Lunes, 25 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

En una universidad de Israel

El sobrino-nieto de Hitler se convirtió al judaísmo y enseña el Talmud

Tiene nombre, apellido y correo electrónico, pero no los ha hecho públicos para que la trama de su vida no quede al descubierto.

ReL

Hitler con dos niños
Hitler con dos niños

Paradojas de la vida... El sobrino-nieto del responsable de la muerte de millones de judíos, Adolf Hitler, se ha convertido desde hace ya algún tiempo a la fe de Abraham y es profesor de Talmud en una universidad israelita.

Este familiar del Führer nació en Frankfurt en 1952 y vive y trabaja en Israel desde hace más de un cuarto de siglo. Pese a tener nombre, apellido y correo electrónico, no los ha hecho públicos -ni lo va a hacer- para que la trama de su vida no quede al descubierto.

Parientes... pero no sanguíneos
Según informa el diario italiano La Repubblica, el hermanastro del genocida, Alois junior, era el padre de Heinz, segundo esposo de la abuela de nuestro protagonista, Ema Patra Hitler, quien al terminar la guerra eliminó la «t» de su apellido y lo cambió por «Hiler» para evitar ser identificada.

«Heinz se casó con la abuela Ema cuando ella se divorció de mi otro abuelo. Yo, por tanto, no tengo lazo alguno de sangre con el Führer, no tengo ADN en común», precisa el sobrino/nieto de Hitler, que dice haberse encontrado con Heinz solamente una vez «para un té» en casa.

«La abuela estaba encantada de haberse casado con uno de su clan». Ella, a la que califica de «fervorosa nazi», permaneció como tal «hasta el fin de sus días», relata. «Creía en la ideología antes, durante y después de la guerra. Estaba orgullosa de que su suegro fuera hermano de Hitler».
 
«Mis padres eran ambos cristianos protestantes. Los dos estaban en la Wehrmacht, el ejército del Tercer Reich. Mi padre, ardiente defensor del Partido, se divorció de mi madre poco después de mi nacimiento. Así que crecí con ella. Mi madre, en ese momento, no recibía ayuda alguna, ni económica, ni mucho menos moral de la abuela Ema, mujer indiferente a las penas y sufrimientos de los demás».

«He tenido una infancia llena de problemas; con mi madre pasábamos de una casa a otra, desalojados cuando no teníamos más dinero para pagar el alquiler. Sin embargo, ella me ha contado todo mostrándome documentos con la esvástica, las cartas y las fotografías de nuestros parientes, incluida ella misma, llevando uniformes. Y cuando le pregunté, visto que sabía las condiciones en que vivían los hebreos polacos en Lodz, por qué había continuado obedeciendo, me dijo sencillamente, con mucha vergüenza: “Tenía miedo“. La creí».

Su conversión al judaísmo
«Leí Mein Kampf, el libro de Hitler, de muchacho. Y quedé ciertamente impactado. ¿Cómo ha podido la gente ser tan estúpida para poder elegir a un hombre que escribía semejantes cosas?».

Este sobrino/nieto de Hitler señala que su recorrido hacia el judaísmo ha sido largo. «Después de la madurez, en el momento de hacer el servicio militar en Alemania, elegí Teología. El curso preveía un periodo de seis semanas en Israel. Era el inicio de los años setenta. Una vez llegado, me he sentido como en casa. Me he quedado y se ha producido mi conversión».

«Tu abuelo podría haber gaseado a mi abuela»
Algunos calculan que hay unos trescientos alemanes convertidos al judaísmo que viven actualmente en Israel. Muchos de ellos, entre los cuales se encuentran varios docentes universitarios, aún no quieren revelar su identidad y pasado.

El sobrino de Hitler utiliza otro nombre, aunque ya ha sido identificado en Israel por algunos. «No me agrada oír hablar de los palestinos con suficiencia. El Holocausto y el Tercer Reich me han forjado. Soy pacifista, y pienso que la democracia se prueba a sí misma respetando los derechos de las minorías. He buscado siempre ser honesto sobre mis orígenes: no los he ocultado jamás. También lo he hablado con mis alumnos y uno de ellos me ha dicho: “Imagina, tu abuelo podría haber gaseado a mi abuela“».
 
«Cuando mi historia comenzó a ser conocida, diversas personas con las que hablaba habitualmente dejaron de estrecharme la mano. Se cambian de acera. Y a mis hijos, en el colegio, los niños les escupen llamándolos “nazis“. He aprendido la lección. Alguna gente no quiere que tú cambies. Jamás».

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