Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Los bautizos civiles llegan a Valencia: en 20 años, no han triunfado en ningún lugar de España

El alcalde de Valencia, Joan Ros, con dos compañeros de su partido, Compromís, en plena campaña electoral, convocan a la prensa al primer bautizo civil de la ciudad
El alcalde de Valencia, Joan Ros, con dos compañeros de su partido, Compromís, en plena campaña electoral, convocan a la prensa al primer bautizo civil de la ciudad

Pablo J. Ginés

Han llegado a la ciudad de Valencia las ceremonias de "acogimiento civil", popularmente llamados "bautizos civiles". Existen desde hace 20 años en España, y lo ofrecen más de 150 poblaciones.

En ninguna son populares.

En Valencia ofició el primer ritual el alcalde Joan Ros, del partido Compromís, y los padres del bebé son - ¿casualidad?- militantes de su partido en plena campaña: el papá está en las listas autonómicas por Valencia y la mamá es cabeza de lista por Compromís para la localidad alicantina de Balones.

El ritual fue breve: duró unos veinte minutos. Se leyeron los artículos 6, 12 y 27 de la Declaración de los Derechos del Niño de Naciones Unidas y unos artículos de la Constitución Española. También leyeron dos poemas: ‘Cançó de bressol per a despertar consciències’, del poeta valenciano Marc Granell, y ‘Cómo se dibuja un niño’, de Gloria Fuertes.

Hubo parlamentos del padre y del tío del bebé (que ejerce de "padrino" e interpretó con el violín el tema central de la película ‘La vida es bella’). La abuela paterna fue la "madrina". Firmaron un documento simbólico, la Carta Municipal Ciudadana. Y el Ayuntamiento, con dinero del contribuyente, regaló al bebé unos cuentos y un peluche.

Después, se atendió a la prensa local: candidatos en campaña en elecciones regionales y municipales hablando a periodistas de prensa regional y municipal. De nuevo, ¿casualidad?

El padre del bebé dijo a los periodistas: "Yo no estoy bautizado, así que un bautizo religioso habría sido hipócrita". Él buscaba "hacer alguna celebración" del nacimiento de su hijo.

La madre dijo que ella fue bautizada "por tradición" más que por convicción religiosa en la familia. Dice que "cuando sea mayor y tenga uso de razón" el niño decidirá si quiere ser bautizado por la Iglesia. (Uno podría responder que también se puede esperar a que sea  mayor para decidir si quiere ir a una ceremonia laica, o que le pongan nombre, o mil otras cosas, por lo general buenas y razonables, que los padres deciden para los niños). 

En Valencia, la ceremonia -en un bonito palacete con jardines- y los peluches son gratis, lo pagan los valencianos. En otros lugares es de pago para los demandantes: en Avilés (Asturias), por ejemplo, costaba 16 euros entre semana y 74 en fin de semana (tasas de 2017).

20 años con poco éxito

Hace casi 20 años que existen los "bautizos civiles" en España y su popularidad es escasa, aunque se ofrecen en más de 150 ciudades, por lo general implantados por gobiernos de izquierda radical (aunque no siempre). El primero se ofició en Igualada (Barcelona) en 2004; tres años después, se ofició otro en Rivas-Vaciamadrid, y en 2009 llegaron a Madrid. Los periodistas le llaman "bautizo civil", pero los Ayuntamientos le llaman "ceremonia civil de acogida" o "acogimientos civiles".

Una ceremonia de acogida civil en Estepa, Sevilla, en 2019

Una ceremonia de acogida civil en Estepa, Sevilla, en 2019. Algunos ayuntamientos intentan que sean más glamurosas, con jardines o palacetes.

Nadie realiza una medición nacional de cuántas ceremonias de "acogimiento" realizan los ayuntamientos. Pero son pocas. Por ejemplo, la ciudad de Albacete los ofrece desde 2010: ha celebrado 32 desde entonces, una media de 3 al año, en una provincia donde nacen 2.800 niños cada año (según el INE, en Albacete ciudad viven unos 12.000 niños menores de 6 años, candidatos a esta ceremonia).

A veces, hay asociaciones laicistas que insisten en ofrecerlos y difundirlos, al menos para sus asociados. Pero sus asociados suelen ser personas de edad avanzada: tienen que intentar convencer a sus hijos adultos, que tampoco suelen ser muchos, ni tener muchos hijos a su vez.

Otras veces, si el alcalde es muy popular e insiste en celebrarlos él personalmente, puede atraer más ceremonias. Es el caso de Vigo, donde hubo 49 ceremonias en 2019, su primer año, y tres de cada cuatro fueron oficiadas por el alcalde socialista, Abel Caballero. Pero Vigo sería la excepción y Albacete sería la norma.

Los antropólogos constatan el fracaso

Agencia Efe consultó sobre el tema en 2019 a una premiada antropóloga, Rosa Canela, autora que ganó el Premio Civisme de la Generalitat de Cataluña con su ensayo "Bateig sense aigua. Accions i celebracions civils a Catalunya". Calculaba que los niños que pasan por estas ceremonias civiles no llegan ni al 1% en la muy descristianizada Cataluña.

A los antropólogos les encantan los ritos de paso, las ceremonias y rituales comunitarios... pero, constataba, nuestra sociedad es ya muy individualista, hay poca comunidad y pocos sienten la necesidad de hacer rituales así.

Rosa Canela reconocía que, además, a veces hay defensores del laicismo con "actitudes poco respetuosas", es decir, que usan estas ceremonias como herramienta contra la cultura y los rituales cristianos.

El bautizo civil suena decimonónico

Mientras el bautizo cristiano resuena con 2.000 años de historia, es decir, a clásico, a inmemorial, la "ceremonia de acogida civil" suena para muchos a cosa del siglo XIX o de principios del XX, y con un firme pasado anticlerical.

Este tipo de ceremonias las promovió la Francia de la Revolución a finales del s.XVIII y principios del XIX. También los nazis y los comunistas, que funcionaban como religiones de sustitución, a medida que combatían contra la cultura cristiana tenían que ofrecer rituales para los bebés recién nacidos.

La "estrellización": bautizo civil soviético y nombres horrendos

La muy laica Unión Soviética inventó la «zvezdiny» o «estrellización» (por la estrella roja comunista), nombre oficial de la ceremonia de inscribir al bebé en el registro civil y de asignarle nombre. La liturgia consistía en hacer cola, cantar un himno revolucionario y poner un nombre políticamente correcto.

El maestro del realismo satírico soviético, Mijail Bulgakov, en su novela de 1925 Corazón de perro, explica como presentaron un bebé al «soviet de finca», una mezcla comunista de regidoría y comunidad de vecinos con capacidad para registrar los nombres.

-Así que quieres «estrellizar» tus hijas... - dijo el camarada funcionario.
- Sólo quiero darles nombre - respondió la madre.
- Bien, propongo los siguientes: Barricada, Bebelina, Pestelina...

(Bebel y Pestel eran famosos revolucionarios). Por suerte, un camarada con más sensatez se levantó y propuso: «No, no. Mejor que las llamemos simplemente Clara y Rosa. En honor de Clara Tsetkin y Rosa Luxemburgo». Así se salvaron las niñas.

Pero millones de rusos, que hoy son ancianos, tuvieron menos suerte y les pusieron nombres espantosos. Así, hay rusos que se llaman «Mels» (siglas de «Marx, Engels, Lenin, Stalin»), Ikki (siglas de «Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista»), Robnlen (abreviación de «Nacido para ser leninista»), Revdit («Hijo de la Revolución») o incluso Lorikerik (siglas de «Lenin, octubre, revolución, industrialización, colectivización, electrificación, radioficación, comunismo»).

Había niñas a las que se «estrellizó» como Revolución o Spartakiada, pero las familias y la gente normal las llamaba «Luci» y «Ada». En el fervor por el progreso soviético, hubo bebés inscritos como Zas (siglas de «Almacén central de farmacias»), Raitia («Tipografía del barrio») e incluso Artaka (abreviación de «Academia de artillería»).

¿Parece una locura absurda, una tontería de hace cien años?

Quizá, pero al menos no se les ocurría ponerles nombres "de género neutro" diciendo que ya elegirían las criaturas más adelante si eran hombres o mujeres. Esa es una chaladura del siglo XXI.

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