Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Ricardo Pareja Meseguer es ahora un convencido evangelizador digital

De «punki» y drogadicto que casi muere apaleado a padre de 9 hijos: un fin de semana cambió su vida

De «punki» y drogadicto que casi muere apaleado a padre de 9 hijos: un fin de semana cambió su vida
Ricardo pasó de punk a formar una familia numerosa con 9 hijos tras su conversión

J. Lozano / ReL

Ricardo Pareja Meseguer es ahora marido, padre de nueve hijos y evangelizador digital. Su vida, como reconoce este catalán de casi 50 años, es un milagro. Sigue vivo por la gracia de Dios, pues antes de conocer la Iglesia era punk, con su estrafalaria estética y su cresta, estaba metido en el mundo de la droga y borracho todo el día en la calle. El empeño de su tía, que rezaba por él en todo momento, y una paliza que le propinaron unos neonazis en la que perdió la visión en un ojo, fueron el desencadenante que acabaron llevándole a Dios.

Unas catequesis del Camino Neocatecumenal lograron que de un día para otro dejara la vida punk, todos los vicios y arreglara las cosas con su familia. Ya estando en esta realidad eclesial conoció a la que hoy es su mujer, ella también entró en la Iglesia, y juntos crearon esta familia numerosa.

Vida punk, drogas y alcohol

Yo era uno de esos ‘punkies’ de mediados de los 80 que estaba metido en la droga, siempre borracho, iba con una cresta de gallo y encadenado con cadenas gruesas, no me lavaba, andaba con unos colegas donde el amor libre y la homosexualidad eran el ambiente dominante. Realmente estaba hecho un asco y nadie daba un céntimo por mi vida”, explica Ricardo.

Todo estalló cuando estudió en una academia de peluquería. Era una persona muy tímida y pasó una mala experiencia. “En esa situación –cuenta este barcelonés- conocí una chica punk y me fascinó ese mundo. Entrar en él era como salir de golpe de la timidez y echarle cara a todo y como no, para esta hazaña necesitaba la ayuda del alcohol y de las drogas”.

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Así era Ricardo antes de conocer a Dios

La paliza con la que casi le matan

Su vida se convirtió en una espiral de vicios y malas compañías. Su familia temía que cualquier día llegara una llamada diciéndoles que su hijo estaba muerto. Y esto estuvo  a punto de suceder. “Cuando peor estaba, el Señor, que ya había intentado atraerme con lazos de amor sin éxito, me hizo vivir una experiencia que cambió mi vida para siempre… Un día me cogieron un grupo de neonazis, me golpearon con barras de hierro en la cabeza hasta que todo yo era brechas de sangre. Me dejaron medio muerto en mitad de la vía pública mientras la gente deambulaba sin hacer ni decir nada”, recuerda.

Finalmente, una ambulancia le trasladó al hospital. Allí estuvo dos semanas ingresado y le dijeron que nunca más vería con uno de sus ojos.

La convivencia que cambió su vida

Poco antes de que le dieran el alta, su tía que siempre había rezado por él y le hablaba de Dios apareció con un matrimonio. Le invitaron a una convivencia. Y sin nada que perder acabó yendo.

En aquella convivencia quedó fascinado con las catequesis. En una entrevista en Misioneros Digitales explica que “muchas cosas me impactaron. Por ejemplo, descubrir que en las Escrituras estaba mi vida, que no eran solo historias que pasaron, sino que era totalmente actual para mí. Que Dios me amaba tal como yo era a pesar de que era despreciable, que me quería tanto que había muerto y resucitado por mis pecados. Que me esperaba una vida plena de la mano de Cristo, que yo me había pasado la vida buscando el sentido y el sentido era amar y esto no lo podía realizar yo, que es un don de Dios”.

Tras esta convivencia regresó a Barcelona y entró en una comunidad neocatecumenal de la parroquia de San Luis Gonzaga. Su vida dio un vuelco total, y entonces conoció a Merche, que no era creyente, y que acabó siendo su esposa y madre de sus nueve hijos. “El Señor nos permitió un noviazgo santo, ¡qué regalo! Era como un tesoro preciado para mí. El Señor me colmaba con creces… ¿merecía yo ese derroche de gracias? Sentía, sin duda, que no me lo merecía pero el Señor es infinitamente bondadoso. Tiempo después Merche entró a la Iglesia y nos casamos”.

La conversión es diaria

Ricardo recuerda el cambio radical de su vida, pero también las luchas enormes a lo largo de los años. “Después de mi conversión, de casarme con Merche, aunque ya nunca consumí drogas, sí bebía con asiduidad y eso me volvió a traer problemas”, confiesa. Ya han pasado 10 años sin abusar del alcohol. Pero también “he tenido mis crisis de fe, porque la conversión es diaria, aunque en esto, mi esposa ha sido un instrumento de Dios y una ayuda perfecta”.

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Su vida tenía ya un orden. La relación con sus padres experimentó un cambio total. “Estaba recobrando la alegría perdida entre las falsas carcajadas de cuando estás colocado. Ya no necesitaba aparentar ni llamar la atención con una indumentaria. Podía estar limpio y perfumado, era un joven contento con su vida porque hasta lo más oscuro de mi vida pertenecía a mi historia de salvación”.

Sus hijos conocen su historia

Tampoco ha ocultado nunca a sus hijos cuál ha sido su pasado. Ricardo afirma que “siempre les he hablado con franqueza de mi historia” porque “la vida es un misterio de alegrías y sufrimientos, de vigor y enfermedad, de luchas y noches oscuras. Pero todo es historia de salvación”.

“Mis hijos –agrega este padre- me conocen, saben que muchas veces me equivoco, que a veces soy duro, cabezón, gritón y muchas más cosas, y aunque siempre hay un tiempo en la adolescencia en el que parece que yo soy como el enemigo, la verdad es que es un tiempo que pasa y a la luz de la fe ellos también descubren que lo que a su padre le pasa también en parte les pasa a ellos. Para nada somos perfectos, una familia tan numerosa la hace grande el Señor, porque nos reconciliamos, rezamos los unos por los otros y eso es lo más”.

El mundo necesita apóstoles

Ricado Pareja es consciente de la necesidad de Dios que hay en el mundo y por ello evangeliza también a través de Internet. A tiempo y a destiempo. En la entrevista explica que “los divorcios superan en muchos países a las bodas, los jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo, la capacidad de sufrimiento, no saben lo que es el amor. Todo es sexo y libertinaje. No podemos estar impasibles a este terrorismo que nos sacude. Los ancianos nadie los quiere porque ya no producen sólo son un gasto y cuidarlos nos destruye. Estamos construyendo una sociedad individualista donde todo se realiza a través de una pantalla, sin el trato humano, sin que se puedan conocer personalmente al otro y amarlo. Donde sólo hay un dios que es el dinero. En nuestra mano está decir la verdad, y la verdad es que el que tiene el Espíritu de Jesucristo tiene un corazón dispuesto a amar. Esto es lo que esta sociedad necesita, porque si tú has experimentado que Cristo te ama, tú ya no abortas, ni metes a tus padres en el asilo, ni dejas a tu mujer por otra más joven. El problema está en el corazón y Dios es un renovador de corazones. Por eso, que mejor aprovechar estos medios que llegan a tanta gente”.

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