Impresionante testimonio de fe y de perdón de Agnes Fernandes
En un año asesinaron a su marido y a su hijo: «¿Quiénes somos para cuestionar la voluntad de Dios?»
Agnes ha experimentado sufrimientos tan grandes que a muchas personas le llevarían a la desesperación más absoluta. Pero lejos de dejarse llevar por la tristeza esta mujer se abrazó a la fe y a la Eucaristía tras ver cómo en apenas un año su hijo y su marido eran asesinados en circunstancias truculentas. Aun así ha podido perdonar y ahora ayuda a otras personas que están pasando por la misma situación que ella.
Su vida no fue fácil desde el principio. Agnes Fernandes junto a su marido Joe y sus dos hijos abandonaron su hogar en Kuwait para vivir en Houston. Años antes ya habían tenido que dejar su país natal tras la invasión de Sadam Hussein con poco más que lo puesto llegando en autobús a un campo de refugiados.
Una fe firme en toda circunstancia
“Con Dios de nuestro lado, huimos del país”, asegura Agnes, cuya familia siempre se ha mantenido con una fe católica firme pese a las dificultades. Una vez que la familia pudo regresar a Kuwait, pasó a ser la única profesora católica en una escuela musulmana donde sus hijos a su vez eran los dos únicos católicos de los más de 1.600 alumnos. Así, esta mujer recuerda que “a pesar de que lo habíamos perdido todo nunca perdimos nuestra fe en Dios”.
Así educaron a sus hijos y pese a las trabas para poder acudir a la que entonces era la única iglesia católica en el país nunca faltaban a misa, aunque tuvieran que ir el jueves o el viernes puesto que el domingo era un día laborable.
El sueño americano
Con la promesa de disfrutar de la libertad religiosa y de una mejor educación para sus hijos, esta familia decidió iniciar una nueva vida en Estados Unidos. Agnes rápidamente fue contratada como profesora en una escuela católica y su marido consiguió empleo como representante de ventas. “La vida era buena en Estados Unidos”, afirma esta mujer a Our Sunday Visitor.
Sin embargo, nunca imaginó el vuelco que daría su vida en unos pocos meses. En 2008 estaba preparando junto con su hija Tina la boda de ésta cuando de repente llamó a la puerta de su casa un detective que buscaba información sobre un homicidio. Creía que el cuerpo hallado podría ser el de su hijo Johny. “Mis rodillas temblaban, no paraba de sudar y mi corazón se disparó”, recuerda.
"Todo mi mundo se vino abajo"
“Sentí que iba a desmayarme. Me preparé para lo peor. Realmente quería creer que mi hijo seguía vivo y que se habían equivocado de persona. No fue hasta que mi hija Tina miró la foto e identificó el rostro de mi hijo cuando supe que se había ido. Todo mi mundo se vino abajo. Sentía que estaba en un sueño horrible, y quería desesperadamente despertarme”.
Aun fue peor cuando supieron que el asesino, que huyó y fue perseguido por varios estados, era el mejor amigo de su hijo, al que habían acogido en casa como un miembro más de la familia. Finalmente fue detenido y condenado a 25 años de prisión.
Apenas un año después de este terrible suceso la desgracia volvía a su casa. Una llamada en mitad de la noche la dejó de nuevo destrozada. Su marido había sido asesinado. Joe se ofreció a ayudar esa noche a un amigo en una tienda durante unas horas. A medianoche debía estar en casa pero no llegó. A las 2:45 le dijeron que le habían matado en un robo. Cuatro jóvenes entraron a la tienda en la que estaba y cuando Joe no pudo abrir la caja registradora con la velocidad suficiente, uno de los ladrones le disparó.
"Me volví a Dios para pedirle consuelo"
“De la noche a la mañana mi vida cambió y mi mundo se derrumbó en pedazos. Cuando murió Johny sentí que una parte de mi corazón se iba con él. El dolor era tan intenso que a veces no sentía ningún dolor en absoluto. Entonces, cuando Joe murió, la otra mitad de mí se fue con él. Mi mundo entero estaba sacudido, así que me volví a Dios para pedirle consuelo, fuerza y sanación”.
Tres de estos jóvenes fueron condenados a cadena perpetua, el cuarto a 12 años tras cooperar con la Policía.
"Sólo Dios puede sanar"
Agnes podía haberse alejado de Dios pero no lo hizo y sostiene que “nunca se enfadó o culpó a Dios”. “Creo firmemente que sólo Dios puede sanar. Me dirigí a él con absoluta desesperación, fe y confianza”, asegura. Y recuerda además que encontró la fuerza para seguir adelante en la oración, la adoración eucarística y la santa Eucaristía.
Esta mujer habla desde su experiencia y considera que el perdón y la curación es algo continuo que comienza incluso antes de levantarse de la cama cada mañana y recitando la “oración milagrosa”, ella declara su perdón a los que asesinaron a su marido y su hijo.
"Dios nos da fuerzas para carga con nuestras cruces"
Su apostolado lo ha centrado ahora en ayudar a personas afligidas que han vivido situaciones parecidas a la suyas. Se llama Familias Afligidas, y se trata de un grupo de apoyo a las familoas que han perdido trágicamente a un ser querido.
“Dios nos da la fuerza para llevar nuestras cruces en la vida si le abrimos nuestros corazones. Como mi esposo siempre decía: ‘¿quiénes somos nosotros para cuestionar la voluntad de Dios? Cuando Dios pone una prueba en nuestra vida, ¿quiénes somos nosotros para hacer una pregunta? No deseo ningún mal a los asesinos que trajeron tanto dolor y desesperación a nuestra familia. Solo rezo para que se reconcilien con Dios”.
Su vida no fue fácil desde el principio. Agnes Fernandes junto a su marido Joe y sus dos hijos abandonaron su hogar en Kuwait para vivir en Houston. Años antes ya habían tenido que dejar su país natal tras la invasión de Sadam Hussein con poco más que lo puesto llegando en autobús a un campo de refugiados.
Una fe firme en toda circunstancia
“Con Dios de nuestro lado, huimos del país”, asegura Agnes, cuya familia siempre se ha mantenido con una fe católica firme pese a las dificultades. Una vez que la familia pudo regresar a Kuwait, pasó a ser la única profesora católica en una escuela musulmana donde sus hijos a su vez eran los dos únicos católicos de los más de 1.600 alumnos. Así, esta mujer recuerda que “a pesar de que lo habíamos perdido todo nunca perdimos nuestra fe en Dios”.
Así educaron a sus hijos y pese a las trabas para poder acudir a la que entonces era la única iglesia católica en el país nunca faltaban a misa, aunque tuvieran que ir el jueves o el viernes puesto que el domingo era un día laborable.
El sueño americano
Con la promesa de disfrutar de la libertad religiosa y de una mejor educación para sus hijos, esta familia decidió iniciar una nueva vida en Estados Unidos. Agnes rápidamente fue contratada como profesora en una escuela católica y su marido consiguió empleo como representante de ventas. “La vida era buena en Estados Unidos”, afirma esta mujer a Our Sunday Visitor.
Sin embargo, nunca imaginó el vuelco que daría su vida en unos pocos meses. En 2008 estaba preparando junto con su hija Tina la boda de ésta cuando de repente llamó a la puerta de su casa un detective que buscaba información sobre un homicidio. Creía que el cuerpo hallado podría ser el de su hijo Johny. “Mis rodillas temblaban, no paraba de sudar y mi corazón se disparó”, recuerda.
"Todo mi mundo se vino abajo"
“Sentí que iba a desmayarme. Me preparé para lo peor. Realmente quería creer que mi hijo seguía vivo y que se habían equivocado de persona. No fue hasta que mi hija Tina miró la foto e identificó el rostro de mi hijo cuando supe que se había ido. Todo mi mundo se vino abajo. Sentía que estaba en un sueño horrible, y quería desesperadamente despertarme”.
Aun fue peor cuando supieron que el asesino, que huyó y fue perseguido por varios estados, era el mejor amigo de su hijo, al que habían acogido en casa como un miembro más de la familia. Finalmente fue detenido y condenado a 25 años de prisión.
Apenas un año después de este terrible suceso la desgracia volvía a su casa. Una llamada en mitad de la noche la dejó de nuevo destrozada. Su marido había sido asesinado. Joe se ofreció a ayudar esa noche a un amigo en una tienda durante unas horas. A medianoche debía estar en casa pero no llegó. A las 2:45 le dijeron que le habían matado en un robo. Cuatro jóvenes entraron a la tienda en la que estaba y cuando Joe no pudo abrir la caja registradora con la velocidad suficiente, uno de los ladrones le disparó.
"Me volví a Dios para pedirle consuelo"
“De la noche a la mañana mi vida cambió y mi mundo se derrumbó en pedazos. Cuando murió Johny sentí que una parte de mi corazón se iba con él. El dolor era tan intenso que a veces no sentía ningún dolor en absoluto. Entonces, cuando Joe murió, la otra mitad de mí se fue con él. Mi mundo entero estaba sacudido, así que me volví a Dios para pedirle consuelo, fuerza y sanación”.
Tres de estos jóvenes fueron condenados a cadena perpetua, el cuarto a 12 años tras cooperar con la Policía.
"Sólo Dios puede sanar"
Agnes podía haberse alejado de Dios pero no lo hizo y sostiene que “nunca se enfadó o culpó a Dios”. “Creo firmemente que sólo Dios puede sanar. Me dirigí a él con absoluta desesperación, fe y confianza”, asegura. Y recuerda además que encontró la fuerza para seguir adelante en la oración, la adoración eucarística y la santa Eucaristía.
Esta mujer habla desde su experiencia y considera que el perdón y la curación es algo continuo que comienza incluso antes de levantarse de la cama cada mañana y recitando la “oración milagrosa”, ella declara su perdón a los que asesinaron a su marido y su hijo.
"Dios nos da fuerzas para carga con nuestras cruces"
Su apostolado lo ha centrado ahora en ayudar a personas afligidas que han vivido situaciones parecidas a la suyas. Se llama Familias Afligidas, y se trata de un grupo de apoyo a las familoas que han perdido trágicamente a un ser querido.
“Dios nos da la fuerza para llevar nuestras cruces en la vida si le abrimos nuestros corazones. Como mi esposo siempre decía: ‘¿quiénes somos nosotros para cuestionar la voluntad de Dios? Cuando Dios pone una prueba en nuestra vida, ¿quiénes somos nosotros para hacer una pregunta? No deseo ningún mal a los asesinos que trajeron tanto dolor y desesperación a nuestra familia. Solo rezo para que se reconcilien con Dios”.
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