Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

En su libro publicado en Italia

Ahora Agca dice que no fueron comunistas sino iraníes los que le reclutaron para matar al Papa

El mismo ayatolá Jomeini en persona le habría prometido el paraíso por matar a Juan Pablo II y suicidarse después y así adelantar la venida del mahdi, el profetizado por el Islam.

Alí Agca alza la pistola contra Juan Pablo II
Alí Agca alza la pistola contra Juan Pablo II

¿Quién ordenó a Alí Agca que entrara en la Plaza San Pedro el 31 de mayo de 1981 para intentar matar al Papa Juan Pablo II?

En el libro publicado por la editorial Chiarelettere “Me habían prometido el Paraíso”, firmado por el mismo Alí Agca, confiesa ahora que los que le dieron la orden fueron Irán y, particularmente, el ayatolá Jomeini.

Esto es algo muy distinto a los indicios y declaraciones que apuntaban hacia los servicios secretos comunistas búlgaros, aunque en su libro del año 2003 "Mossad", sobre los servicios secretos israelíes, el periodista inglés Gordon Thomas ya explicaba que los israelíes estaban convencidos de que era Jomeini quien movía a Alí Agca.

«Esta es la voluntad de Alá, querido Alí. No tengas dudas», le dijo un día Jomeini. «Te lo digo yo, el ayatolá Jomeini. Alá te llama a esta gran misión. No dudes nunca, ten fe, mata por él, mata al Anticristo, mata sin piedad a Juan Pablo II, y después quítate la vida para que la tentación de la traición no ofusque tu gesto». 

Además, en el libro se lee: «Esta muerte abrirá una vez por todas la vía para el regreso del imán Mahdi a la tierra. Este derramamiento de sangre será el preludio de la victoria del Islam en todo el mundo. Tu martirio será recompensado con el paraíso, con la gloria eterna en el reino de Alá». 

Alí Agca dice que escuchó estas duras y claras palabras cuando llegó a Irán después de haber huido de la prisión turca en la que se encontraba detenido por el homicidio del director del periódico liberal “Milliyet”.

Al principio no respondió. Pero después, con el deseo de salir de la pobreza en la que la vida lo había sumergido, con el deseo de una venganza en contra del mundo que no le había dado nada, aceptó. 

Cuando se comprometió, convencido, Ağca dijo: «sé que debería decir algo y que debería decirlo inmediatamente, sin vacilaciones. Escucho que estas palabras salen de mi boca y mientras las escucho descubro que soy fuerte, valiente, que estoy listo para inmolarme por la causa islámica como si fuera la cosa más natural del mundo: “Yo, Mehmet Alí Agca, estoy listo al martirio. Sí, mataré a Juan Pablo II, mataré al Papa y un segundo después me quitaré la vida”».

Lo que no sabe explicar Agca es cómo es posible que el Papa no haya muerto, a pesar de haber recibido sus disparos en el pecho. Lo que ha atormentado a Ağca durante años es la causa de su fracaso, de su misión. 

¿Por qué? Una pregunta que no tiene respuesta. Sin embargo, lo que ha entendido es que Wojtyla se convirtió en una persona muy especial incluso para él, como si fuera un enviado de Dios que con su perdón le mostró el error que había cometido. Ahora puede decir: «Me equivoqué».

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