Durante 30 años no logró ni un converso adulto... pero hoy las islas Tiwi son católicas
El obispo que tenía 150 esposas... y hacía bien en tenerlas, aunque el Partido Comunista le denunció
El pasado mes de enero la hermana Anne Gardiner, de 85 años, misionera de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en las islas Tiwi, al norte de Australia, recibió el premio "Australiana senior del año". Se lo entregó el Primer Ministro Malcolm Turnbull y ella lo recogió envuelta en una bandera de las islas Tiwi. El Estado reconocía así su trabajo con población indígena, que empezó cuando llegó en avión a estas islas en 1953 con apenas 22 años.
"Ha sido mi gozo ver al pueblo Tiwi gestionar sus organizaciones, dirigir escuelas y clínicas de salud, entrenar a otros en distintas áreas y negocios", declaró la hermana.
La hermana Anne Gardiner con el primer ministro australiano, Turnbull y la bandera de Islas Tiwi
Unas islas peculiares
Las Islas Tiwi son once islas en la costa del norte de Australia, de las que nueve son pequeñas y deshabitadas y dos, Melville y Bathurt, cuentan con unos 3.000 habitantes, el 90% de etnia tiwi, con una lengua y cultura aborigen muy distinta a las etnias de la costa australiana.
Casi todos los tiwi son hoy católicos, gracias a la misión que puso en marcha el misionero del Sagrado Corazón Francis Xavier Gsell, que sería conocido como "el obispo que tenía 150 esposas". Así tituló él su autobiografía, publicada cuando se jubiló, en 1956, tres años después de que la joven hermana Anne llegara con los Tiwi.
La obra evangelizadora con los tiwi ha dado buen fruto, pero lo cierto es que durante los 27 años que estuvo allí, el padre Gsell no logró en las islas ni un solo converso adulto.
Sólo le dejaban bautizar algunos bebés
Durante muchos años, sembró y sembró, con poca cosecha. En los primeros 15 años los tiwi solo le permitieron bautizar 113 bebés, muchos de ellos despreciados, abandonados o semiabandonados por los clanes de las islas.
Los tiwi ataviados para la danza tradicional
Y luego llegaron sus famosas 150 "esposas", que eran casi todas niñas de unos 14 años. Cuando la iglesia le nombró obispo de la zona, el enorme territorio de Darwin, de 1938 a 1948, pudo supervisar la misión a distancia y ver como se consolidaba lo sembrado.
Compañero de estudios de Pío XII
Francis Xavier Gsell nació en Francia en 1872 y estudió en Roma, teniendo de compañero de estudios a Eugenio Pacelli, que en el futuro llegaría a ser el Papa Pío XII, el Papa de la Segunda Guerra Mundial. Gsell quería anunciar el evangelio "en los confines de la tierra" y a los 20 años se sumó a los misioneros del Sagrado Corazón. A los 25 años estaba en Sydney, de profesor con los novicios de Australia. Tres años después, en 1900, empezó su trabajo con pueblos nativos en Papúa Nueva Guinea.
Francis Xavier Gsell, en su juventud
En 1906 lo enviaron al norte de Australia como administrador apostólico, pero él quería trabajar viviendo directamente entre los pueblos paganos. Pidió a las autoridades civiles permiso para abrir una misión católica en las islas Tiwi, y éstas le entregaron 10.000 acres de tierra en la esquina sureste de Isla Barhurst. Allí llegó el misionero en 1911.
Un pueblo que expulsó a ingleses y holandeses
Los tiwi llevaban 7.000 años en el territorio. Habían vencido a una incursión de holandeses en el siglo XVII. Habían obligado a los ingleses a retirarse tras cinco años de presencia armada en 1829. Eran bastante hostiles a los visitantes. Sus distintos clanes y tribus compartían una fuerte unidad nacional y lingüística, colaboraban entre ellos y estaban convencidos de ser "el pueblo", con poco aprecio por los demás.
Cuando llegó Gsell, los tiwi empezaban a comerciar con pescadores de perlas japoneses y con cazadores australianos. Recibían tabaco, cuchillos y hachas, y entregaban recursos locales... incluyendo muchachas.
Viviendo solo entre los nativos
Gsell llegó solo y se puso a convivir con los tiwi. Paciencia, lentitud, paciencia... "Establecí contacto con los nativos, solo, lentamente, con prudencia, tuve que aprender gradualmente sus hábitos y costumbres para penetrar en sus mentes sin dañar ni chocar", escribió. Le llamaban "bigotes", se reían de él y no le tomaban en serio.
Al poco de llegar se puso a cavar un pozo. Un arco iris indicó a los tiwi que cavar allí sería una maldición para el extranjero. Pero salió agua buena y el misionero no sufrió ninguna maldición, por lo que dedujeron que debía tener alguna protección.
Durante diez años Gsell se dedicó, simplemente, a conocerles y convivir. Les respetaba y estudiaba, pero no era antropólogo y en su libro no explica muchas cosas de sus rituales o cultura. Las cosas que señala son las que había que cambiar. Por ejemplo, la costumbre de enterrar vivos a los ancianos más discapacitados.
Y comparaba la propiedad comunal tiwi con el comunismo, con sus mismos fallos: que en realidad beneficia a una élite corrupta y acaparadora, el Partido, que en el caso de los tiwi eran los ancianos. Y la principal riqueza eran las chicas jóvenes, que los ancianos acaparaban en enormes harenes de docenas de mujeres.
Las niñas eran un producto de intercambio. Al poco de nacer, una familia podía "prometerlas" a un anciano influyente, y se la entregaban a los 14 años. Muchos jóvenes en edad de casarse se quedaban sin pareja porque tenían que esperar a que muriese un anciano para poder aspirar a alguna mujer de su harén.
Durante once años, Gsell vio la situación, sin capacidad para hacer gran cosa. Puso en marcha la misión, con talleres, algunos trabajos.
El caso que lo cambió todo
En 1922 una de las adolescentes que se relacionaba con la misión se quejó de que la iban a entregar a su esposo, un hombre mayor. Gsell no podía hacer nada, era la ley de la isla. Vio como "sollozando se iba con un hombre para una vida que, yo lo sabía, tendría menos gozos que los de cualquier bestia del campo".
Pero cinco días después la chica volvió sangrando, con una herida de lanza en la pierna. Se había escapado y afirmaba que no pensaba salir de la misión.
Por la noche llegó el "esposo" con muchos parientes enfurecidos, exigiendo que le devolviesen a su esposa. Gsell se encomendó al Cielo y recibió a los indignados tiwi. Les entregó tabaco y harina y les animó a descansar por la noche y a hablar con tranquilidad a la mañana siguiente.
Por la noche preparó una serie de "regalos": tabaco, un espejo, carne, latas de melaza... Al nuevo día, los tiwi miraron aquel interesante lote y el misionero explicó que era para ellos, pero que la chica se la quedaba. La negociación duró varias horas, pero al final accedieron.
La chica, Martina, fue educada por religiosas de la misión. Pocos años después encontró un marido de su edad y de su gusto entre los chicos de la misión. El propio Gsell entendió que una cosa que atraía muchachos jóvenes a la misión es que podrían encontrar una posible esposa entre las chicas de la comunidad católica, sin tener que esperar a las sobras de los harenes de los ancianos.
El obispo Gsell en 1939 visitando las Islas Tiwi
En los siguientes años, Gsell fue comprando hasta 150 chicas: la ley tribal consideraba que se casaba con ellas pagando su dote. A finales de los años 30 unos comunistas de Sydney se enteraron de que el misionero "compraba mujeres nativas" y pusieron el grito en el Cielo. Un telegrama llegó de la capital al misionero: "Por favor, explique compra de mujeres". Pronto quedó claro que lo que sucedía estaba más que justificado.
Lo cierto es que en la misión las chicas se libraban de formar parte del harén de un anciano, aprendían a leer y escribir y oficios y formaban su propia familia.
Niños tiwi en la actualidad, después de celebrar su Primera Comunión
Acoger los niños mestizos rechazados
Otra fuente de nuevos cristianos eran los niños mestizos, rechazados por sus clanes. A finales de los años 30, una flota de pescadores de perlas japoneses llegó a la isla. Antes de irse, dejaron embarazadas a 25 muchachas tiwi (a menudo entregadas por los ancianos a cambio de chucherías). Los 25 bebés que nacieron, medio japoneses, despreciados por los clanes, fueron acogidos y cuidados en la misión católica.
Hoy en Australia se investiga la llamada "Generación Robada", en la que las autoridades civiles quitaban niños a sus familias aborígenes y los internaban en colegios de estilo occidental donde eran maltratados a menudo. Pero la experiencia de Gsell en las Islas Tiwi es que los niños mestizos no tenían familia y estaban abandonados. "Estas criaturas merodean miserablemente por los campos y su comportamiento es a menudo peor que el de los niños nativos. Es un acto de clemencia sacarlos de esos espacios tan inseguros", escribió, basándose en muchos años de experiencia en el terreno.
En Isla Bathurst, en Garden Point, el misionero abrió una especie de "ciudad de los muchachos" que él llamaba "Ciudadita de Cooperación", en la que se acogía a estos niños, se les educaba y enseñaba un oficio, con talleres y huertos que funcionaban bien, según escribió satisfecho años después. La misión desarrollaría también un aserradero y diversos empleos.
Gsell, ya como obispo
Testimonios de la vida en las misiones
Hay testimonios de como eran otras de estos hogares para mestizos en otras misiones católicas. Betty Lockyer, nacida en 1942, hija de un buceador malayo y una aborigen, se crió en la misión de los trapenses en la Bahía Beagle, también en el norte australiano, y la describe en su libro "Last Truck Out" de 2009. Ella es muy crítica con las autoridades civiles que separaban a los niños de sus familias, pero su descripción de la vida en la misión es positiva:
"Los hombres tenían trabajo, cada uno iba a su lugar de trabajo, en la panadería, los huertos o los molinos. Las mujeres quedaban en casa cuidando los bebés y a los pequeños, o trabajaban en otro lugar unas pocas horas. Algunas ayudaban en la iglesia, el convento, el presbiterio o las casas de los Hermanos. No había gente ociosa. Todos conocían su trabajo y lo hacían bien. A nuestra gente se les enseñaba a vivir un estilo de vida ordenado y en poco tiempo aprendían a conformarse".
Una obra con fruto
El padre Gsell recibió la Orden del Imperio Británico en 1936 por su trabajo con los tiwi y en 1938 dejó la misión para ser obispo de Darwin hasta su jubilación en 1948, aunque supervisaba su crecimiento. Fundó misiones en Port Keats y Arltunga. Otros misioneros, como la hermana Anne Gardiner, continuaron su trabajo en las Islas Tiwi.
Oración con la cruz entre postes tradicionales tiwi
Los tiwi se hicieron católicos y han mantenido su lengua, su arte y muchas de sus costumbres, con autonomía política. Exportan sus tallas de madera que imitan a pájaros y estampados de estilo batik, con cera.
Gsell publicó su biografía en 1956, ya jubilado en Sydney, contando sus aventuras con cocodrilos, insectos, serpientes, ciclones, soledad, aislamiento... y su pasión: "Que el Sagrado Corazón de Jesús sea amado en todas partes". Murió en 1960 con 88 años.
AQUÍ un reportaje fotográfico sobre el pueblo tiwi hoy, y su parroquia
(Lea también, aquí, El monje obispo que tiene más de 300 hijos, y sólo 4 con su mujer: historia de amor, fe y adopción)
Isleños jóvenes de las islas Tiwi bailan hip hop
Parroquianas de las islas Tiwi, algunas hijas de las niñas que rescató el obispo Gsell, reciben a la hermana Anne Gardiner tras ser galadornada como "Australiana Senior 2017"
"Ha sido mi gozo ver al pueblo Tiwi gestionar sus organizaciones, dirigir escuelas y clínicas de salud, entrenar a otros en distintas áreas y negocios", declaró la hermana.
La hermana Anne Gardiner con el primer ministro australiano, Turnbull y la bandera de Islas Tiwi
Unas islas peculiares
Las Islas Tiwi son once islas en la costa del norte de Australia, de las que nueve son pequeñas y deshabitadas y dos, Melville y Bathurt, cuentan con unos 3.000 habitantes, el 90% de etnia tiwi, con una lengua y cultura aborigen muy distinta a las etnias de la costa australiana.
Casi todos los tiwi son hoy católicos, gracias a la misión que puso en marcha el misionero del Sagrado Corazón Francis Xavier Gsell, que sería conocido como "el obispo que tenía 150 esposas". Así tituló él su autobiografía, publicada cuando se jubiló, en 1956, tres años después de que la joven hermana Anne llegara con los Tiwi.
La obra evangelizadora con los tiwi ha dado buen fruto, pero lo cierto es que durante los 27 años que estuvo allí, el padre Gsell no logró en las islas ni un solo converso adulto.
Sólo le dejaban bautizar algunos bebés
Durante muchos años, sembró y sembró, con poca cosecha. En los primeros 15 años los tiwi solo le permitieron bautizar 113 bebés, muchos de ellos despreciados, abandonados o semiabandonados por los clanes de las islas.
Los tiwi ataviados para la danza tradicional
Y luego llegaron sus famosas 150 "esposas", que eran casi todas niñas de unos 14 años. Cuando la iglesia le nombró obispo de la zona, el enorme territorio de Darwin, de 1938 a 1948, pudo supervisar la misión a distancia y ver como se consolidaba lo sembrado.
Compañero de estudios de Pío XII
Francis Xavier Gsell nació en Francia en 1872 y estudió en Roma, teniendo de compañero de estudios a Eugenio Pacelli, que en el futuro llegaría a ser el Papa Pío XII, el Papa de la Segunda Guerra Mundial. Gsell quería anunciar el evangelio "en los confines de la tierra" y a los 20 años se sumó a los misioneros del Sagrado Corazón. A los 25 años estaba en Sydney, de profesor con los novicios de Australia. Tres años después, en 1900, empezó su trabajo con pueblos nativos en Papúa Nueva Guinea.
Francis Xavier Gsell, en su juventud
En 1906 lo enviaron al norte de Australia como administrador apostólico, pero él quería trabajar viviendo directamente entre los pueblos paganos. Pidió a las autoridades civiles permiso para abrir una misión católica en las islas Tiwi, y éstas le entregaron 10.000 acres de tierra en la esquina sureste de Isla Barhurst. Allí llegó el misionero en 1911.
Un pueblo que expulsó a ingleses y holandeses
Los tiwi llevaban 7.000 años en el territorio. Habían vencido a una incursión de holandeses en el siglo XVII. Habían obligado a los ingleses a retirarse tras cinco años de presencia armada en 1829. Eran bastante hostiles a los visitantes. Sus distintos clanes y tribus compartían una fuerte unidad nacional y lingüística, colaboraban entre ellos y estaban convencidos de ser "el pueblo", con poco aprecio por los demás.
Cuando llegó Gsell, los tiwi empezaban a comerciar con pescadores de perlas japoneses y con cazadores australianos. Recibían tabaco, cuchillos y hachas, y entregaban recursos locales... incluyendo muchachas.
Viviendo solo entre los nativos
Gsell llegó solo y se puso a convivir con los tiwi. Paciencia, lentitud, paciencia... "Establecí contacto con los nativos, solo, lentamente, con prudencia, tuve que aprender gradualmente sus hábitos y costumbres para penetrar en sus mentes sin dañar ni chocar", escribió. Le llamaban "bigotes", se reían de él y no le tomaban en serio.
Al poco de llegar se puso a cavar un pozo. Un arco iris indicó a los tiwi que cavar allí sería una maldición para el extranjero. Pero salió agua buena y el misionero no sufrió ninguna maldición, por lo que dedujeron que debía tener alguna protección.
Durante diez años Gsell se dedicó, simplemente, a conocerles y convivir. Les respetaba y estudiaba, pero no era antropólogo y en su libro no explica muchas cosas de sus rituales o cultura. Las cosas que señala son las que había que cambiar. Por ejemplo, la costumbre de enterrar vivos a los ancianos más discapacitados.
Y comparaba la propiedad comunal tiwi con el comunismo, con sus mismos fallos: que en realidad beneficia a una élite corrupta y acaparadora, el Partido, que en el caso de los tiwi eran los ancianos. Y la principal riqueza eran las chicas jóvenes, que los ancianos acaparaban en enormes harenes de docenas de mujeres.
Las niñas eran un producto de intercambio. Al poco de nacer, una familia podía "prometerlas" a un anciano influyente, y se la entregaban a los 14 años. Muchos jóvenes en edad de casarse se quedaban sin pareja porque tenían que esperar a que muriese un anciano para poder aspirar a alguna mujer de su harén.
Durante once años, Gsell vio la situación, sin capacidad para hacer gran cosa. Puso en marcha la misión, con talleres, algunos trabajos.
El caso que lo cambió todo
En 1922 una de las adolescentes que se relacionaba con la misión se quejó de que la iban a entregar a su esposo, un hombre mayor. Gsell no podía hacer nada, era la ley de la isla. Vio como "sollozando se iba con un hombre para una vida que, yo lo sabía, tendría menos gozos que los de cualquier bestia del campo".
Pero cinco días después la chica volvió sangrando, con una herida de lanza en la pierna. Se había escapado y afirmaba que no pensaba salir de la misión.
Por la noche llegó el "esposo" con muchos parientes enfurecidos, exigiendo que le devolviesen a su esposa. Gsell se encomendó al Cielo y recibió a los indignados tiwi. Les entregó tabaco y harina y les animó a descansar por la noche y a hablar con tranquilidad a la mañana siguiente.
Por la noche preparó una serie de "regalos": tabaco, un espejo, carne, latas de melaza... Al nuevo día, los tiwi miraron aquel interesante lote y el misionero explicó que era para ellos, pero que la chica se la quedaba. La negociación duró varias horas, pero al final accedieron.
La chica, Martina, fue educada por religiosas de la misión. Pocos años después encontró un marido de su edad y de su gusto entre los chicos de la misión. El propio Gsell entendió que una cosa que atraía muchachos jóvenes a la misión es que podrían encontrar una posible esposa entre las chicas de la comunidad católica, sin tener que esperar a las sobras de los harenes de los ancianos.
El obispo Gsell en 1939 visitando las Islas Tiwi
En los siguientes años, Gsell fue comprando hasta 150 chicas: la ley tribal consideraba que se casaba con ellas pagando su dote. A finales de los años 30 unos comunistas de Sydney se enteraron de que el misionero "compraba mujeres nativas" y pusieron el grito en el Cielo. Un telegrama llegó de la capital al misionero: "Por favor, explique compra de mujeres". Pronto quedó claro que lo que sucedía estaba más que justificado.
Lo cierto es que en la misión las chicas se libraban de formar parte del harén de un anciano, aprendían a leer y escribir y oficios y formaban su propia familia.
Niños tiwi en la actualidad, después de celebrar su Primera Comunión
Acoger los niños mestizos rechazados
Otra fuente de nuevos cristianos eran los niños mestizos, rechazados por sus clanes. A finales de los años 30, una flota de pescadores de perlas japoneses llegó a la isla. Antes de irse, dejaron embarazadas a 25 muchachas tiwi (a menudo entregadas por los ancianos a cambio de chucherías). Los 25 bebés que nacieron, medio japoneses, despreciados por los clanes, fueron acogidos y cuidados en la misión católica.
Hoy en Australia se investiga la llamada "Generación Robada", en la que las autoridades civiles quitaban niños a sus familias aborígenes y los internaban en colegios de estilo occidental donde eran maltratados a menudo. Pero la experiencia de Gsell en las Islas Tiwi es que los niños mestizos no tenían familia y estaban abandonados. "Estas criaturas merodean miserablemente por los campos y su comportamiento es a menudo peor que el de los niños nativos. Es un acto de clemencia sacarlos de esos espacios tan inseguros", escribió, basándose en muchos años de experiencia en el terreno.
En Isla Bathurst, en Garden Point, el misionero abrió una especie de "ciudad de los muchachos" que él llamaba "Ciudadita de Cooperación", en la que se acogía a estos niños, se les educaba y enseñaba un oficio, con talleres y huertos que funcionaban bien, según escribió satisfecho años después. La misión desarrollaría también un aserradero y diversos empleos.
Gsell, ya como obispo
Testimonios de la vida en las misiones
Hay testimonios de como eran otras de estos hogares para mestizos en otras misiones católicas. Betty Lockyer, nacida en 1942, hija de un buceador malayo y una aborigen, se crió en la misión de los trapenses en la Bahía Beagle, también en el norte australiano, y la describe en su libro "Last Truck Out" de 2009. Ella es muy crítica con las autoridades civiles que separaban a los niños de sus familias, pero su descripción de la vida en la misión es positiva:
"Los hombres tenían trabajo, cada uno iba a su lugar de trabajo, en la panadería, los huertos o los molinos. Las mujeres quedaban en casa cuidando los bebés y a los pequeños, o trabajaban en otro lugar unas pocas horas. Algunas ayudaban en la iglesia, el convento, el presbiterio o las casas de los Hermanos. No había gente ociosa. Todos conocían su trabajo y lo hacían bien. A nuestra gente se les enseñaba a vivir un estilo de vida ordenado y en poco tiempo aprendían a conformarse".
Una obra con fruto
El padre Gsell recibió la Orden del Imperio Británico en 1936 por su trabajo con los tiwi y en 1938 dejó la misión para ser obispo de Darwin hasta su jubilación en 1948, aunque supervisaba su crecimiento. Fundó misiones en Port Keats y Arltunga. Otros misioneros, como la hermana Anne Gardiner, continuaron su trabajo en las Islas Tiwi.
Oración con la cruz entre postes tradicionales tiwi
Los tiwi se hicieron católicos y han mantenido su lengua, su arte y muchas de sus costumbres, con autonomía política. Exportan sus tallas de madera que imitan a pájaros y estampados de estilo batik, con cera.
Gsell publicó su biografía en 1956, ya jubilado en Sydney, contando sus aventuras con cocodrilos, insectos, serpientes, ciclones, soledad, aislamiento... y su pasión: "Que el Sagrado Corazón de Jesús sea amado en todas partes". Murió en 1960 con 88 años.
AQUÍ un reportaje fotográfico sobre el pueblo tiwi hoy, y su parroquia
(Lea también, aquí, El monje obispo que tiene más de 300 hijos, y sólo 4 con su mujer: historia de amor, fe y adopción)
Isleños jóvenes de las islas Tiwi bailan hip hop
Parroquianas de las islas Tiwi, algunas hijas de las niñas que rescató el obispo Gsell, reciben a la hermana Anne Gardiner tras ser galadornada como "Australiana Senior 2017"
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