Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El gran evangelizador de los Grandes Lagos en el siglo XIX

Con raquetas por la nieve, entre indios, tramperos y ventiscas, el obispo Baraga, hacia los altares

Con raquetas por la nieve, entre indios, tramperos y ventiscas, el obispo Baraga, hacia los altares
Recorrió miles de kilómetros por el norte de Michigan

Poli Sanchiz / ReL

Hace 150 años, allá por los grandes lagos de Michigan, en medio de la ventisca, se podía vislumbrar una figura caminando encorvada por la nieve. Era Frederick Baraga, apodado el cura “pisanieves”, y muchos indios americanos se alegraban al verle aproximarse a sus aldeas. Evangelizó a tribus Chippewas y Ottawas, y viajó por todo el norte del entonces salvaje EEUU, ya fuera en canoa o a pie.

Nació en 1797 en el seno de una familia católica y adinerada en Eslovenia. Sus padres poseían una gran fortuna, que se empobreció por culpa de las guerras napoleónicas. Ambos murieron siendo él muy joven.

Baraga pasó el resto de su juventud en casa de un profesor de derecho en Liublana. Los franceses ocupaban Eslovenia en ese momento, por lo que los profesores de Baraga tuvieron que cambiar el idioma de la enseñanza varias veces. Esto favoreció que, a los 9 años, Baraga pudiera hablar, de forma fluida, tres idiomas, francés, esloveno y alemán. Además, en aquella época era obligatorio aprender latín y griego. Esta facilidad para aprender le serviría en su futura misión.


Catedral de San Nicolás, en Liubliana, donde fue ordenado Baraga

Estudió derecho en la universidad de Viena, donde conoció a san Clement Mary Hofbauer, sacerdote redentorista. Gracias a sus enseñanzas y a su dirección espiritual, Baraga entró en el seminario tras graduarse en 1821.

Una vez ordenado sacerdote, tuvo que enfrentarse a la rigurosidad del jansenismo. Predicó las enseñanzas de Hofbauer en su parroquia de Liubliana, que se llenó de fieles. El resto de sacerdotes le envidiaban, y consiguieron convencer al obispo para enviarle a una pequeña parroquia rural lejos de la capital. Esto no evitó que muchos fieles viajasen hasta allí para escuchar misa o confesarse. Esto solo avivó los celos del resto del clero, que intentaban evitar que predicara.
 
La llamada a América
En 1830 el obispo de Cincinnati, Edward Fenwick, solicitó ayuda para pastorear y evangelizar la región de los grandes lagos. Baraga vio una oportunidad para misionar y también para escapar de los celos del resto de sacerdotes. En diciembre de ese mismo año cruzó el Atlántico.

Baraga contrató a un chico nativo de 18 años para que le enseñase la lengua Chippewa. El sacerdote se dedicó a estudiarla horas y horas. Quería predicar a los indios en su propia lengua, y cuanto antes. Leonora McKeen, directora de la Asociación Baraga, ha explicado a CatholicWorldReport lo importante que era para él poder comunicarse. “Quería hablar con la gente en el idioma local y en sus aldeas. Sin intermediarios”, ha contado McKeen.


Entre Estados Unidos y Canadá, en la región de los grandes lagos de Michigan, se asentaban las tribus de los Chippewa y los Ottawa

Así comenzó la andadura del cura “pisanieves” por toda la región de los grandes lagos. Una andadura literal, porque, según McKeen, no hay ningún registro histórico de que Baraga se desplazase alguna vez a caballo. Ninguna distancia era demasiado grande para él, daba igual el motivo. “En una ocasión, Baraga caminó 92 kilómetros por la nieve en un día para bautizar a una niña india que estaba a punto de morir”, ha contado McKeen.

Volvió a Europa solamente una vez, para pedir ayuda para las misiones. Consiguió convencer a su hermana, que le acompañó para ser profesora, y a 17 seminaristas. Tres de ellos acabarían siendo obispos.

Puente entre culturas
Por su apostolado y servicios, el propio Baraga fue nombrado obispo en 1857. Pese a ello, siguió viviendo en su pequeña y sencilla cabaña de Marquette, en Michigan. En ese momento publicó la Gramática y Diccionario del Chippewa, que en nuestros días sigue utilizándose. Su intención con esta obra fue doble. Por un lado, aseguró la continuidad de la lengua Chippewa, seriamente amenazada por el choque cultural. Por otro lado, facilitó la labor de evangelización a muchos sacerdotes jóvenes.
 
Conflicto con los tramperos
Los tramperos y vendedores de pieles habían comenzado a establecer rutas comerciales y zonas de caza por los territorios indios. En muchas ocasiones, daban whiskey a los indios para aprovecharse de ellos. El alcohol afectaba mucho a los nativos, y los tramperos conseguían por un precio muy barato los territorios indios.

Baraga se dio cuenta en seguida. “Decidió hacer un voto de abstinencia del alcohol, e invitó a la tribu hacer lo mismo”, ha explicado McKeen. “Por ello recibió muchas amenazas de los tramperos, que le acosaban en su propia cabaña”.


Los tramperos cazaban en el norte para luego vender las pieles más al sur

400 kilómetros a pie, petate al hombro
No fueron pocas las ocasiones en las que el cura “pisanieves” arriesgó su propia vida. En el invierno de 1853, Baraga fue avisado de que una familia necesitaba urgentemente medicinas y provisiones. Él reunió todo lo que pudo de ambas cosas, las metió en un gran petate, y comenzó a caminar. Le separaban de esta familia 400 kilómetros de nieve por bosques y montañas.

Según McKeen, cuando había llegado a los 90 kilómetros tras dos días caminando, sus raquetas de nieve se rompieron en medio de una ventisca. Baraga quedó atascado en medio de la nada. Afortunadamente, un comerciante que pasaba por allí lo socorrió. “Se salvó de milagro”, ha contado McKeen. “El comerciante contó después que, si no llega a ser por él, Baraga hubiera muerto congelado”.

En 1866, Baraga sufrió un ataque al corazón volviendo de un sínodo de Baltimore. Decidió seguir viajando como antes pese a las secuelas. Un año y medio después murió.


Fotografía de Baraga en sus últimos años de vida

Trabajando por su beatificación
Se cumplen 150 años de su muerte. La diócesis de Marquette (www.dioceseofmarquette.org), en Michigan, EEUU, ha comenzado a construir un museo dedicado a Baraga, según ha contado McKeen. “Mudaremos las oficinas al museo y construiremos también una capilla en su honor”, explicó.

Curtis Chambers, exjefe indio de una de las tribus Ottawas de Michigan, decidió en 2012 recorrer a pie todas las rutas por las que pasó Baraga. Lo hizo en invierno y sin ningún tipo de tecnología. "A veces me sentía solo en medio de la nieve", explicó Curtis a la diócesis de Gaylord. "Pero sentía la presencia de Baraga. Seguía sus huellas en la nieve. Ya sabía que no iba a llevar la mochila por mí, pero le sentía cerca".


Curtis recorrió algunas de las rutas de Baraga en 2012

Su causa de canonización está abierta desde 1952. En 2012 fue declarado venerable por el Papa Benedicto XVI. Ahora, la diócesis de Marquette y la Asociación Baraga esperan que se investigue un milagro atribuido a Baraga por el que se le podría beatificar.

“Su unión con los indios fue total”, ha contado McKeen. “En una carta pastoral escrita en inglés y Chippewa de 1853 se refiere a ellos como “sus niños”. Esperamos que pueda ser declarado santo pronto”.
 
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