Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Roma, 1990. San Juan Pablo II (3)

por Victor in vínculis

La primera beatificación del año 1990 que presidió San Juan Pablo II fue la tercera de mártires españoles. Tuvo lugar el 29 de abril y fueron un total de once. Los nueve mártires de Turón: Cirilo Bertrán (José Sanz Tejedor) y sus siete compañeros, religiosos, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas e Inocencio de la Inmaculada, padre pasionista. Se trata de los primeros mártires de la revolución marxista de 1934. En el grupo está el primer hispanoamericano: el argentino Héctor Valdivielso (Benito de Jesús). Fueron fusilados en la madrugada del día 9 de octubre por otros socialistas de pueblos cercanos, ya que los de Turón se negaron a hacerlo.
 

Junto a ellos el hermano Jaime Hilario (Manuel Barbal Cosín), también religioso de La Salle. Capturado en 1936, es conducido a Tarragona y encarcelado en el barco "Mahón". Fue juzgado y condenado junto con otras veinticuatro personas; un abogado tramitó la solicitud de gracia, que fue concedida a todos los demás excepto a él, el único religioso. Fue fusilado el 18 de enero de 1937 junto al cementerio de Tarragona. Con asombro del piquete, el mártir siguió en pie después de dos descargas sucesivas. El grupo arrojó las armas y se dio a la fuga. El jefe del pelotón se acercó y le disparó en la sien.

También en esta ceremonia de 29 de abril de 1990 se beatificó a María de las Mercedes Prat y Prat, religiosa de Santa Teresa de Jesús, igualmente mártir (18901936). Al fusilarla los milicianos, herida de muerte, repetía Jesús, José y María. Rematada de nuevo, sus últimas palabras fueron del Padrenuestro: perdónanos... como nosotros perdonamos.

 

Junto a los once mártires españoles subió a los altares el tercer sucesor de Don Bosco: Felipe Rinaldi

 
3. HOMILÍA DE SAN JUAN PABLO II DEL 29 DE ABRIL DE 1990
3. Las palabras de San Pedro, en la segunda lectura, nos recuerdan que la “sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha”, ha sido el precio pagado por nuestro rescate y salvación. Por eso es consolador constatar que en la historia de la Iglesia ha habido tantos cristianos y cristianas que han imitado a Jesucristo en el gesto supremo de derramar su sangre, siendo al mismo tiempo sus testigos en circunstancias difíciles de persecución. En esta solemne Eucaristía la Iglesia propone, pues, a la veneración y consideración de todos a algunos de estos cristianos.

De entre ellos recordamos, en primer lugar, la comunidad de ocho Hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón (Asturias), quienes en 1934, juntamente con el religioso Pasionista P. Inocencio de la Inmaculada, fueron conducidos a la muerte, sin oponer resistencia alguna. A los ojos de los perseguidores, ellos eran reos de haber dedicado su vida a la educación humana y cristiana de los hijos de aquel pueblo minero, en la escuela católica “Nuestra Señora de Covadonga”.

 

Con los Hermanos de la Salle se encontraba ocasionalmente el Padre Pasionista. De ese modo quiso Dios, en su inescrutable providencia, unir en el martirio a miembros de dos Congregaciones que trabajaban solidariamente por la única misión de la Iglesia. Este hecho, que puede parecer circunstancial, es verdaderamente significativo, pues nos pone de manifiesto la unidad, interdependencia y colaboración que deben existir entre las Congregaciones religiosas en la Iglesia, sobre todo en nuestros días, para hacer frente al desafío de la nueva evangelización.

4. Dos años más tarde, en 1936, sigue el mismo camino del martirio la religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, María Mercedes Prat y Prat, a quien acabamos de declarar Beata.

Su gran amor a Dios y al prójimo la llevaron a trabajar apostólicamente en la catequesis y en una Escuela dominical. Además de la prudencia, María Mercedes se distinguió por la virtud de la fortaleza, que puso especialmente de manifiesto al afrontar serenamente los peligros y sufrir la persecución. Su amor al prójimo lo manifestó sobre todo perdonando generosamente a quienes la fusilaron.

5. Junto con la comunidad ejemplar de Turón, tenemos hoy el gozo de proclamar Beato a otro Hermano de las Escuelas Cristianas, Jaime Hilario, inmolado en Tarragona en 1937. La trayectoria excepcional de este religioso, modelo de hombre de fe en búsqueda constante de la voluntad de Dios, se manifiesta por caminos insospechados. La fidelidad que aprendió de sus padres, de gran solera cristiana, fue una constante de su vida. Del ejemplo cristiano de sus padres nos han quedado significativos testimonios, concretamente en las cartas dirigidas a su familia. Así se expresaba en catalán, su lengua vernácula:

El meu pare és un cristià exemplar i model de ciutadans honrats. Es irreprotxable en la seva conducta, paraules i procediments”. “La meva mare, era una santa. Visqué sembrant arreu dolcesa i amor. El record de la meva mare m’anima, em sosté, em segueix i no s’esborrará mai de mi”.
[Traducción: Mi padre es un cristiano ejemplar, y modelo de ciudadanos honrados. Es irreprochable en su conducta, palabras y procederes… Mi madre era una santa. Vivió sembrando dulzura y amor. El recuerdo de mi madre me anima, me sostiene, me sigue y nunca lo olvido].

A la luz de estos testimonios se comprende mejor la importancia que este educador e insigne catequista daba al papel de los padres en la educación de los niños y jóvenes.

6. Estos mártires, elevados hoy al honor de los altares, en cuanto miembros del cuerpo místico, completaron de manera singular en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia.  Ellos demostraron que estaban dispuestos a morir y que esperaban firmemente salir victoriosos de la muerte. También a ellos podemos aplicar aquellas palabras de san Pedro referidas a Jesús: “Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio”.

La Iglesia ha proclamado una vez más el misterio pascual consumado en estos mártires. Ellos sufrieron y fueron glorificados con Cristo. Por eso, la Iglesia propone el ejemplo de su vida y muerte victoriosa a los fieles cristianos, a la vez que implora para todos nosotros su intercesión ante Dios Padre.
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