Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Norma Allen Brown, misionera costarricense en África

Unos guerrilleros casi la matan, una cobra le muerde y resiste sin suero... esta monja es muy dura

Unos guerrilleros casi la matan, una cobra le muerde y resiste sin suero... esta monja es muy dura
Norma Allen es una religiosa de las Misioneras Combonianas, natural de Costa Rica, que pasó apuros muy serios en Uganda

ReL

En el digital costarricense "La Teja" la llaman "la tica de acero". Norma Allen Brown, religiosa de las Misioneras Combonianas, natural de Ciudad Neily (Costa Rica) estuvo bien cerca de la muerte en Uganda, en 2004 y en 2006; la primera vez encañonada por guerrilleros; la segunda, mordida por una cobra. Pero nada ha apagado su entusiasmo por servir a los necesitados y anunciar en el evangelio, sea en África o de vuelta al continente americano.

"¿Por qué esta negra habla raro?"

El 6 de junio del 2004, la hermana Norma volvía en ambulancia de unas visitas, acompañada por dos sacerdotes. Acaban de comprar 100 litros de gasolina. Un grupo guerrillero los interceptó en la carretera.

“Veníamos de regreso a la tribu en la ambulancia y oímos dos disparos. Pensé que se me había estallado una llanta, pero el padre Daniel (Naduya) me dijo que nos estaban disparando, que acelerara. Lo hice, pero la calle era de lastre y vimos como nos estaban siguiendo y amenazando con las armas, por lo que dije 'no, no, yo paro' y solté el volante, lo que provocó que nos volcáramos. Perdí el conocimiento por algunos segundos y me desperté cuando el padre gritaba ‘no me mate, no me mate’ y yo le gritaba ‘padre Daniel, sáqueme de aquí’”.

El sacerdote la sacó tirando de su hábito mientras ella decía en español “¿dónde está mi velo?”. Pero eso inquietó a los asaltantes.

“El padre me pedía que hablara en inglés, porque ellos no entendían lo que yo estaba diciendo. Los dos nos apuntaban con las armas con cara como preguntándose, ¿porque ésta, negra como nosotros, habla un idioma que no conocemos?”, agregó la misionera costarricense.

El sacerdote sí les entendía, pero no lo revelaba porque sabía que lo podían matar para evitar que él los denunciara ante las autoridades.

"Denme los balazos que sea, pero a mí no me tocan"

“Es una negra paqueteada, decían, mientras les pedían a los religiosos que se quitaran los zapatos y la ropa. Ya venían para donde mí y les dije: 'ah no, lo siento. Ustedes a mí no me tocan, denme los balazos que me tengan que pegar, pero no me van a tocar'. Nos pidieron que nos pusiéramos en un lugar ya para ejecutarnos y de un pronto a otro nos dijeron que nos fuéramos. En eso vimos al padre Peter, al que solo se le veía una pierna. Comentamos que había muerto, pero en eso nos gritó, ‘no, no estoy muerto, sáquenme de aquí. ‘Apaguen el carro’, que aún estaba encendido y cuando lo sacamos, nos dice otro guerrillero: ‘¿adónde van ustedes? ¿Quién les dijo que se fueran? Vengan para acá’.

“Ahí me dije, 'hasta aquí llegamos'. Nos pidieron que nos sentáramos y dijeron, vamos a empezar por matar a la hermana y de los nervios les respondí, ‘¿no pueden empezar por otro lado?’. Por lo que el padre Daniel me llamó la atención: ‘Hermana, nos van a matar y usted jugando’. ‘Era nada más una sugerencia’, le respondí”.

La religiosa constata que el miedo hace a la gente ser muy imprudente. Hoy agradece que los asaltantes perdieran interés y les dejaran vivos.

Mordida por una cobra... y sin medicinas

Apenas dos años después, en septiembre del 2006, mientras la religiosa lavaba la ambulancia, una cobra le mordió en el tobillo.

“Me acerqué al carro tipo siete de la noche y solo sentí algo que me mordió en la espinilla de la pierna derecha, cuando volví a ver, vi que había sido una cobra. De inmediato me empecé a sentir mal, se me hinchó la ingle, no podía respirar y como pude me fui para la capillita porque estaba sola en ese momento y comencé a orar".

"Ahí le dije al Señor, 'no puede ser posible que me muera aquí por culpa de una culebra'. Agarré el vino de la misa y me lo empiné y confesé mis pecados y le dije al Señor que se hiciera su voluntad. Me cobijé con unos trapos que había y me quedé quedita terapeándome hasta que me dormí”, narró.

Se despertó a eso de las cinco de la madrugada: “bueno, muerta no estoy”, se dijo. La encontraron las otras religiosas y le preguntaron qué le había pasado.

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Así ha quedado, muchos años después, la pierna mordida por la cobra
(foto de Rafael Murillo en La Teja)

“Cuando les enseñé la pierna la tenía completamente seca desde arriba hasta abajo, como la piel de una serpiente y más oscura de mi tono natural, ahí me llevaron en carrera al hospital donde estuve once días internada, con la pierna en alto porque no aguantaba el dolor, me trataban de inyectar pero todas las venas se me habían colapsado. Pasado ese tiempo me escapé del hospital y me empecé a tratar con plantas medicinales como acostumbraba mi mamá, que además, era lo más usado por allá ante la carencia de medicamentos”, explicó la hermana Norma.

La misma serpiente que la mordió a ella, mordió a otro muchacho que lamentablemente no corrió su misma suerte y murió en menos de 24 horas.

"A lo mejor hay que amputar"

La hermana vive actualmente en una casa de las religiosas combonianas que museo junto a otras religiosas que también sirvieron en África.

Otro médico que llegó de visita para una actividad de aniversario de la leprosería donde ella trabajaba la llevó a Kampala, capital de Uganda para que le revisaran la pierna pues había riesgo de que se la amputaran.

“El doctor me dijo, vamos a hacerle un examen, si la médula está podrida, hay que amputarla y en eso yo como que no entendí la gravedad de la situación y dije, 'no, lo siento, yo me voy para Costa Rica, a mí no me van a cortar la pierna', a lo que el médico, replicó que 'si llegaba'. Agarró la aguja, me punzó y al comprobar que todo estaba bien, me dijo que había sido un milagro".

Rodolfo Vargas, director del Refugio Herpetológico de Santa Ana, explicó a los periodistas lo asombroso que es que la hermana sobreviviera a la moderdura.

“Todos los tipos de cobras tienen un veneno que afecta rápidamente el sistema nervioso, hace que le cueste respirar a la persona, le cierren los ojos y no pueda moverse hasta que mueren en poco minutos. Que ella haya sobrevivido, en un continente como África donde casi no hay acceso a antiofídicos (suero) ni a tener pronta atención, es un milagro”, explicó Vargas.

Influyó también que no la mordió en una arteria que hace fluir el veneno como en una autopista directo a los órganos vitales. El estar bien hidratado, el tamaño de la persona y el estado de salud son también importantes en estos casos.

La vocación: lo que Dios preparó para ti

Con todo, a la hermana Norma le gusta hablar de lo maravillosa que es la vocación misionera y entregar la vida a las misiones, como demuestra en este vídeo, ya desde México, y comentando cosas que aprendió a valorar en África. 

En un texto donde explica el origen de su vocación, resume así lo que ha vivido en las misiones con los más necesitados. 

"He amado y me deje amar, he visto, oído, tocado y experimentado la gracia del Señor en mi vida y en la de los ugandeses. Muchas veces atendí a los afectados de la lepra, una enfermedad que no te mata pero te desfigura, y a pesar de eso nunca he visto gente tan feliz, con su cara deforme pero con la belleza en el corazón".

"Con las personas afectadas e infectadas por el SIDA en todas las edades, al principio no quería trabajar con ellos pues pensaba que ésta es gente muerta en vida, pero me tuve que comer mis palabras, como dicen en mi tierra, ya que nunca recibí más: la que me dieron ellos. Empecé con los niños, luego conocí a muchos más. Ellos llegan a decir: “el SIDA no nos quita la vida, sino que nosotros la damos viviendo positivamente”. Esto me ha hecho pensar en que cuando Jesús en la cruz decía: “ustedes no me quitan la vida, yo he venido para darla y en abundancia”.

"Nunca te canses de buscar lo que Dios preparó para ti desde la eternidad", exhorta.

 

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