La Iglesia debe ser «fiel a Jesús», dice Sarah en Bélgica, donde nuevas cifras anuncian su extinción
“El gran desafío de la Iglesia hoy es ser fiel a Jesús, a su Evangelio, su fidelidad a las enseñanzas recibidas desde siempre de los primeros Papas, de los Concilios”: así lo expresaba el cardenal cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en una entrevistado concedida a Cathobel durante su estancia en Bélgica los días 6 y 7 de febrero.
El prelado guineano de 72 años, añadía dos desafíos más. Por un lado, “la fe": "La fe ha caído, no solamente a nivel del pueblo de Dios, sino incluso entre los responsables de Iglesia. A veces uno puede preguntarse si realmente tenemos fe”.
Por último, “hay también una gran crisis sacerdotal. No porque no haya bastantes sacerdotes. En el siglo VII, el Papa San Gregorio Magno ya decía que había demasiados sacerdotes. Hoy hay 400.000. Pero ¿viven los sacerdotes verdaderamente su vocación?”.
La Iglesia flamenca, en extinción
En cuanto a las cifras, el cardenal Sarah hablaba de la Iglesia universal, donde en algunos países de Asia y África las cifras de vocaciones pintan al alza. Pero sus palabras llegan en unas fechas en las que se han conocido unas devastadoras cifras sobre la situación de la Iglesia belga que visitaba. En Flandes, región de casi 6.500.000 de habitantes, en 2002 el número total de consagrados en Flandes era de 13.963 personas, entre sacerdotes, religiosos y religiosas. En 2017 esa cifra cayó hasta 6.197, un 55,6% en 15 años.
Pero aún es más indicativa la distribución de edades: el 15% son mayores de 90 años, el 80% tienen entre 75 y 90 años, y solo el 5% menos de 60 años. En 2017 hubo en todo Flandes 3 novicios y 5 votos temporales. Solo a lo largo de 2018 se espera que la caída sea de mil consagrados, es decir, en torno a un 16%. Es una Iglesia abocada a la extinción de facto en el plazo de un lustro.
Fuente: vrtNWS, citando estadísticas de Kerk en Leven.
Tres vías de relación con Dios
“Hoy hay una gran crisis de fe”, subraya el purpurado, pero también “una gran crisis de nuestra relación personal con Dios”, que él radica en la falta de oración: “¿Cómo se descubre una amistad? En la relación. A un amigo le conozco cada vez más si le frecuento realmente, y en profundidad. Pues bien, a Jesús, Dios, le conocemos y tenemos una relación con Él si rezamos. Ahora bien, creo que hoy se discute mucho pero quizá se reza poco. Pienso que una de las formas de redescubrir a Dios y de tener una relación personal con Él es la oración, la oración silenciosa, una oración que sea un cara a cara. La oración no es decir cosas, es callar para escuchar a Dios que ora en nosotros”.
Sarah apunta también a la lectura de la Biblia y a los sacramentos: “Su Palabra es igualmente un medio para relacionarnos con Él”. Y también “a través de los misterios de los sacramentos, que son los medios creados por Dios para que realmente nos vinculemos a Él. Cuando soy bautizado, me sumerjo en la Trinidad. Cuando recibo el Cuerpo de Cristo, verdaderamente Cristo viene a mí y yo estoy en Él. Mediante la confesión, se restablecen los vínculos rotos entre el hombre y Dios”.
El prefecto del Culto Divino hace particular hincapié en la misa: “La eucaristía es la cima y la fuente de la vida cristiana. Sin la eucaristía no se puede vivir… Por eso hay que celebrar la eucaristía con dignidad. No es una reunión de amigos, no es una comida que uno se toma a la ligera, es verdaderamente Dios que se nos ofrece para quedarse con nosotros. Dios es nuestra vida, Dios es nuestro alimento, Dios lo es todo para nosotros. Y Él quiere manifestárnoslo en la eucaristía. ¡La eucaristía debe ser algo tan sagrado, tan bello…!”.
“La liturgia”, explica el cardenal Sarah, “no pertenece a nadie, no pertenece al obispo, ni al sacerdote, que no puede decidir hacer esto o aquello. Debe seguir lo que indican las rúbricas, lo que indica la liturgia, las leyes de la Iglesia. Es una forma de obediencia”.
E insiste en el silencio como lugar de encuentro con Dios, no en vano ha escrito un libro al respecto, La fuerza del silencio: “La liturgia nos diviniza, porque entramos en comunión con Dios, por ello es tan importante cuidar el silencio en la liturgia. Le preguntaron a Romano Guardini: ‘¿Cuándo comienza verdaderamente la vida litúrgica?’. ‘Por el aprendizaje del silencio’, contestó”.
El suicidio de Occidente
En cuanto a la situación de la civilización occidental, el cardenal Sarah considera que “no solamente Occidente está perdiendo su alma, sino que está suicidándose, porque un árbol sin raíces está condenado a muerte”: “Creo que Occidente no puede renunciar a las raíces que han creado su cultura y sus valores”. Tras citar situaciones “asombrosas”, como que los parlamentos “autoricen la muerte de un niño inocente e indefenso”, augura que “si Occidente, si Europa renuncia absolutamente a su identidad cristiana, la faz del mundo cambiará trágicamente”.
Por último, interrogado sobre el reciente cincuentenario del Concilio Vaticano II (abierto en 1962 y clausurado en 1965), Sarah cita a Benedicto XVI para recordar que “hubo dos Concilios: por un lado, el verdadero Concilio, que aportaba los textos, y por otro el Concilio de los medios, que comentaban los textos del Concilio; y la gente solo conoció el Concilio de los medios”.
“La verdadera reforma de la Iglesia es vivir plenamente el Evangelio”, concluye, “vivir plenamente lo que hemos recibido de Jesucristo y de la Tradición”: “La verdadera reforma es esa llamada constante a la conversión… No consiste en el número de cristianos, ni en nuevas estructuras que creemos, sino en la santidad de la vida cristiana”.
El prelado guineano de 72 años, añadía dos desafíos más. Por un lado, “la fe": "La fe ha caído, no solamente a nivel del pueblo de Dios, sino incluso entre los responsables de Iglesia. A veces uno puede preguntarse si realmente tenemos fe”.
Por último, “hay también una gran crisis sacerdotal. No porque no haya bastantes sacerdotes. En el siglo VII, el Papa San Gregorio Magno ya decía que había demasiados sacerdotes. Hoy hay 400.000. Pero ¿viven los sacerdotes verdaderamente su vocación?”.
La Iglesia flamenca, en extinción
En cuanto a las cifras, el cardenal Sarah hablaba de la Iglesia universal, donde en algunos países de Asia y África las cifras de vocaciones pintan al alza. Pero sus palabras llegan en unas fechas en las que se han conocido unas devastadoras cifras sobre la situación de la Iglesia belga que visitaba. En Flandes, región de casi 6.500.000 de habitantes, en 2002 el número total de consagrados en Flandes era de 13.963 personas, entre sacerdotes, religiosos y religiosas. En 2017 esa cifra cayó hasta 6.197, un 55,6% en 15 años.
Pero aún es más indicativa la distribución de edades: el 15% son mayores de 90 años, el 80% tienen entre 75 y 90 años, y solo el 5% menos de 60 años. En 2017 hubo en todo Flandes 3 novicios y 5 votos temporales. Solo a lo largo de 2018 se espera que la caída sea de mil consagrados, es decir, en torno a un 16%. Es una Iglesia abocada a la extinción de facto en el plazo de un lustro.
Fuente: vrtNWS, citando estadísticas de Kerk en Leven.
Tres vías de relación con Dios
“Hoy hay una gran crisis de fe”, subraya el purpurado, pero también “una gran crisis de nuestra relación personal con Dios”, que él radica en la falta de oración: “¿Cómo se descubre una amistad? En la relación. A un amigo le conozco cada vez más si le frecuento realmente, y en profundidad. Pues bien, a Jesús, Dios, le conocemos y tenemos una relación con Él si rezamos. Ahora bien, creo que hoy se discute mucho pero quizá se reza poco. Pienso que una de las formas de redescubrir a Dios y de tener una relación personal con Él es la oración, la oración silenciosa, una oración que sea un cara a cara. La oración no es decir cosas, es callar para escuchar a Dios que ora en nosotros”.
Sarah apunta también a la lectura de la Biblia y a los sacramentos: “Su Palabra es igualmente un medio para relacionarnos con Él”. Y también “a través de los misterios de los sacramentos, que son los medios creados por Dios para que realmente nos vinculemos a Él. Cuando soy bautizado, me sumerjo en la Trinidad. Cuando recibo el Cuerpo de Cristo, verdaderamente Cristo viene a mí y yo estoy en Él. Mediante la confesión, se restablecen los vínculos rotos entre el hombre y Dios”.
El prefecto del Culto Divino hace particular hincapié en la misa: “La eucaristía es la cima y la fuente de la vida cristiana. Sin la eucaristía no se puede vivir… Por eso hay que celebrar la eucaristía con dignidad. No es una reunión de amigos, no es una comida que uno se toma a la ligera, es verdaderamente Dios que se nos ofrece para quedarse con nosotros. Dios es nuestra vida, Dios es nuestro alimento, Dios lo es todo para nosotros. Y Él quiere manifestárnoslo en la eucaristía. ¡La eucaristía debe ser algo tan sagrado, tan bello…!”.
“La liturgia”, explica el cardenal Sarah, “no pertenece a nadie, no pertenece al obispo, ni al sacerdote, que no puede decidir hacer esto o aquello. Debe seguir lo que indican las rúbricas, lo que indica la liturgia, las leyes de la Iglesia. Es una forma de obediencia”.
E insiste en el silencio como lugar de encuentro con Dios, no en vano ha escrito un libro al respecto, La fuerza del silencio: “La liturgia nos diviniza, porque entramos en comunión con Dios, por ello es tan importante cuidar el silencio en la liturgia. Le preguntaron a Romano Guardini: ‘¿Cuándo comienza verdaderamente la vida litúrgica?’. ‘Por el aprendizaje del silencio’, contestó”.
El suicidio de Occidente
En cuanto a la situación de la civilización occidental, el cardenal Sarah considera que “no solamente Occidente está perdiendo su alma, sino que está suicidándose, porque un árbol sin raíces está condenado a muerte”: “Creo que Occidente no puede renunciar a las raíces que han creado su cultura y sus valores”. Tras citar situaciones “asombrosas”, como que los parlamentos “autoricen la muerte de un niño inocente e indefenso”, augura que “si Occidente, si Europa renuncia absolutamente a su identidad cristiana, la faz del mundo cambiará trágicamente”.
Por último, interrogado sobre el reciente cincuentenario del Concilio Vaticano II (abierto en 1962 y clausurado en 1965), Sarah cita a Benedicto XVI para recordar que “hubo dos Concilios: por un lado, el verdadero Concilio, que aportaba los textos, y por otro el Concilio de los medios, que comentaban los textos del Concilio; y la gente solo conoció el Concilio de los medios”.
“La verdadera reforma de la Iglesia es vivir plenamente el Evangelio”, concluye, “vivir plenamente lo que hemos recibido de Jesucristo y de la Tradición”: “La verdadera reforma es esa llamada constante a la conversión… No consiste en el número de cristianos, ni en nuevas estructuras que creemos, sino en la santidad de la vida cristiana”.
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