Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Como familia misionera neocatecumenal en Perú, escribía a sus otros hijos en Europa

Miura de la evangelización: el epistolario desde la misión de José María Soler Zulategui

Izq. a drcha.: Jesús Pulido (BAC), Antonio María Soler (misionero e hijo del autor); Ginés G. Beltrán, obispo de Getafe; Juan Cerezo Sole (preparador de la obra), José María Soler, hijo del autor
Izq. a drcha.: Jesús Pulido (BAC), Antonio María Soler (misionero e hijo del autor); Ginés G. Beltrán, obispo de Getafe; Juan Cerezo Soler (preparador de la obra), José María Soler, hijo del autor

Pablo Cervera Barranco/ReL

Miura… Este fue el calificativo que dio Carmen Hernández, co-iniciadora del Camino Neocatecumenal con Kiko Argüello, en el funeral de José María Soler Zulategui, protagonista de estas líneas.

Hace años, Kiko Argüello, en certera lectura teológica de la historia, dijo que la muerte de tantos miles de mártires en la persecución religiosa de 1936-1939 en España (no trienio 1936-1939, como algunos tratan de reescribir, incluso desde la COPE) había dado como fruto para la Iglesia católica dos realidades nuevas de carácter universal: el Opus Dei y el Camino Neocatecumenal. Sea o no así, en concreto, ciertamente se verifican las palabras de Tertuliano: «La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos» (Apologético 50, 13)

Autor singular de un epistolario desde la misión

En el mes extraordinario de la misión es especialmente acertada la publicación y presentación del libro Cada instante sabe a vida eterna. Epistolario de misión  (BAC, Madrid 2019) que recoge las cartas que José María Soler dirigió desde Callao (Perú) a sus hijos en Europa, en los años de misión junto con su esposa y sus dos hijos pequeños.

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José María Soler, conversando con Kiko Argüello, en los inicios del Camino Neocatecumenal

José María Soler fue hijo de un mártir: José María Soler Pla (su proceso de beatificación junto con otros 69, promovido en Santander, ya está en Roma). Maestro católico, fue uno de los localizados para ser asesinado el 15 de agosto de 1936 in odium fiei.

Su hijo José María, tras años de enseñanza en una escuela propia, aterrizó en el Colegio de Ntra. Sra del Recuerdo (jesuitas) de Madrid. Allí fue profesor de lengua durante años. Consultados algunos alumnos de su época, lo recuerdan como «singular», «distinto», «auténtico»… «El "Sr. Soler", —así le llamaban— era hombre de genio». Algunos decían que estaba loco. «Mi padre era apasionado, bastante impulsivo, de fuerte carácter y siempre tuvo la conciencia de haber sido hijo de un mártir de la Iglesia católica, lo que le llevó a amar con pasión la herencia de su padre», ha confesado su hijo José María en la reciente presentación del libro en Getafe, presidida por Ginés García Beltrán, obispo de la diócesis.

Con todo, en dato contado por otro antiguo alumno, «era hombre afectuoso y de fe». «Se presentó en mi casa a las 7.00 de la mañana del día 2-XI-2001 para la misa de cuerpo presente de mi madre, que yo celebraba en mi casa, antes de trasladarla a los Corrales de Buelna». «Así era el Sr. Soler».

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Misionero en España, país de misión

José María había conocido a Kiko Argüello en los Cursillos de Cristiandad y, a partir de una vez en que Kiko habló en su Ultreya, José María ya no se separó de él. Fue a finales de los años 60, en Palomeras (Madrid), donde empezaba a gestarse el Camino Neocatecumenal. No era habitual que en aquellos años un laico se dedicara a predicar la fe.

José Mari «se lanzó a la evangelización, a tiempo y a destiempo, ante todos, daba igual. Tenía un tesoro y no lo podía callar. Catequizó en numerosas parroquias de Madrid: Alcobendas, donde vivíamos, Barajas, El Tránsito, La Paloma, los Sacramentinos, Begoña y otras más. En dos parroquias de Guadalajara. Abrió el CN en Murcia y en Valencia, presentando esta iniciación cristiana junto con Nicanor a numerosos presbíteros de esta zona levantina. Catequizó en Baracaldo y en Marquina», dice su hijo.

Y añade simpáticamente: «A mí me daba vergüenza que predicara a un cobrador del autobús en el autobús sin conocerle de nada; a quien le preguntara en la calle por una calle; a los padres de mis compañeros del Recuerdo cuando iban a entrevistarse con él para preguntar por sus hijos; a sus alumnos, entre los que me encontraba; a todos los que se encontraba. Y también a nosotros, sus hijos. Era un miura de la evangelización, como recordó Carmen Hernández en su funeral».

José María proclamaba una y otra vez, hasta machaconamente: «Hermano mío, Dios te ama como eres. No necesitas cambiar para que Dios te ame con locura, pues Él te ha amado y te ama aunque seas perverso y pecador». Y este mensaje lo repetía opportune et importune. Su hijo mayor refiere: «Recuerdo que en el colegio siempre había algún chico que no quería dar clase de latín y le hacía la pregunta adecuada: “¿Qué piensa usted acerca de…?” Y nos denunciaba: “Sois unos burgueses que lo tenéis todo pero os falta lo esencial…”, y anunciaba a Dios Padre, que ha enviado a su hijo Jesucristo para salvar al hombre».

Misionero allende los mares

 Cuando dejó el colegio de los jesuitas, por jubilación, cruzó el Atlántico: «Fue como profesor al seminario Redemptoris Mater de Callao, en Perú, —sigue siendo su hijo Chema quien habla— y mi madre como gobernanta del seminario; les encargaron la evangelización junto con otras familias misioneras de uno de los poblados jóvenes de las afuera de Lima, Mi Perú. Los poblados jóvenes eran agrupaciones de gente, normalmente campesinos que huían de la miseria y de la guerra contra el terrorismo de Sendero Luminoso, y se asentaban en los inmensos terrenos desérticos de las afueras de Lima, en donde plantaban cuatro esteras y allí se instalaban centenares de miles de personas sin nada, a la aventura de comer y sobrevivir cada día. Allí llevaban su mensaje».

Rasgos de un libro singular

«Este libro que presentamos no es una abstracción teológica, va dirigido a personas concretas, a sus hijos y nietos, en situaciones concretas y con problemas concretos, cosas que pasan en las familias, en casi todas las familias, que muchas veces llevan a la separación, al resentimiento, al rencor, a la ira, al enfado, al no te vuelvo a hablar».

«“Tu padre es Dios”, —repetía a sus hijos. “Yo” —repetía también—, “solo soy quien te ha engendrado. Es Él, tu buen Padre Dios, quien te ha pensado blanco e inmaculado en su presencia por los siglos de los siglos”. Y esto nos lo predicó hasta en su lecho de muerte […] En estas cartas nos ha hablado del amor entre los hermanos. Nos ha instado a que trabajemos no por los bienes perecederos… haciéndonos conscientes de que también debemos ser buenos administradores de los bienes terrenales. Se ha preocupado por la fe de nuestros hijos, sus nietos. Nos ha predicado el amor de Dios en cualquier situación de muerte o de sufrimiento, nos ha instado a que nos perdonemos».

Familias itinerantes, en sociedades descristianizadas

Jesús Pulido, director de la BAC, recordó en la presentación mencionada: «Carmen y Josemari, como matrimonio, se sumaron al impulso misionero de la Iglesia en el Camino Neocatecumenal, que promueve familias itinerantes, encarnadas en sociedades descristia­nizadas, inspirándose en el primerísimo modelo apostólico. A estas familias les acompaña la convicción de que están realizando, poniendo en práctica, la Palabra de Dios. Las cartas de Jose Mari transpiran Sagrada Escritura por todas partes. Cuando uno comienza a leerlas, se da cuenta de que están escritas por una persona que tiene una familiaridad grande con la Biblia, adquirida en la oración, en el estudio y en la vida de cada día».

Y bellamente añadió a continuación el director de la BAC: «La salida misionera no es una excursión, ni un viaje de aventuras, ni una campaña de propaganda o de proselitismo, la salida misionera es una salida salvífica, redentora, es el camino de la vida que conduce al cielo, que no se recorre solo sino con los demás, como pueblo en marcha».

 

 

También puede leer este otro reportaje sobre la familia:

Los Soler, una familia que lleva la misión en la sangre: el último, Antonio, ya está en Mozambique

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