Sam llegó de un país musulmán y en la Iglesia encontró su casa
En una iglesia encontró «vibrante» la liturgia y despertó su vida de fe: ya es sacerdote franciscano
Este mes de diciembre ha sido ordenado sacerdote franciscano el joven Sam Nasada. Y se ha llevado a cabo en California, donde las misiones franciscanas de los españoles llevaron el Evangelio por primera vez a esta zona. Y el camino no ha sido fácil para este religioso, pues ha tenido que ir superando obstáculos y dificultades, siendo la liturgia y su belleza lo que acabó despertando en él la vocación al sacerdocio.
Este franciscano podría haber sido uno más de los miles de jóvenes católicos que se alejan de la fe en la universidad. Y es que este joven llegó en 1997 a Estados Unidos para estudiar y acabó integrado en una parroquia que sería finalmente el ancla que le fijó a Dios.
Pero es que además Sam podría no haber sido ni siquiera católico. Es natural de Indonesia, el país con mayor número de musulmanes del mundo. Pero fue el colegio jesuita en el que estudió en su país en el que logró superar todas estas adversidades para así convertirse en el noveno sacerdote indonesio ordenado en Estados Unidos.
Cuando Sam habla de todo su proceso vocacional habla de la importancia de no subestimar nunca el poder y el cuidado de la liturgia como elemento para llevar a las personas a Dios.
Según explica a The Sun Catholic, Sam afirma que fue el papel de la liturgia el que impulsó la vida de fe de este joven en un momento crucial en su vida en el que otros muchos católicos abandonan la práctica religiosa. Por ello, en su ordenación Sam agradeció a los feligreses y a todos aquellos que hicieron posible este encuentro con Dios a través de todas estas cuidadas y vivas celebraciones litúrgicas.
Cuando en 1997 llegó a Los Ángeles para realizar sus estudios de Ingeniería encontró en la parroquia un lugar donde encontrarse en casa y además empezó a asistir a un grupo de adultos jóvenes católicos de su país. Fue entonces cuando empezó a profundizar en su fe.
“Me encantó como se realizaba de bien la liturgia allí. Hizo despegar mi vida de fe”, confiesa el ahora sacerdote franciscano. ¿Qué fue lo que le marcó? Él mismo asegura que fue la buena música, las homilías atractivas y que todos los ministros litúrgicos hicieran perfectamente su trabajo lo que le hizo sentirse bienvenido y en paz en aquella iglesia.
Pronto acabaría involucrándose también en la parroquia e interesándose por la liturgia y así fue como conoció a un liturgista franciscano que sería clave en su proceso vocacional poco después.
Este franciscano le invitó a realizar una peregrinación por carretera que incluía varias paradas en las históricas misiones franciscanas de California. En aquel viaje Dios le habló al corazón y el hecho de sentirse acogido y como uno más pese a no conocer demasiado a la gente ayudó en este encuentro.
Fue a partir de entonces cuando empezó a conocer mucho mejor a San Francisco, Santa Clara y toda la espiritualidad franciscana de la que se fue enamorando. “Sentía que creía ya en algo muy profundo, pero nunca había sabido cómo articularlo o encontrar palabras para explicarlo. Y todo esto me pareció tan natural…”.
Cuando se planteó la llamada al sacerdocio se le abrieron varias vías para discernir. La vía diocesana, la jesuita –la otra comunidad religiosa que conocía en su infancia- o la franciscana. No hubo dudas. Lo “natural” en su vida de fe le dirigía una y otra vez a seguir a San Francisco y así lo hizo. Ahora ya es un fraile franciscano que evangeliza a jóvenes para que en vez de abandonar la Iglesia puedan percibir la belleza que surge de ella.