Julieth empezó un proceso de liberación y conversión, incluyendo sacramentos y vida casta
Insomnio, tendencias suicidas, lejanía de Dios... todo cambió en una oración de sanación
Julieth Rojas es una colombiana de 30 años que en 2013 se despertó desbordada por la angustia, con un impulso irrefrenable y siniestro: algo la empujaba con fuerza a suicidarse.
Julieth ha contado su testimonio a Ana Beatriz Becerra, para el digital Portaluz.
Explica cuál era su situación en ese año: dolores en todo el cuerpo, pérdida de peso, dificultad para dormir... Su madre la acompañaba a los médicos, que no detectaban nada.
Hoy Julieth cree que aquella oscuridad tenía un origen espiritual y maligno. Al entrar en la universidad se había distanciado de Dios y de los sacramentos. Ella había rechazado, incluso ridiculizándolo, a un chico que pretendía sus atenciones. “Él se obsesionó conmigo y ese odio le llevó a hacerme todo el mal que después tuve, además la mamá trabajaba en cosas raras”, afirma. De no sentirse atraída por este hombre, “de un momento a otro me enamoré de él desesperadamente”, puntualiza Julieth. Fue un apego obsesivo pero breve. Poco tiempo después desaparecía esa obsesión y rompía con el chico. Y entonces llegaron sus dolencias físicas.
Un encuentro de oración de sanación y liberación
Como los médicos no encontraban causa a los dolores y la amnesia, la madre animó a la joven a acudir a un encuentro católico de oración en el cual se pedía por la sanación de las personas. “Yo no sabía lo que tenía, pero quería salir de eso”, señala la joven.
Dirigían el encuentro el sacerdote de Medellín (Colombia) Gerardo Piñeros y el conocido sacerdote exorcista de La Plata (Argentina), Carlos Mancuso. Cuando Julieth escuchó predicar al padre Piñeros sobre el infierno comenzó a sentirse mal por dentro.
Al finalizar la conferencia el padre se dirigió a confesar a los fieles. “Yo era la segunda para confesarme y de repente empecé a correr”, recuerda. Pero su madre la retuvo y logró que hablara con el sacerdote. «Padre, ayúdeme, yo me quiero matar», dijo ella.
El sacerdote escuchó primero su confesión sacramental. Después hizo sobre ella las primeras oraciones de liberación. Necesitaría muchas durante años: el proceso de liberación requirió 6 años.
Es necesaria la conversión, cambiar de vida
La liberación requería también de una conversión sincera, un mirar a Cristo real, buscando seguirle. El padre Piñeros aceptó ser su director espiritual y le recomendó que se pusiera bajo la protección del Sagrado Corazón. “Sienta lo que sienta, diga con fe: «Jesús, yo confío en ti; Jesús, yo confío en ti»”.
Un problema fue que durante un tiempo la joven se negaba a cambiar sus hábitos. Mantenía, por ejemplo, relaciones sexuales con su nuevo novio. “Yo jugaba con Dios, fornicaba, confesaba, comulgaba y volvía a pecar”, explica ella. El sacerdote le instaba a cambiar de hábitos con firmeza: "Usted tiene que cambiar, usted tiene que dejar de fornicar porque fornicar está mal»”.
El padre Gerardo la animó a hablar seriamente con su novio. Si él de verdad la amaba a ella, debería "respetarla como Dios manda" y cortar con las relaciones prematrimoniales. “Me dijo: «Si Dios no tiene a ese hombre para usted, él se alejará, déjelo todo en manos de Dios y de la Virgen»”.
El chico sabía que ella tenía problemas que la hacían sufrir, e incluso acudía a las oraciones de liberación que le hacía el sacerdote. Finalmente ella se puso firme. “Fui muy sincera con él, y le dije: si usted me quiere, pues me va a ayudar, porque yo no puedo tener relaciones y quiero salir de esto. Yo prefiero la paz que un placer de momento. Desde este momento en que decidí alejarme del pecado fue la Virgen quien me dio la fuerza”.
Él aceptó acabar con las relaciones sexuales no matrimoniales. Ahí empezó un camino para descubriendo nuevas dimensiones del amor que antes desconocían. Pusieron a Dios en serio en su relación y su vínculo de pareja se fortaleció.
Un matrimonio cristiano y bendecido
Dos años después decidieron casarse. Después ella quedó embarazada. La vida comenzó a tener otro rumbo, el de una familia cristiana y bendecida por Dios.ç
“Cuando quedé embarazada fui a donde el padre Gerardo. Ahí sentí que se acabó todo, sentí que (el demonio) se había ido totalmente y la vida me cambió. Hoy siento mucha paz y voy a una eucaristía o hago un rosario con amor. Sé que me falta camino para amar con todo a Dios, pero me estoy enamorando de Él y de la Santísima Virgen María”, explica en Portaluz.