La Iglesia tiene grandes problemas pero «vamos a cambiar las cosas a base de santidad»
Tenía un futuro brillante, pero de repente Dios le dio una colleja y entró al seminario, algo mejor
¿Dios puede dar “collejas”? Si es que sí, ¿cómo es recibir una de su parte? A esa pregunta contesta José Manuel. Es él mismo el que describe así el momento en el que se sintió llamado a ser sacerdote. “Dios me metió una colleja. Yo no me lo hubiera planteado en mi vida, a mí me encanta salir de fiesta, soy un joven normal. El primer sorprendido fui yo”, explica al periodista de la cadena COPE, Pablo Valentín-Gamazo.
“Pepe”, como le conocen todos, tiene 24 años. Cuenta su camino vocacional con mucha alegría, aunque al principio la pregunta por su propia vida le sentase como esa “colleja” de la que habla.
Una “colleja” de Dios en Corea del Sur
Este joven madrileño ha estudiado Economía en inglés. Trabajaba en un banco y tenía un futuro profesional prometedor. A eso se le sumaban una familia, dos hermanos mayores, buenos amigos y planes para disfrutar con todos ellos. Sin embargo, algo cambió en Pepe al acabar la carrera: “Sentí que Dios me llamaba a darle la vida entera”.
Dios puede elegir cualquier situación para presentar cualquier vocación. Si no, que se lo digan a este seminarista. A él le pilló uno de los momentos en Corea del Sur, de viaje con la universidad. Allí, le asaltó una pregunta: la de su vida.
“Un día me negué a que todas mis aspiraciones fueran qué voy a hacer la noche siguiente y qué voy a beber. Le asaltaron las ‘famosas’ preguntas existenciales”. “Me pregunté en serio por el sentido de mi vida: ¿quiero comprometerme o no?”
Pepe lo vio claro y superó el miedo inicial... con ayuda. “Da miedo hasta que te pones en manos de Dios. Si Él te sujeta, confianza total”, afirma. José Manuel había cambiado sus aspiraciones: “Quería algo más”. Ahí entró Dios: “Me lo hizo ver de una forma muy rápida y muy concreta”.
“No es una emoción, es algo que rezado... y quiero ser sacerdote”
Mientras todo esto ocurría dentro de Pepe, para el resto parecía ser el de siempre. Llegó el momento de compartir lo que llevaba en el corazón con las personas más cercanas. “Hubo de todo”, resume. Los primeros, sus padres.
Un sábado después de comer se sentó con ellos. “Mi padre me vio el tono y creo que le entró un poco el miedo”, asegura. Recuerda más o menos lo que dijo: “Lo he visto, no es una emoción, es una cosa que he rezado y sopesado en el tiempo... y quiero ser sacerdote”.
También recuerda la reacción. “Mi madre se puso a llorar de alegría”. Su padre también se emocionó. Esa alegría por el anuncio de haber encontrado para lo que él estaba llamado se contagió a sus amigos.
“Incluso para algunos que no creían, les supuso una alegría muy grande”. En especial, recuerda el caso de una chica, reconoce, “que era quien yo creía que iba a ser más problemática”. Sin embargo, valoró mucho lo que le dijo: “No lo comparto, pero me parece muy importante que hayas encontrado algo que te comprometa para toda la vida”.
Otro amigo de toda la vida le recordó algo que el propio Pepe le dijo en 4º de la ESO. Pepe admite que él no lo recuerda. Después de tantos años, Nacho, que así se llama, le trasladó a cuando eran compañeros en el colegio, que Pepe decía que se veía “trabajando en una gran empresa... o incluso de sacerdote si Dios me llamaba”.
¿Qué es lo que ha elegido Pepe: una moral, un conjunto de ideas...? No. “Es una persona concreta, es una elección de cada momento: elegir a Jesús aquí y ahora. Es una decisión mantenida en el tiempo, con total y libertad”, explica.
Se encuentra en el seminario, “estoy discerniendo”, como él dice. Es decir, viendo si la vida a la que se siente llamado se corresponde, o no, con ese deseo que él tiene.
Ese camino que él ha emprendido hasta su “sí” lo ha hecho con la oración. “Cuando yo me puse a preguntarme eso y a responder, acabas obteniendo una respuesta de dos”. Lo compara con una relación de pareja: “Es como en una relación de amor humano”, con la diferencia de que “las decisiones las tomo en oración con Dios”.
Un día a día llenos de Dios
Su día en el seminario comienza a a las 7:15 de la mañana en la capilla y acaba en torno a las 22:00 horas de la noche. Tiempo de estudio, de oración, de lectura, tiempo libre. Todo esto lo comparte... con otros. Otra parte importante para él es la comunidad: otros jóvenes que, como él, se sienten llamados a lo mismo.
Cada uno de forma diferente, pero todos afirman haberse encontrado con Jesús. Eso le “flipa” a Pepe, porque hace que la relación de amistad con otros seminaristas sea tan fuerte casi desde el minuto uno. “Cada uno de nosotros tiene una historia muy fuerte de encuentro con Cristo. Justo ese punto común en la llamada es tan fuerte que te convierte en familia de sangre casi automáticamente”.
“Vamos a cambiar las cosas a base de santidad”
Con la crisis de los abusos, ¿es el mejor momento para lanzarse a ser cura? Para José Manuel no es cuestión de momentos. Sí reconoce que la coyuntura influye.
“La situación me afecta muchísimo, porque es mi familia, la Iglesia, la que está sufriendo”, dice. No obstante, él ve la oportunidad de darle la vuelta. Se siente motivado: “Vamos a cambiar las cosas a base de santidad”. Él se identifica mucho con unas palabras que dijo el Papa: la Iglesia ve en la ira de la gente la ira de Dios hacia el pecado.
Por otra parte, su deseo de santidad y el de toda la Iglesia es fuerte, aunque también humilde. “No sólo por ser sacerdotes somos admirables o perfectos. Somos de a pie y de estar con la gente”.