Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La familia, la alabanza y un grupo de oración mantienen a Rubén lejos de la adicción

Enganchado al cristal, su cuerpo se degradaba, tenía alucinaciones... pero apostó por Dios y la vida

Rubén logró desengancharse de la droga apoyándose en Dios, en su familia y con una vida de alabanza y testimonio
Rubén logró desengancharse de la droga apoyándose en Dios, en su familia y con una vida de alabanza y testimonio

ReL

A su casa acude un grupo de oración para alabar a Dios, y en ella cantan al Señor coros de niños de la parroquia. Tiene 29 años, su esposa le ama y él ya es padre. La vida se despliega ante Rubén Padilla, de Ciudad Juárez (México), que ha dejado atrás la droga y ahora vive una vida nueva de fe y fraternidad. Cuenta su historia el digital Portaluz

Rubén quedó enganchado al alcohol ya a los 15 años. Él era de familia católica, y de niño rezaba, pero en la adolescencia se alejó de Dios cada vez más. “Después de la muerte de mi abuelita decidí negarme a Dios. Eso cambio mi vida hacia otro camino. Empecé a tomar [beber] y de ahí vinieron otras cosas: la marihuana, después la cocaína, la piedra. Dejaba una sustancia por otra hasta que el año pasado conocí el “cristal” y duré un año con esa adicción”, explica Rubén al semanario Presencia de la diócesis de Ciudad Juárez. El cristal es una metanfetamina muy adictiva que destroza el cuerpo con gran velocidad. 
 
A los 18 años se casó y las consecuencias de sus adicciones comenzó a sufrirlas la familia. En septiembre de 2016 inició su cuarto proceso de rehabilitación. “La primera vez entré a rehabilitación por alcohol y marihuana; la segunda por cocaína y piedra; la tercera por vagancia, y esta vez por cristal. Con esta adicción sentí quererme morir”, afirma.
 
El adicto siempre miente; la verdad libera
Como le ocurre a la mayoría, fue nada más probarla y se enganchó. Claro que Rubén ya tenía la voluntad relajada de tanto meterse en años previos marihuana, alcohol y cocaína. El adicto siempre encuentra excusas para justificarse y mentir. La clave para comenzar a renacer es mirar la verdad. Pero eso, tardaría tiempo en descubrirlo…



“Inicié con el cristal por una depresión. Tenía un buen trabajo en El Paso y perdí mi visa. Después de tener mucho dinero ya no tenía nada. Entré en depresión y lo quise ocultar con una sustancia para sentirme bien. Cuando la probé se me hizo barata y me daba energía al principio y con esa razón la use para sacarle un beneficio”.

El cristal dañó su cuerpo rápidamente. “Adelgacé hasta pesar 60 kilos. No dormía. Después de medio año de consumo comencé a escuchar voces, sentía que todos estaban contra mí. Quise dejar la sustancia, pero como soy músico cantaba para personas que me daban la droga por unas canciones. Era un círculo en el que no veía salida. Me estaba resignando a morir de esa forma”, recuerda.

Esclavitud y ceguera
Un año de drogarse con cristal bastó para que Rubén perdiera varios dientes, desprendiera hedores bucales y corporales que alejaban a la gente, su piel quedara carcomida y su estado mental se desequilibrara. Necesitaba ayuda, era evidente, pero él se negaba a verlo.

“Cada mañana despertaba y la consumía. Me dolían los huesos, mi sistema digestivo estaba hecho un desastre. No comía, me descalcifiqué mucho y aún me duelen los huesos. Al momento de escuchar esas voces me di cuenta que era algo fuerte, algo criminal que estaba haciendo con mi vida, pues me di cuenta que empecé a alucinar”, reconoce.

Pidió ayuda a sus padres y se apoyó en Dios 
En un momento de lucidez Rubén pidió ayuda a sus padres quienes lo apoyaron para que pudiera estar limpio, desintoxicado, e intentar así ingresar a un programa de sanación dando muestras de una auténtica voluntad de no consumir. Enfrentar los estados de angustia que la abstinencia genera es una tortura que pudo enfrentar, dice, sólo con la ayuda de a Dios.

Finalmente fue llevado a un centro de rehabilitación y al mes, en la primera visita, cuando ya había decidido dejar a su esposa para que fuera feliz, le dieron la noticia de que sería papá.

“En ese momento tuve un despertar espiritual. Me di cuenta que es Dios quien guía mi vida. En un mes y medio empecé a sentir cómo Dios actuaba en mi vida, lo conocí palpable. En el centro de rehabilitación aprendí a escuchar su mensaje. Ahora mi decisión fue encontrarme con Dios dándome cuenta que quiere algo diferente para mí”-
 


En enero de este año 2017 Rubén salió del centro de rehabilitación y en marzo, un grupo de misioneros llegaron a su casa para preguntarle si permitía que en su casa se instalara una casa de oración.

“Vi a Dios tocar a mi puerta y me di cuenta que mi familia necesita también tener a Dios. Se hizo la casa de oración en mi hogar y cuatro días fue la hermana Angélica del obispado con el coro de niños y como soy músico, me tocó de una manera personal. Me invitaron a formar parte de uno de los coros y acepté”, comparte.
 
Alabar a Dios y dar testimonio
Después de las casas de oración, Rubén y su esposa asistieron al retiro de evangelización el cual, dijo, vivieron plenamente. “Me sentí, y me siento, tocado por el Espíritu Santo. Ver a mi esposa embarazada, alabando a Dios es algo maravilloso. Nos integramos a una pequeña comunidad, y aunque antes lo habíamos intentado, siento que este es nuestro tiempo y nada ni nadie, ni los problemas, nos alejan de Dios, al contrario me acerco más, porque Él estuvo conmigo en los malos momentos”, dice agradecido.
 
Al finalizar Rubén reconoce que consumir “cristal” fue una manera de buscar suicidarse lentamente,  pero hoy sabe que “lo único que puede contrarrestar cualquier adicción es Dios”.

Ayuda a otros adictos dando su testimonio en el centro que le rehabilitó. “Le debo mucho a Dios por lo que me ha dado. Él me da la fuerza y dejo que haga su voluntad en mí. Busco que mi esposa vea a Dios como yo lo veo, palpable en cada momento, en cada instante”.
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