Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Después del éxito en la católica «Quesadillas Crisóstomo», dedicará su vida a la pobreza como monje

Tras años adicto, el director de una famosa cadena de burritos será trapense: «Me enamoré de Dios»

Patrick Quinlan y Francisco Anzures.
El presentador de "Tequila con Aquino", Patrick Quinlan y el propietario de "Burritos Crisóstomo", Francisco Anzures, que próximamente ingresará con los monjes trapenses.

J.M.C.

¿Qué tienen que ver los burritos mexicanos, San Juan Crisóstomo y los trapenses? Con toda probabilidad solo sea posible encontrar una relación, y esta es "Burrito de Oro".  Así fue como, en referencia al santo, surgió esta famosa taquería en la frontera entre EE.UU. y México en 1979. Años después, la marca se dedicó por entero al padre de la Iglesia del siglo V d.C. Su actual propietario, Francisco Anzures, ha relatado al canal Tequila con Aquino la historia de esta famosa cadena católica, como lleva la fe a sus clientes y empleados… y también la vocación.

No hace mucho, Francisco concluyó sus estudios en Arquitectura en la prestigiosa Universidad de California. Siempre tuvo una buena situación económica y recientemente quedó como el propietario y heredero de Burritos Crisóstomo, una famosa cadena "líder del mercado" entre los Estados Unidos y México fundada en 1979.

Sin embargo, años atrás, en su otra vida, el joven sintió que "algo tenía que cambiar".

Y es que durante su juventud, Anzures admitió  tener "una vida de pecado muy fuerte y de vicios" que estaban llevando su vida "hacia la condenación eterna".

Su vida, explica, estaba "totalmente descontrolada en el pecado, con mujeres, relaciones por todos lados, una vida desenfrenada con las sustancias -drogas- y un alcoholismo muy elevado, bebiendo todos los días grandes cantidades".

Aquella situación se prolongó durante muchos años hasta que estuvo cerca de destruirle: "Estaba afectando a mi familia, a mi trabajo, a mis decisiones… toqué fondo y recurrí a mi abuelo. Él me dijo: `Tienes que ordenar tu vida y discernir´.

En unos ejercicios, conoció su vocación

Y entonces, realizó los ejercicios espirituales de San Ignacio en un monasterio, quedando "totalmente transformado" por "ese tipo  de vida en silencio con Adoración al Santísimo, por poder estar con Nuestro Señor y tener la intimidad de la adoración".

Recuerda que al hacerlos, sintió  "un llamado profundo a la vida sacerdotal y monástica, a la vida en silencio": "Tuve un encuentro profundo con Dios que transformó mi vida completamente, mis amistades… sentí algo que [me decía que] tenía que cambiar. Fue un caminar que me llevó a preguntarme: `¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿Para qué fuiste creado? ¿Qué estás haciendo?".

"Pude ver los porqués de cómo era, qué me generó esos vicios, buscar las raíces de por qué era así y tenía ese temperamento, de por qué era adicto al dolor o por qué no podía enamorarme de una mujer", explica.

Recuerda que en aquellos ejercicios -y después de ellos- multitud de aspectos "se empezaron a trabajar" hasta convertirse en algo "necesario" y que desea en su vida.

Francisco terminó su carrera de Arquitectura en California de forma muy distinta a como la empezó, "intentando llevar una vida de santidad", cuando encontró un libro determinante en su vida, El tesoro escondido de la Santa Misa, de San Leonardo de Porto-Mauricio. 

El_tesoro_escondido_de_la_Santa_Misa

El tesoro escondido de la Santa Misa, que puedes conseguir aquí, fue determinante en la conversión de Francisco.

Así, en Los Ángeles, empezó a rezar el rosario diario y a asistir a la Santa Misa, a la Adoración y a leer las Sagradas Escrituras.

Sin embargo, tras terminar sus estudios, notó que la puerta de los jesuitas -con quienes quería ingresar- se había cerrado.

Un Jesús humano capaz de sanar heridas

Fiel a su deseo de dedicarse a la oración, Anzures buscó junto a su familia grupos de laicos y religiosos en los que poder permanecer y encontró Lazos de Amor Mariano.

"Con este grupo, también seguí buscando esa llamada a la vida de consagración que fue solidificándose en ese hambre de querer darme más al Señor y de dar a Dios a las almas. Me topé con un libro, A mis sacerdotes, de la beata Conchita Cabrera, que me presentó un Dios personal, un Dios amigo. Me enamoré de un Jesús humano, de Dios, que me abrió el corazón", explica.

Aquel libro no solo le ayudó a mejorar en su relación con Dios: "Me ayudó mucho en la sanación. No podía sanar interiormente del alcoholismo y la adicción a la sexualidad porque no tenía confianza en Dios. Pero el rosario, las lecturas espirituales y la intercesión de Conchita me fueron abriendo el corazón a la gracia del Espíritu Santo e iluminaron mi camino espiritual hasta el día de hoy".

Acto seguido, Anzures relató brevemente la historia del éxito de Burritos Crisóstomo, una empresa familiar de comida mexicana que cuenta con hasta 13 franquicias en Juárez y Estados Unidos con una estrecha relación con la oración y los santos. Como explican en su web, todo su éxito comenzó tras "pedirle a Dios que mostrara el camino" y le agradecen "la oportunidad de continuar con la labor divina de alimentar a la comunidad". 

Del éxito económico evangelizando a vivir la pobreza

De hecho, la empresa familiar ha logrado construir iglesias y ha ayudado a multitud de sacerdotes, obispos, congregaciones y seminaristas con sus gastos y necesidades.  

También difunden la fe entre sus empleados, y cada uno cuenta, en agradecimiento a Dios y a San Juan Crisóstomo por la marcha del establecimiento, con una cruz inscrita en los uniformes que imita a la que se le mostró a la mística beata Conchita Cabrera.

Por la buena marcha económica de su negocio y la vida que Anzures ha podido permitirse en su, le gustaría especialmente ingresar a los trapenses en los próximos meses.

La pobreza, explica, "es algo que necesito dar de mi. La entrega de la pobreza es algo muy especial y hermoso, el despojarse de todo… Pero sobre todo una pobreza espiritual, despojarme de mi mismo, de mis comodidades, no tanto de lo económico sino algo más profundo. Sobre todo porque la vida monástica requiere una entrega de vida interior, que es algo  que buscado toda mi vida".

"Gracias a Dios, a través de San Ignacio, vino ese encuentro conmigo mismo y con Dios con la realidad que estaba viviendo y se me hizo una pregunta: `¿Estás dispuesto a cambiar y a llevar esta conversión a otras almas? Por la gracia que Dios me hadado, he decidido decir `sí´ cada día. Y cada día es una entrega que, por gracia del Espíritu Santo, he logrado tomar. Y con mis imperfecciones y mis debilidades, trato de dar lo más que puedo", concluye.

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