Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

El filósofo Jean-François Braunstein señala los puntos nocivos de esta ideología

Judith Butler, icono de la teoría «queer» y la ruptura con el cuerpo: una «tendencia catastrófica»

Manifestación LGBT.
Del cuestionamiento del sexo biológico se ha llegado a la teoría del género fluido, cambiante a voluntad de la persona, como si la propia persona no tuviese nada que ver con su cuerpo. Una resurrección más del viejo gnosticismo. Foto (contextual): Mary Saxaroz / Unsplash.

ReL

Las obras de Judith Butler, filósofa postestructuralista estadounidense nacida en 1956, han tenido un papel fundamental en la teorización de la ideología de género.

Para profundizar en su pensamiento, Giulio Meotti (quien la llama "la papisa Zan" en alusión a la ley que impone en Italia dicha ideología, impulsada por Alesandro Zan, diputado y activista LGBT) ha entrevistado en Il Foglio a Jean-François Braunstein, profesor de Filosofía Contemporánea en la Sorbona de París y autor de La filosofía se ha vuelto loca.

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Judith Butler, la papisa Zan

Sus textos son abstrusos, una verborrea indescifrable, pero el impacto de su pensamiento es impresionante y atractivo. Es la profesora de Berkeley que ha cambiado radicalmente el discurso sobre la diferencia e identidad de género, incluida Italia con la ley Zan. Ha sido un éxito entre los estudiantes y sus ideas fueron citadas y atacadas incluso por el entonces cardenal Joseph Ratzinger en 2004.

El auge de Butler

En dos libros de principios de los 90, Judith Butler presentó una nueva concepción del género. Hay una multitud abierta de géneros que no están vinculados a la distinción biológica entre mujeres y hombres. Para Butler, el género no es un hecho anatómico, sino que lo crea la palabra.

Como señala Sylviane Agacinski, célebre feminista y crítica suya, "para Butler todo se convierte en un efecto de la palabra, incluidos los propios cuerpos, como si la palabra pudiera envolver la vida y, en cierta medida, anticiparla".

Su vocación heterodoxa se remonta a cuando Butler, entonces una adolescente de 14 años, estudió con un rabino de su escuela de Cleveland la exclusión de Spinoza de la sinagoga de Ámsterdam y la cuestionó. Butler es hoy uno de los iconos del boicot a Israel, hasta el punto de que la concesión del Premio Adorno por parte de la ciudad de Fráncfort provocó las indignadas protestas del Consejo Central de los Judíos Alemanes.

En 2006, en una sentada en Berkeley, Butler dijo que "hay que entender a Hamás y Hezbolá como movimientos sociales progresistas y de izquierdas que forman parte de una izquierda global; es extremadamente importante". Luego precisó que, aunque luchan contra el "colonialismo", esos movimientos utilizan medios injustificables.

Judith Butler.

Judith Butler, durante una entrevista en UniTV.

El género en disputa [Gender Trouble], publicado en 1990, convirtió a Butler en una estrella. Introdujo la "performatividad", la idea de que el género es algo que fabricamos continuamente. Una gran erudición nacida de una beca de un año en Heidelberg (Alemania), donde fue a estudiar con Hans Georg Gadamer. Más tarde, Butler se inspiraría en la teoría francesa, Foucault, Lévi-Strauss, Lacan, Irigaray, Wittig, Kristeva y Beauvoir.

Jack Halberstam, cuando salió El género en disputa, recuerda el libro como una revelación, un escape de la "asfixia" de la política de identidad de la época.

"El feminismo académico estaba cargado de problemas en aquel momento, basado en frases como 'lo personal es político', que había llevado a la gente a sentarse en un círculo cogidos de la mano y contándose sus vidas", dijo Halberstam: "El género en disputa dio a la gente una forma de pensar de forma crítica, filosófica, sobre lo que significa estar en una lucha política en la que la categoría de feminidad, en lugar de mantenerse unida y coexistir, podría muy bien hacerse añicos y desmoronarse".

La filósofa Martha Nussbaum no está de acuerdo y escribió un largo ensayo sobre Butler para The New Republic, en el que escribe que Butler ignora el "sufrimiento material de las mujeres hambrientas, analfabetas, violadas y golpeadas" en favor de una "obsesión narcisista por la autopresentación personal".

Butler, por ejemplo, está a favor de la prostitución: "No estoy convencida de que toda la prostitución sea forzada", ha dicho. "Es una elección que la gente hace en determinadas condiciones económicas. Y se me ocurren muchas formas de trabajo que no gustan mucho a las mujeres, a las que les gustaría tener otra serie de opciones, pero no estoy segura de que la prostitución sea la peor de ellas. Y creo que lo llamaría trabajo sexual en lugar de prostitución".

Llegó a Berkeley después de que El género en disputa le allanara el camino. Ahora vive en la Bay Area con Wendy Brown, también profesora en Berkeley, de ciencias políticas. 

La crítica de Jean-François Braunstein

"La inmensa fama de Judith Butler, primero en Estados Unidos y luego en todo el mundo, se explica sin duda por el carácter de 'radicalidad' y 'subversión' bajo el que le gusta presentar su obra", explica a Il Foglio Jean-François Braunstein, profesor de Filosofía de la Sorbona, en París, y especialista en Foucault. 

Lo que le une a Butler es el hecho de que Braunstein le dedicó un capítulo en La filosofía se ha vuelto loca:

"Se dice que Butler puso fin a la visión tradicional de la sexualidad basada en la pareja heterosexual y permitió, por fin, la liberación de las identidades sexuales hasta entonces dominadas o reprimidas. Por tanto, Judith Butler es ante todo un ídolo de los activistas gays y lesbianas, pero también de los activistas queer y transgénero. Su increíble popularidad se debe también a la doble naturaleza de su obra, tanto política como filosófica. Butler es tanto una activista de todas las causas feministas y homosexuales como una de las fundadoras de la teoría queer, que pretende cuestionar las identidades masculina y femenina, gay y lesbiana. A menudo habla del trauma que supone salir del armario en una familia judía tradicional.

»También se ha manifestado en contra de las políticas antiterroristas estadounidenses posteriores al 11-S, así como de las políticas israelíes, que critica duramente en nombre de su 'identidad judía'.

»Pero Butler no es solo una activista, también es una filósofa de formación, especializada originalmente en filosofía alemana, desde Hegel hasta la Escuela de Frankfurt. Sus obras son a menudo bastante 'técnicas', salpicadas de referencias a la 'teoría francesa' (Derrida, Foucault) y al psicoanálisis (Lacan).

»Pero parece que esta oscuridad tiene por objeto evitar un 'lenguaje normalizado'. Como señala Butler en El género en disputa, ¿quién decide los protocolos de 'claridad' y a qué intereses sirven? Esta deliberada oscuridad es, sin duda, uno de los elementos que hacen que las tesis de Butler sean tan seductoras; la difícil tarea de leerla da la sensación de acceder a un nivel de verdad superior a las verdades del sentido común.

»Hay que añadir que Judith Butler es una oradora fascinante, en el sentido literal, que ejerce una poderosa influencia sobre un público que, de todos modos, se ha ganado de antemano".

Portada de La filosofía se ha vuelto loca.

En La filosofía se ha vuelto loca, Jean-François Braunstein dedica un capítulo al pensamiento de Judith Butler y su influencia en la ideología de género que se intenta imponer universalmente.

Hay algo incendiario en su visión:

"La gran idea de Judith Butler es que la identidad de uno no está ligada a su sexo biológico, sino a su 'género', es decir, al sentimiento que uno tiene de ser hombre o mujer, o posiblemente tal o cual género. Lo que cuenta para definirnos ya no es nuestro sexo biológico, sino el género con el que nos identificamos.

»En este sentido, Judith Butler se inscribe en un profundo movimiento de emancipación, o más exactamente de evaporación del cuerpo que se inició en los años 50 con el psicólogo John Money. Fue el primero en utilizar el término 'género' para designar el sentimiento que se tiene de ser un chico o una chica, independientemente de cualquier sustrato biológico". Para Money, "el comportamiento y la orientación sexual, masculina o femenina, no tienen una base innata e instintiva" y debe ser posible, cuando se cría a un niño como una niña, convertirlo en niña. Su teoría, al principio alabada como revolucionaria, resultó en la práctica un completo fracaso, con consecuencias desastrosas para el joven que había sido tratado por Money. Pero ahora está lanzado el movimiento de emancipación de género.

»Después de Money, la bióloga Anne Fausto-Sterling llegó a cuestionar el carácter binario de la sexualidad humana. No hay dos sexos, hay un número infinito de géneros: 'Aunque la morfología y la constitución de los cuerpos parecen confirmar la existencia de dos, y solo dos, sexos, nada nos autoriza a pensar que los géneros deban limitarse a dos. La biología que se empeña en pensar que hay dos sexos y que la reproducción en la especie humana es sexual es una ciencia falsa, machista y patriarcal'.

»Por último, para Butler ahora es el género el que determina, no solo el sexo, sino también el cuerpo. En su libro más famoso, Butler pretende, en primer lugar, romper cualquier vínculo entre el género y el sexo biológico. El género no debe considerarse como la 'forma' de una 'materia' preexistente que sería el sexo: 'No puede decirse que los cuerpos tengan una existencia significativa antes de la marca del género'. De hecho, si admitiéramos que los sexos y los cuerpos tienen una existencia objetiva, sería el final de las teorías de Butler. Según ella, es el género lo que constituye el sexo: 'Los hechos supuestamente naturales del sexo' que la biología pretende imponernos están en realidad al servicio de intereses 'políticos y sociales'. Los propios modelos de cuerpos están construidos por 'discursos" y "poderes'. Por lo tanto, es el género el que 'interpreta' el sexo, como muestra Butler con el famoso ejemplo de la drag queen que da existencia de forma hiperbólica, pero también paródica, al género que representa.

Pero deberíamos ir más allá:

"Si hemos negado la existencia fáctica del cuerpo de esta manera, entonces debemos atacar el género. Es necesario, según el título de las obras de Butler, 'disputar sobre el género' o 'deshacer el género'. La identidad de género no debería ser estable y sería deseable poder cambiar de género a voluntad. Así pues, este ideal de 'fluidez de género', de 'deriva de género' [gender drifting], sería el brillante futuro de la humanidad. Habríamos acabado con el sexo y el cuerpo, pero también con cualquier identidad fija.

Una imagen andrógina, foto de Sharon McCutcheon en Unsplash

Una imagen andrógina, foto de Sharon McCutcheon en Unsplash

»Sorprendentemente, este desprecio contemporáneo por el cuerpo no puede sino evocar la gnosis, la herejía cristiana del siglo II, que consideraba el cuerpo como una prisión o una tumba de la que había que liberarse. Slavoj Zizek ha hablado con razón de 'cibergnosis' en relación con este desprecio contemporáneo por el cuerpo, así como por el sexo".

Según Braunstein, si esta visión se convirtiera en hegemónica, las consecuencias sociales y culturales serían inmensas:

»Ya vivimos en un mundo que ha sido moldeado por las ideas de Butler y otros teóricos del género. Los activistas de género son ahora muy activos, no solo en el mundo académico, sino en la sociedad en general.

»Podemos ver que el término 'género' tiende ahora a reemplazar el término 'sexo' en muchas instituciones internacionales, en las que están ampliamente introducidos los activistas progénero. El propio término 'mujer' tiende a borrarse, lo que escandaliza a muchas activistas feministas clásicas que deploran, por ejemplo, que las competiciones femeninas estén destinadas a desaparecer en los países en los que se abren a varones transexuales que dicen ser mujeres y cuyo rendimiento no es comparable al de las mujeres. Esta noción de género está penetrando en las escuelas, sobre todo en Estados Unidos, pero también en Europa: en Escocia se les enseña a los niños de primaria de cinco o seis años que 'tu género es tu elección'. Es fácil imaginar la perplejidad de los niños ante estos imperativos incomprensibles a esa edad.

»Y el personaje 'transgénero' se ha convertido en el nuevo héroe de nuestro tiempo, porque es el que ha conseguido liberarse de todas las determinaciones, incluida la más fundamental, la diferencia sexual. Es esta dimensión de emancipación final lo que admira a nuestro tiempo.

» Las redes sociales y las industrias culturales se están aprovechando de ello, lo que ha provocado una explosión del número de niños y adolescentes transexuales. En el Reino Unido, el aumento de casos tratados por el Sistema Nacional de Salud [NHS, en sus siglas en inglés] dentro del Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género (Gids) es espectacular: de 97 en 2009-2010 a 2.590 en 2017-2018. Los niños de muy corta edad están entrando en 'vías de transición de género' medicalizadas y quizás quirúrgicas, sin ni siquiera un atisbo de principio de precaución.

»Sin embargo, algunos jóvenes quieren volver a su género original, y algunos psicoanalistas están empezando a organizarse para afrontar esta tendencia catastrófica. Los pediatras estadounidenses han advertido de que 'la ideología de género es mala para los niños'.

» Pero en general, más allá de Butler, la desconexión entre sexualidad y procreación es cada vez más importante en nuestras sociedades. Por ejemplo, en Francia las leyes de bioética tienden a convertir este tipo de procreación artificial en la norma. No tenemos ni idea de cuáles serán las consecuencias civiles de esta cancelación radical de los lugares diferenciados de 'padre' y 'madre'.

»También podemos imaginar que la sexualidad, tradicional o no, caerá en desuso en favor de otras formas de disfrute más virtuales y narcisistas. La liberación radical de una determinación corporal, que es evidentemente el objetivo último de la teoría de género, corre el riesgo de tener toda una serie de consecuencias que parecen difíciles de imaginar hoy en día".

Hay un fantasma que flota alrededor de la institucionalización global de la identidad de género. Su nombre es transhumanismo.

Traducido por Elena Faccia Serrano.

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