Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Víctor López recibió el pasado domingo en Burgos el acolitado

De no pisar la Iglesia a ser seminarista tras un inesperado encuentro con unas monjas de clausura

De no pisar la Iglesia a ser seminarista tras un inesperado encuentro con unas monjas de clausura
Víctor recibió el pasado 12 de mayo en la capilla del Seminario de Burgos el acolitado / Archidiócesis de Burgos

J.L. / ReL

El pasado 12 de mayo  en la festividad del Buen Pastor varios jóvenes recibieron en Burgos el ministerio de acólito en su camino hacia el sacerdocio. Entre ellos estaba el joven Víctor López, que a partir de ahora podrá preparar las ofrendas en el altar, dar la comunión, purificar los vasos sagrados y exponer el Santísimo Sacramento.

Para Víctor, proveniente de una familia católica pero donde acabó dejando de ir a misa, fue el encuentro con unas monjas en el convento lo que transformó su vida y despertó en él la llamada que Dios le había estado haciendo pero que él no lograba oír.

"Dios ha ido atando cabos"

“De no ir nada a misa, de no pisar la iglesia, a ir todos los domingos a la Eucaristía, a rezar  todos los días media hora. Dios me ha hecho estar donde estoy, ser como soy, me ha ido preparando el camino. Dios ha sido el que ha ido atando cabos y el que me ha dado caña también para que hiciera lo que debía. Dios es el que me ha hecho y me hace feliz. He experimentado que cuando uno es feliz los demás lo notan y los que te quieren son felices contigo. Todo viene de Dios y todo vuelve a Dios. Y al descubrir que mi vocación es ser sacerdote estoy feliz de la vida y con muchas ganas de entregarme y servir a los demás para lo que Dios quiera con mi vida”, explica Víctor en un testimonio que recoge Camino Católico.

Este joven burgalés que ya está más cerca de ser ordenado sacerdote explica que “mi historia con el Señor ha sido desde siempre. Desde pequeño he ido con mi madre a misa. Cuando llegó el momento de hacer la comunión puedes seguir o dejar de ir a la iglesia y yo opté por alejarme”.

Más adelante –relata este seminarista-  “en la edad de la confirmación mi madre me ofreció amablemente hacer los dos años de catequesis para recibir el sacramento. La catequista que me tocó no era la más activa, aunque ahora digo que es una santa, y aquella catequesis no cambió nada. Yo seguía sin ir a misa, continuaba con el grupo de amigos, que siempre hemos sido los primeros en experimentar cosas nuevas y los más guais. Del grupo yo era el único que continuaba yendo a catequesis”.

El encuentro con unas monjas de clausura

Sin embargo, uno de los grandes cambios en su vida se produjo cuando en el segundo año de catequesis llegó a su parroquia un nuevo sacerdote. “A mí me sorprendió muchísimo porque era superlativo, un motivador de la vida, tenía mucha alegría y nos invitaba a ir a cosas, aunque yo no quería ir y no fui a ninguna”.

Pero su corazón ya iba siendo poco a poco tocado interrogándole sobre su vida. Antes de la confirmación se organizó una convivencia de final de curso y a esta decidió ir. Visitaron un monasterio de monjas clarisas. “Fue la primera vez que pensé por mí mismo, cuando vi a unas señoras muy mayores con unas jóvenes que vivían toda su vida encerradas entre cuatro paredes y estaban felices. Entonces es cuando me planteé: ‘¿Aquí qué pasa? Tiene que haber algo más’”.

El "cambio brutal" en su vida

A continuación se produjo la confirmación y fue entonces Víctor cuenta que “se dio en mí un cambio brutal. De no ir a misa, de no pisar la Iglesia, a ir todos los domingos a la Eucaristía, a rezar todos los días media hora”.

Su relación con Dios se fue haciendo desde ese momento cada vez más profunda. Él mismo relata que “cuando me ponía a rezar me encontraba que no estaba solo, pues yo me sentía correspondido en ese diálogo. Poco a poco, me fui metiendo en la parroquia, en voluntariado, involucrando cada vez un poco más. Cuando tratas con Jesús te va pidiendo cada vez más coherencia y te pide cambiar en aspectos concretos que te va mostrando. Y esto tiene sentido porque cuando volvía de la parroquia o de hacer cosas que tenían que ver con el Señor tenía una felicidad que no he conseguido en ningún lado y eso lo veían mis padres”.

"Estoy feliz de la vida"

Echando la vista atrás tiene claro que “Dios ha sido el que ha movido mi vida: me ha hecho estar donde estoy, ser como soy, me ha ido preparando el camino. Dios ha sido el que ha ido atando cabos y el que me ha dado caña también para que hiciera lo que debía. Dios es el que me ha hecho y me hace feliz. He experimentado que cuando uno es feliz los demás lo notan y los que te quieren son felices contigo. Todo viene de Dios y todo vuelve a Dios. Y al descubrir que mi vocación es ser sacerdote estoy feliz de la vida y con muchas ganas de entregarme y servir a los demás para lo que Dios quiera con mi vida”.

Víctor afirma que no le extraña que amigos y conocidos “piensen que esté loco”, pues “no es normal que un joven se plantee dejar de lado los éxitos y querer ser cura, porque uno no lo hace ni por reputación ni por dinero”.

Como futuro sacerdote –agrega- le gustar “ser de todos y llevar a Jesús a tanta gente que lo necesita”. Y es que su vocación la ha ido madurando con los años cuando ha podido descubrir “en la oración, en los demás y en el voluntariado que Jesús me pedía algo más, me pedía ser sacerdote”.

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