Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

«Mi vida de fe cambió cuando llegó el obispo Munilla»

María San Gil, entusiasmada, tras un retiro de Emaús: «Dios está ahí, hay que abrirle el corazón»

María San Gil, entusiasmada, tras un retiro de Emaús: «Dios está ahí, hay que abrirle el corazón»
La ex-política María San Gil está creciendo en su relación con Dios y el Retiro de Emaús, explica, le ha abierto nuevos horizontes

Pablo J. Ginés/ReL

Todos los hombres sentimos el zarpazo de la muerte, la marcha de seres queridos, pero hay experiencias especiales que marcan para siempre. La de María San Gil en San Sebastián en 1995 fue brutal. Ella tenía 30 años, era secretaria del grupo del PP en el Ayuntamiento y estaba almorzando en un bar con Gregorio Ordóñez, de 37 años, padre de un niño de 1 año, teniente de alcalde de San Sebastián por el PP. Entonces entró un hombre encapuchado y puso una pistola sobre la cabeza de Ordóñez. "Vaya broma macabra", pensó ella durante un segundo. Resonó "un ruido seco" y salió la sangre a borbotones. No era broma: el disparo lo mató. El asesino salió corriendo. Casi seguro era "Txapote", el mismo que mató al joven popular Miguel Ángel Blanco y al socialista Fernando Múgica.

María San Gil pensó: "¿qué hago? ¿Sigo en política o me voy a casa?" Se mantuvo firme y fue presidenta del partido y luego candidata a presidir el Gobierno vasco. Fue concejal en San Sebastián de 1995 a 2004 y presidenta del PP vasco de 2004 a julio de 2008. Los escoltas la acompañaron durante años, siempre bajo amenaza.

Esta es la mujer valiente que recientemente, en un acto conmemorando los 10 años de la Revista Misión, exhortaba a los cristianos diciendo: "Hay una crisis de valores, y el primer valor que se pierde es “el valor”, es decir, la valentía. Nos da vergüenza defender nuestros valores, que son la esencia de la persona desde hace más de 2000 años. Nos falta valor y nos falta agruparnos, apartando las pequeñas diferencias".

Pero para ofrecer la propuesta cristiana no basta con la convicción, ni siquiera con el valor. Es necesario también un contagio de corazón, que se parece a un enamoramiento, un amor a Cristo consciente y que crece. Y eso lo ha visto avivarse recientemente en un Retiro de Emaús, una experiencia de fin de semana "para crecer en la fe", un retiro cada vez más popular en España.

- María, ¿siempre tuviste fe?

- Nací en una familia católica practicante. Fui a un colegio laico, aunque tenía clase de religión. Pero aprendí la fe en casa. De mi Primera Comunión, con 8 años, recuerdo poco, pero recuerdo que fue muy emocionante. Cuando me confirmé con 17 años lo hice con mucha más conciencia. Y luego me fui a estudiar a Salamanca a la Universidad Pontificia, filología bíblica trilingüe: latín, griego y hebreo.

- ¡Latín, griego y hebreo! ¿Cómo estudiabas algo tan 'religioso'?

- En realidad yo quería ser profesora de latín, pero tenía esa oportunidad que me parecía 'más completa'. Bastantes de mis compañeros de clase eran religiosos, sacerdotes o seminaristas... Pero, en mi residencia, mis amigas no tenían mucha fe. Y yo creía, pero casi nunca iba a misa. Yo rezaba a veces, hablaba con Dios, hablaba de la fe con algún compañero de estudios, pero en realidad mi fe era comodona.

- ¿Y cómo llevas el hebreo?

- Me especialicé en latín y el hebreo ya casi lo he olvidado todo. ¡Me gustaría retomarlo! No hay duda que esas son nuestras raíces, las de Occidente, la cultura clásica y judeocristiana.

- ¿Cómo llegaste a la política?

- Quería ser profesora de latín pero no conseguía entrar en ningún colegio. Me dedicaba a vender seguros. Y el PP de Guipúzcoa me ofreció trabajar en el ayuntamiento de San Sebastián, con amigos. Allí aprendí mucho de Gregorio Ordóñez. Era un hombre al servicio de los ciudadanos, nada políticamente correcto. Era firme, tenaz, muy religioso, con una fe firme, profunda. Cuando mataron a Gregorio mientras comíamos pensé: '¿qué hago?, ¿sigo en esto o me voy a casa?' Y fui presidenta del partido, candidata a lehendakari...

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- ¿Y tu fe en esos años, amenazada por ETA?

- ETA nos mataba de forma cruel, vivíamos con escoltas, bajo amenazas, y mi experiencia fue que los curas allí no eran cercanos ni misericordiosos con nosotros. Lo eran con las familias de los asesinos, no con las de las víctimas. Fui a hablar con el obispo de entonces, monseñor Setién, y le dije: 'Usted se preocupa más por las madres de los presos de ETA que por las madres de los que estamos amenazados. Mi madre ve que su hija con escoltas a todas partes'. Y él dijo: '¿Dónde está escrito que un padre ha de querer a todos los hijos por igual?' Así que yo pensaba: 'a estos no les preocupamos mucho'. Y no perdí la fe, pero sí me distancié de la Iglesia. Yo rezaba, quizá de forma mecánica. Como yo, mucha gente se sentía así.

- Dejaste el PP en 2008 en desacuerdo con Mariano Rajoy por temas de valores... ¿también los valores provida y profamilia?

- Entendí que habíamos abandonado los principios básicos, pero en ese momento pensaba sobre todo en la necesidad de una oposición clara al nacionalismo. Los que defendían el proyecto nacionalista nos estaban matando, físicamente, y nos estábamos doblegando ante eso. Tiempo después me reafirmé en mi decisión pensando el abandono de valores del PP en temas de familia y vida, pero en ese momento, en el País Vasco, nuestra prioridad cotidiana era la lucha por la libertad frente al terrorismo, la derrota del terrorismo.

- ¿Qué aprendiste sobre la fe de los políticos?

- Los políticos son gente de la calle como tú y como yo. Muchos son practicantes, cumplen con sus deberes, son buenas personas e intentan mejorar. Quizá a los "números uno" les falta formación en muchos temas complejos, pero para eso se han de rodear de un equipo que conozca los temas, asesores de bioética, por ejemplo, como de tantos otros asuntos.

- ¿Cambió tu vida de fe al dejar la política de partido?

- No. Mi vida de fe cambio cuando llegó el obispo Munilla. Se anunció a finales de 2009 y llegó en enero de 2010. Yo lo había conocido cuando era párroco en Zumárraga en 2000 cuando mataron a nuestro concejal Manuel Indiano. [Tenía 29 años, su mujer estaba embarazada de varios meses. El 29 de agosto del 2000, el etarra Azurmendi y otro compañero lo persiguieron por dentro de su pequeña tienda de chucherías y pan y le alcanzaron con más de 14 disparos. Nota de ReL]. En Munilla descubrí un cura de verdad: de actitud valiente, cariñoso, sin equidistancia, de fe profunda, que se transmite. Para mí fue un descubrimiento. Cuando lo hicieron obispo de Palencia, fui a la ordenación y decía: 'qué suerte tienen los palentinos'. Y luego Dios me escuchó y lo trajo a San Sebastián. Para muchos en la ciudad ha supuesto un antes y un después. Por él volví a ir a misa, a escucharle en la catedral. Una voz en mi interior entonces me decía que la fe yo no la estaba viviendo bien y que Munilla me daba ejemplo para mejorar. A mucha gente, como a mí, nos ha abierto los ojos.

- ¿Cómo llegaste a un retiro de Emaús este pasado octubre?

- Sentía la necesidad de profundizar en la fe, la misa del domingo no es bastante. Mi marido, Íñigo, que tiene una fe grande, estaba mucho tiempo como esperando a que yo me subiera al barco. La cuñada de una amiga mía, servidora de Emaús, nos propuso dedicarle 48 horas a Dios con ese retiro. Me pareció una oportunidad maravillosa de pararme y darle gracias.

- ¿Qué ha significado Emaús para ti?

- Ha sido un regalo grandísimo en mi vida, lo digo de verdad. He aprendido que vivir con Dios es un privilegio. Que Él está ahí, que hay que abrirle el corazón. Me sentí muy afortunada de compartirlo con otras mujeres. Era un encuentro solo de chicas. Fue en Azpeitia: ¡nunca había estado en Azpeitia sin escolta! Dios vive en todas partes. Hay que descubrirlo. Tratar con Dios es una necesidad, no es algo mecánico o automatizado.

- ¿Aprendiste algo más?

- Creo que vivimos con corazas, no hacemos una mirada hacia adentro, porque no nos acaba de gustar lo que vemos. Sabemos que no hacemos todo lo que deberíamos. Pero al mirar hacia adentro con franqueza, podemos hablar con Dios y decirle: "Mira, soy así, y quiero mejorar, Dios, y quiero que me ayudes a hacerlo". Y eso te hace más feliz. La gente me ve feliz, transformada, contenta de la maravilla que es Emaús. Pero, ojo, creo que has de ir cuando sientas esa necesidad de "algo más", esa sed que Él te pone. Si vas sólo como por obligación, quizá te puede rechinar.

- ¿Cómo crees que debe ser la fe del cristiano en nuestra época de ocio infinito, pantallas, familias débiles...?

- Hay mil cosas que nos distraen, harás de todo antes que ponerte a rezar. Es muy difícil educar a los chicos en la fe, con tanta distracción y divertimento. Jesús y Dios parecen lo último. Supongo que hemos de pensar en la fe como una semilla que puede tardar en germinar. Pero espero que tengan esa inquietud antes de los 53 años, no como yo. Ganarán en felicidad. Creo que Dios usará sus caminos. Pienso además que hoy es difícil mantener unida una familia. Llevamos 25 años casados y me siento muy orgullosa de ello. Tendríamos que potenciar más lo importante que es la familia, tener primos, abuelos, hermanos, y creo que Dios también está ahí.

- ¿A qué se dedica la Fundación Villacisneros en la que trabajas?

- La Fundación Villacisneros  es una fundación privada que defiende los valores judeocristianos, de familia, vida y libertad. Tenemos un proyecto que busca reabrir casos de ETA: hay 350 familias que no saben quién mato a sus padres e hijos. Hacemos también ciclos de conferencias para aportar espíritu crítico distinto a lo que nos inculca la TV, para reflexionar sobre temas de actualidad. Trabajamos en temas de Historia porque creemos que con nuestra historia nos podemos sentir orgullosos de ser españoles. El año pasado dimos un premio a Pastrana y Uribe por el referéndum que impulsaron en Colombia. Y financiamos unas becas para formar jóvenes que defiendan principios y valores.

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