Rafael Santandreu reconoce que la secularización ha llenado las consultas
Un psicólogo agnóstico explica por qué la fe y los sacramentos son «muy beneficiosos» para la salud
La fe es buena para el hombre, amar al prójimo beneficia a la sociedad y los sacramentos son algo positivo. El que así piensa no es un sacerdote o religioso sino un psicólogo agnóstico. Se trata de Rafael Santandreu, autor de exitosos libros de autoayuda como El arte de no amargarse la vida o Ser feliz en Alaska.
Este psicólogo reconoce que la secularización que vive la sociedad ha beneficiado a su profesión porque se están llenando las consultas por lo que reconoce que la religiosidad es buena para la salud mental. Santandreu ahonda más en este aspecto y en otros relacionados con la religión en esta entrevista concedida Antonio Moreno para la Diócesis de Málaga:
- Afirma usted que la religión es beneficiosa a nivel psicológico.
- Las religiones en general tienen un conjunto de conceptos, de creencias, de ideas, que son muy benéficas para la salud mental. Te podría nombrar un montón. Por ejemplo, la aceptación incondicional de los demás o de uno mismo. Porque de nada sirve castigarse, sino que hay que aceptarse y buscar un cambio o una transformación. También es importante un gran sistema de valores como el que ofrecen las religiones donde el amor hacia la vida y hacia los demás son los factores fundamentales de la felicidad. Lo que le da la felicidad al hombre es amar por encima de otros valores como la inteligencia, la eficacia, la belleza.
- Eso me suena al Evangelio...
- Es que desde el punto de vista de la psicología cognitiva, que es la que yo practico, tenemos las pruebas de que esa manera de estar en el mundo es benéfica, es saludable, es “salvífica” (diría la religión). Es la manera de ser más feliz que existe. Y lo comprobamos porque nosotros hacemos intervenciones que están basadas en muchos de estos principios. Yo me inspiro muchísimo en la tradición cristiana y católica. Tenemos 20 siglos que son una maravilla, con ejercicios espirituales y con disciplinas de desarrollo personal que no solo pueden servirle a católicos, sino también al resto de las personas. Muchas veces, la búsqueda de una salud mental luego te lleva hacia una vía espiritual. Eso pasa muchísimo en psicoterapia.
- O sea, que le ha venido bien que la gente deje de ir a la iglesia
- Sí. Lo voy a decir así pero que se entienda bien. Que el mundo esté tan loco, que haya tanta presión tanta autoexigencia, al psicólogo le va bien porque tiene más trabajo, pero ojalá no fuese así. Ojalá viviésemos en un mundo donde todos fuéramos más felices y yo me pudiera dedicar a otra cosa.
- ¿Necesita entonces nuestra sociedad un poco más de espiritualidad?
- Me gusta decir que una sociedad, cuanto más opulenta es, más necesita de educación en valores porque es como un Ferrari que tiene un gran motor y puede ir muy deprisa, pero entonces necesita todavía mejores frenos y mejor volante. Cuantas más oportunidades tiene una sociedad, más necesita tener un control sobre todo eso y estar muy bien amueblada mentalmente. Lo que vemos es que sucede lo contrario: se prima la educación en tecnologías, pero se está dejando de lado la educación en valores cuando más la necesitamos.
- Habla usted en sus libros de que nuestra sociedad está enferma de “necesititits”. Es su forma de recomendar la pobreza evangélica de toda la vida...
- Cito muchas veces a San Francisco de Asís a este particular. Al final de su vida dicen que San Francisco de Asís afirmó: «cada vez necesito menos cosas y las pocas que necesito, cada vez las necesito menos». Yo estoy seguro de que era un tipo muy fuerte y muy feliz porque ahí realmente está una de las claves de la felicidad. No necesitar, pero cuidado ni cosas materiales ni cosas inmateriales. Por ejemplo, es absurdo necesitar que te respete todo el mundo todo el tiempo. En primer lugar porque eso no va a pasar y en segundo lugar porque ¡tampoco es tan importante hombre! Eso no da la felicidad. Si por un milagro sucediese eso de que todo el mundo te respetase todo el tiempo, tampoco serías una persona más feliz. Tendrías eso que sería curioso, no estaría mal pero no es la fuente de la felicidad. La fuente de la felicidad, por ejemplo, es no quejarse; amar lo que te rodea y tus oportunidades. Y el amor hacia el entero mundo y el amor hacia los demás. Eso sí da la felicidad. Todas las demás necesidades que nos hemos creado hay que dejar de entenderlas como necesidades y entenderlas como metas, como ejercicios que llevamos a cabo en nuestra vida, pero no son esenciales. Es importante cambiar la escala de valores. Con esto no quiero decir que no tengas metas, que quieras ser actor, o que quiera ser médico o que quieras tener pareja o que quieras vivir en la montaña, me parece muy bien pero no es lo esencial eso para la felicidad ni para la vida. Por lo tanto no lo endioses, no crees, como diría el cristianismo, becerros de oro. En todo caso son becerros de barro y de muy poco valor comparado al oro que es nuestra capacidad de amar a los demás.
- Le falla a usted una pieza en su puzzle: el pecado. ¿Qué hay de la incapacidad de hacer “el bien que quiero” y la tendencia a hacer “el mal que no quiero”?
- Nosotros entendemos que cuando obramos mal es fruto de la confusión o de la locura, pero no de una semilla real que alberguemos en nuestro interior. Si tú vas a una guardería y entras en una clase de niños de cuatro años, verás que son criaturas maravillosas que lo único que quieren es ser felices y hacer felices a los demás. Eso es como somos en realidad los seres humanos. Que en el proceso en el que nos hacemos adultos nos confundimos mucho incluso hasta nos volvemos locos es cuando hacemos el mal cuyo principal perjudicado somos nosotros mismos porque nos alejamos de la fuente de la felicidad. Así no seremos nunca felices. Entonces si nosotros entendemos que eso es locura o confusión, lo que tenemos que hacer es, con amabilidad y cariño, buscar el camino de vuelta. Además es algo que nos puede pasar a todos.
- Perdone que le lleve la contraria, pero como padre experimentado he de decirle que eso no es cierto. Los niños, desde mucho más pequeños son egoístas, violentos, envidiosos…
- Estoy de acuerdo en que el ser humano tiene la semilla del bien o del mal y es cierto que tenemos los dos modus operandi en nuestro ADN, pero te digo una cosa, el que nos pone armónicos el que nos hace felices, el que nos encontraremos en nuestra plenitud es el de la bondad y el amor y el otro nos hace infelices, nos desarmoniza, nos pone mal en realidad. Estamos haciendo un malísimo negocio cuando hacemos las cosas mal, cuando no amamos, cuando no somos generosos, para con nosotros en primer lugar, pero tenemos una predisposición genética tanto para el bien como para el mal. Es cierto eso.
- ¿Qué piensa del sacramento de la confesión?
- La confesión es un acto muy hermoso y muy benéfico. Hoy en día existe por ejemplo una técnica pseudopsicológica que se llama las constelaciones familiares que está bastante de moda. Se trata de una herramienta psicológica en la que la gente se perdona y perdona a los demás. Entender que todos fallamos, pero que tenemos un camino de redención, es maravilloso. La transformación personal es un acto hermosísimo. El acto del sacramento católico de pedir perdón, de lavar los pecados, es una cosa fantástica, maravillosa, que hace que cada día sea un día nuevo si tú quieres ¿no? Que estrenes día, que te estrenes como persona cada día es muy hermoso.
- Estamos en verano y se disparan los índices de divorcios porque no estamos acostumbrados a convivir. ¿Alguna sugerencia?
- Las personas tienen que darse cuenta de que los seres humanos no duramos mucho tiempo sobre la tierra. La vida pasa muy deprisa, dentro de nada estaremos muertos. Es una maravillosa oportunidad vivir el verano, una época de más conexión con los seres queridos. ¿Habrá momentos de incomodidad? Bueno, pero la comodidad no es la felicidad, no es tan importante. Demos la bienvenida a la incomodidad y aprendamos de ella. Pueden surgir roces, pero son oportunidades de aprender a relacionarnos de una manera más hermosa. Te va a ayudar mucho recordarte que el tiempo pasa muy rápido y que estas oportunidades desaparecen y debemos aprovecharlas al máximo.