Tiene 23 años, benedictina desde hace cinco en Sahagún (León), lleva Twitter, Instagram...
Según Marta, joven monja youtuber, hay futuro en la «oración, el apostolado y el darnos a conocer»
La hermana Marta González Cambronero es benedictina en el Monasterio Santa Cruz de Sahagún (León), que suma ya cinco siglos de existencia. Ella tiene 23 años recién cumplidos y es la más joven del convento, donde vive una docena de monjas. A pesar del retiro propio de la clausura, la hermana Marta es muy activa en las redes y con las nuevas tecnologías. Youtuber, bloguera, activa en Twitter, Facebook , Instagram… responsable de la web del convento…
Sobre Internet, su vocación y otras cosas la entrevistó Cristina Domínguez en Sahagún Digital:
-Siendo de Ciudad Real ¿cómo es que recalas en un convento de León?
-Conocí el Monasterio Santa Cruz, precisamente, a través de Internet (risas). El día que entendí que la vida monástica encajaba conmigo, y especialmente el carisma benedictino, me puse a visitar todas las páginas web de conventos de España. Un día me planté y puse en el buscador ‘Monjas-Benedictinas-España’. Me dije: “Mando un mail al primero que salga”. Y salió Sahagún. Mandé un correo con un montón de preguntas sobre la Regla de San Benito y qué partes de ésta estaban todavía vigentes. Yo ya tenía vocación.
-Esto de tener vocación, de sentir la llamada… ¿Cómo se manifiestan ese tipo de sensaciones en una adolescente del siglo XXI? ¿Cómo fue tu experiencia?
-Fue en Navarra. Estaba con mis padres y hermanos de viaje por el norte y entramos en el monasterio de Leyre. En casa siempre nos educaron en la fe, pero allí sentí mucha, mucha paz, algo especial. Era como si llevase tiempo buscando algo y lo hubiese encontrado. Me daba la sensación de que ese era mi sitio, pero… era un monasterio masculino. Hay que decir que no salí de allí con la idea de hacerme monja benedictina, pero fue el detonante. Lo de convertirme en monja no es de un día para otro, es un proceso de años.
-Desde que sientes esa llamada a conocer personalmente el monasterio de Sahagún pasan un par de años. En todo ese tiempo ¿no intentaste borrar de la cabeza la idea?
-Hubo épocas en las que sí dudé. Tenía días que me planteaba… ¿me voy a ir yo a León sin conocer a nadie, fuera de mi tierra? Tienes momentos bajos, pero tenía claro que había que arriesgarse.
-Y vas, y lo ‘sueltas’ en casa…
-Uf... (resopla) Nunca me dijeron “no lo hagas” pero sí me animaron a buscar otro convento más próximo… en Cuenca, por ejemplo. Pero no me llamaba la atención en ese momento. Sahagún era mi sitio.
-¿No hay ningún antecedente familiar? ¿No tienes la típica tía monja?
-Nadie. Ni un familiar lejano. Ni conocí antes a nadie que despertase esa inquietud. Conocía a los Salesianos, donde estudié, hice la catequesis, nos íbamos un día de convivencia… tenía contacto con religiosas y religiosos, pero nada especial. Sí que puedo afirmar no haber estado nunca cerrada a nada. Es más, creo recordar que, alguna vez, de pequeña, ya fantaseé con ser monja.
-Tu entorno amistoso en Ciudad Real también era de ambiente cristiano. No les resultaría entonces extraño, ¿verdad?
-No. De hecho, un chico de la pandilla está en un seminario.
-Entras en el convento de Sahagún en 2014 y te conviertes de pronto en la más joven de una comunidad religiosa en pleno medio rural. ¿Echas de menos tener cerca a otras jóvenes? ¿La diferencia de edad se nota intramuros?
-Con religiosas jóvenes se habla de otra forma. Los gustos y aficiones varían. Aunque me siento muy cerca de todas mis hermanas sí que hay momentos en los que te apetecería hablar de algunas cosas que ellas no ‘entienden’. Por ejemplo, como anécdota, hace poco he visto unos vídeos del compositor Jaime Altozano, analizando la banda sonora de Harry Potter. Algunas hermanas no saben quién es Harry Potter y otras ni qué es un youtuber. Son detalles que no afectan a la vida cotidiana, por así decirlo, no es algo importante, ni mucho menos, pero sí que hay veces que pienso: “Bah, esto ni lo cuento porque no me van a entender”. (Risas).
-Como usuaria de redes sociales te asomas cada día a una realidad que poco tiene que ver con tu vida en el convento: ¿mete miedo el mundo extramuros?
-Tampoco es que pase mucho tiempo mirando por la ventana de Internet. Como se va cribando a la gente que sigues, lo cierto es que hay veces que me gustaría incluso tener más gente amiga de diferentes sensibilidades e ideas, porque es enriquecedor. Por ejemplo: ver cómo piensan y cómo ven a la Iglesia los que no están dentro de ella.
-Hablando de estar dentro… Os llaman las monjas encerradas, pero eres alumna de la Escuela Municipal de Música de Sahagún, te vemos en la calle, te podemos ver por la hospedería, por el obrador, comprando el sábado en el mercado… ¿qué queda aquí de esas rejas?
-Ya no hay rejas y ya nos pueden ver hasta por Internet, ¿no? (risas). Lo que queda aquí de esa clausura tiene que ver con el silencio interior, con el compromiso, con el rezo. Las redes sociales, el salir… siempre que no estés todo el rato enganchada al móvil no son incompatibles. Además, las redes son un medio para dar a conocer, para transmitir nuestra vida, para compartir nuestras cosas. La clausura es más bien interior.
-Y las más veteranas ¿cómo ven estas Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación?
-Lo ven bien.
-Con dos vídeos colgados en la red y otro medio centenar en proyecto ya te podemos llamar ‘la monja youtuber de Sahagún’, ¿hay más religiosas con canales?
-Creo que contemplativas no. Está Esther Palma, que es una religiosa, misionera en Corea del Sur y hace vídeos, incluso enseñando palabras en coreano. Hay alguna otra, pero no tan constantes como Esther.
-¿Con qué frecuencia colgarás tus videos y de qué van?
-La idea es hacer uno a la semana. Tengo material preparado para unos sesenta. Era mi preocupación. El tiempo y el material para dar continuidad. No quería empezar sin tener material. Hablaré sobre San Benito, sobre la vocación; uno que tengo muchas ganas de hacer va sobre los mandamientos en positivo, sin tanto, no robarás, no matarás… tengo ganas.
-¿La Iglesia tiene que cambiar el lenguaje para llegar a más gente?
-Se escucha mucho lo que dices. Yo no entiendo qué parte no se entiende, pero sí. SM Dani, que es un sacerdote youtuber, con más de medio millón de suscriptores, es otro de los que me han inspirado; es un ejemplo de acercamiento a los jóvenes usando su propio lenguaje. Hablo mucho de YouTube, pero te garantizo que no me paso todo el día delante de la pantalla… (risas)
-Hace unos días conmemoramos el Día Internacional de la Mujer. ¿Has sufrido el machismo en primera persona?
-No.
-¿La Iglesia es machista? ¿Eres feminista?
-La organización de la Iglesia debería dejar más espacio a la mujer. Se está intentando, pero la Iglesia es muy lenta. El Papa sí que ha metido en el Vaticano a muchas mujeres… poco a poco se van dando pasos, pero es complicado romper esquemas en este ámbito. Imagina para un sacerdote mayor… esto va más lento que en el ‘exterior’ y aquí los valores que todavía se defienden son más uniformes. Se intenta. En cuanto al feminismo… estoy a favor del respeto. Bien es cierto que bajo el paraguas del feminismo se hacen cosas que no comparto.
-¿Qué te han llamado más, loca o valiente?
-Creo que valiente
-Asumes que alguien pueda pensar: “Qué pena de chavala…”
-No lo tengo claro. Yo creo que lo que más sufrimos es incomprensión. Pena no creo que demos. Asumo que la gente pueda cuestionarse cómo una chica tan joven como yo prefiere estar aquí ‘metida’ antes que viajar, conocer mundo, tener pareja…
-Todo esto en plena ‘guerra’ hormonal… ¿esto cómo se gestiona con 23 años?
-Es algo muy humano que no desaparece cuando entras a vivir en una comunidad religiosa. Nosotras decimos que, para ser monja, hay que ser mujer, luego cristiana y luego monja. Partiendo de la base de que las monjas somos mujeres, las dudas pueden llegar en cualquier momento. En cuanto a los sentimientos afectivos, éstos no se reprimen, se encauzan. Yo elegí esto. Yo a quien… (es difícil de comprender…) yo a quien quiero entregar mi vida es a Jesús y lo tengo que notar como esposo, como presencia y vivir con mis hermanas, y es todo un proceso de maduración y fidelidad. Cuando he tenido alguna duda, me he preguntado, ¿siento lo mismo que sentí en Leyre? No, ¿verdad? Pues es una ensoñación y pasará.
-¿Habláis de los sentimientos, de la sexualidad?
-Sí. Sobre todo, por la formadora de noviciado. Tampoco viene al caso usar el recreo para hablar de estos temas con todas las hermanas (risas), pero con las formadoras esto es un tema muy importante. No desapareció mi sexualidad cuando entré aquí. Sigo siendo Marta (risas).
-¿Cómo se te queda el cuerpo cuando sale a la luz un caso de pederastia en el seno de la Iglesia?
-Duele muchísimo. Es un tema que no se puede consentir. Se sabía que había ‘porquería’ en la Iglesia, pero no tanta. Se ha gestionado mal el tema. Las soluciones que se tomaron hasta ahora no fueron las más acertadas. Espero que a partir de ahora se afronte de otra forma y se elimine el problema.
-Otro tema también muy de actualidad tiene que ver con las elecciones, nacionales y municipales… ¿se habla de política dentro del cenobio?
-Hombre. Claro que se habla. Sí, sí.
-No me imagino una discusión acalorada entre religiosas hablando de política local, pero ¿se habla abiertamente de los partidos que les son más afines?
-Sí, sí. Se habla, se dice a quién se votará… no votamos al mismo todas. Igual que se habla en casa y, como en casa, hay opiniones diferentes.
-¿Os lleváis todas bien o hay ‘grupitos’ de amigas?
-Siempre puede haber gente que caiga mejor, entre comillas, puedes simpatizar con unas más que con otras. Es normal, esto es convivencia, puede haber alguna voz de vez en cuando pero normalmente no. Nos queremos, vivimos en comunidad. Somos una familia.
-¿Cómo es un día en la vida de Marta?
-El despertador suena a las siete de la mañana. Tenemos una oración personal en la iglesia que cada una interpreta como desea: lectura, rezo… luego, laudes, que es cantado, la eucaristía, se desayuna… yo termino pronto (risas). Después cada una hace su tarea: portería, teléfono, obrador… yo estudio. Tenemos un rezo en común de quince minutos antes de comer, después descansamos, y luego otro rezo. El Rosario y, por la tarde, ensayamos los cantos o participamos en el café del peregrino.
-¿De qué se trata?
-Desde hace un tiempo los Padres Maristas se hacen cargo de nuestra hospedería y, a eso de las cinco, se toma un café donde se comparte con los peregrinos la experiencia del Camino. Qué les motiva, qué han aprendido, si se están encontrando con ellos mismos… es muy interesante y tiene una dinámica muy divertida. Posteriormente ellos tienen una misa y nosotras nos incorporamos después a la bendición del peregrino. Luego están las vísperas, la cena, hay un recreo con el que se comparten cosas de forma más informal, otro rezo (Maitines) y… a la cama.
-¿Algún vistazo al móvil durante el día?
-Sí, tengo teléfono móvil pero no estoy pegada a él. Hombre, el lunes fue mi cumpleaños y sí lo tuve encendido y en el bolsillo.
-Estudias Ciencias Religiosas…
-Sí. Mucha Filosofía, mucha Historia de la Iglesia… y después ya vienen asignaturas que me llaman más la atención como Psicología de la Religión, Espiritualidad, Moral… lo hago en Burgos, de forma semipresencial y viajo a esa ciudad cada tres meses, a los exámenes, principalmente. Entro en la web, me descargo los apuntes, si tengo dudas el profesor tiene correo… sí que hay clases presenciales, pero no tengo que ir todos los días. Es una comodidad.
-Ahora eres juniora, te quedan cuatro años para ser monja ‘de verdad’ ¿qué diferencia hay?
-No hay mucha. En lo esencial vivo como las monjas. Estoy todo el día con ellas, las actividades son comunes. No es como antes. Antes las novicias ni comían con el resto. Supongo que ha evolucionado y, por otro lado, como estoy yo sola… en lo esencial no cambiará nada. Se supone que cuando profese ya no estudiaré tanto, sí hay formación, pero podré hacer trabajos de portería, biblioteca… si hay votación de abadesa podré participar. Lo que es el carisma y la vida monástica no cambian. Ahora es el tiempo de la formación fuerte, tanto académica como espiritual.
-¿Cómo ves tu convento dentro de 20 años?
-Su futuro no está en nuestras manos. Es una preocupación, entre comillas, un problema, una dificultad, que no puedes obviar, pero no está en nuestras manos. Dentro de 20 años estoy convencida de que la Iglesia y la vida consagrada no habrá acabado. La vida consagrada va a continuar, y por nuestra parte: oración y apostolado. Y también darnos a conocer. Antes no era necesario y se estilaba eso de la ‘vida escondida’. Ahora mismo si el monasterio no está en Internet no existe. Hay que tener, por lo menos, página web. Yo misma soy un ejemplo. Las conocí por Internet. Siglo XXI.
-¿Las Nuevas Tecnologías contribuyen a borrar esa imagen que dices de vida escondida?
-Tenemos que dar testimonio de lo que somos realmente; es un poco lo que yo intento. Quiero exponer lo que yo vivo, con sencillez y claridad, como otra gente usa Youtube para hablar de música, de historia. Yo hablo de lo mío.
-El lunes fue tu cumpleaños, tu 23 cumpleaños, ¿cayó algún regalín?
-Sí. Las madres me regalaron crema hidratante, crema para la cara. Sin crema me caigo a trozos (risas). Tengo la piel delicada. Los regalos que nos hacemos son siempre prácticos. El mes pasado, que vinieron de visita mis padres, trajeron dos películas: San Pablo y El caso de Cristo. También unos lápices y algo de dinero para comprar material de pintura.