en el emperador Constancio para que convocara un concilio en Constantinopla, para establecer la herejía arriana como fe de la Iglesia. Se depuso a Cirilo y a Silvano, a la par que se entronizaba a Eudoxio en Antioquía otra vez; todo por la fuerza y autoridad del emperador. Tuvo que llegar la muerte de este en 361 para que Cirilo regresara en paz a Jerusalén. El peligro que significaba Eudoxio para la estabilidad de la Iglesia, lo deja claro la siguiente anécdota: En la dedicación de la famosa iglesia de Santa Sofía, Eudoxio comenzó su sermón con estas palabras: "El Padre es irreligioso, el Hijo es religioso". Ante el asombro de todos, dijo luego: "El Padre no adora a nadie, ¡y el Hijo adora al Padre!", recalcando la doctrina arriana de la inferioridad del Hijo con respecto al Padre.

Y llegó el tiempo de Juliano, el apóstata. Emperador cristiano primeramente, que luego abandonaría la fe, para regresar al paganismo. Se le ocurrió a Juliano, para ganar la sumisión de los judíos, reconstruir el templo de Jerusalén. Los judíos se entusiasmaron con la noticia, ycomenzaron a trabajar en ello, mientras que los cristianos pidieron a Cirilo que interviniera ante aquello. Este respondió "esta obra, lejos de tener éxito, mostrará a los hombres que es imposible resistir la voluntad de Dios". Y ocurrió un gran incendio en el que murieron muchos. Según las tradiciones laudatorias de Cirilo, comenzaron incendios, terremotos y huracanes, se vieron cruces en el cielo y sobre las ropas de los judíos.

Juliano juró vengarse de Cirilo al volver de la campaña contra los persas, pero no pudo hacerlo, pues murió antes, en 363. Pero no quedó en paz Cirilo, no, pues en el 367, el emperador Valente, inclinado hacia los arrianos, le destituyó de la sede, para ser repuesto en 378 por Graciano. Este emperador enfadado por la corrupción de los clérigos, restituyó a los patriarcas católicos, castigó a los arrianos y convocó el Concilio de Antioquía en 379, al que envió a San Gregorio de Nisa (9 de marzo) para reformar las iglesias locales, pero este poco pudo hacer. En 381 Gregorio y Cirilo están en el Concilio de Constantinopla, donde este condenó definitivamente la herejía arriana y se reformula el Credo de Nicea para evitar cualquier error doctrinal en adelante. Los obispos y patriarcas le alabaron y le aplaudieron su defensa de la fe católica, que tanto le había hecho sufrir y escribieron una alabanza suya al papa San Dámaso (11 de diciembre).

Finalmente, Cirilo murió en 386, a los setenta años. Y, aunque no tuvo culto en la Iglesia, por dudas sobre su primera etapa fuera de la ortodoxia, en el siglo XIX se zanjó la cuestión, cuando León XIII le proclamó Doctor de la Iglesia, y fijó su memoria a 18 de marzo. Se conservan muchos escritos suyos, y otros claramente apócrifos y posteriores, pero que se apoyan en su persona para darles importancia, como dije antes.

Sus "catequesis" son lo mejor que conservamos de su obra (aún las apócrifas), y versan sobre la doctrina cristiana, comentarios a los ritos para celebrar los sacramentos del bautismo y la confirmación. Son escritos no de su mano, sino copiados mientras predicaba y corregidos posteriormente por él. Son obras que nos traen de primera mano la liturgia de la Iglesia de estos primeros siglos. Un tesoro de la Iglesia, aún en vigencia, es su consejo sobre la comunión en la mano: "Haced de vuestra mano izquierda un trono en el que se apoye la mano derecha para recibir al Rey Celestial". Otro escrito, sobre la liturgia de la Anástasis es muy importante, aunque en este caso porque pone en duda la leyenda de la Invención de la Santa Cruz, al afirmar en una carta al hijo de Constantino que dicha cruz permanece en Jerusalén.

La leyenda carmelitana adornó la vida de Cirilo llenando esos espacios de destierro con visitas y profesión monástica en el monte Carmelo, teniéndole como santo propio, representado en la iconografía carmelitana y mencionado en el oficio litúrgico de la Orden hasta la reforma post-conciliar.

Fuentes:
."Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.

-"Nuevo Año Cristiano" Tomo 3: Marzo. Edibesa.
-http://preguntasantoral.blogspot.com.es/2013/03/san-cirilo-de-jerusalen-padre-nuestro.html
 
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