Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

La aprendió en casa y la inculcó en el movimiento

La devoción a la Virgen, una constante en la vida de Sebastián Gayá y sus Cursillos de Cristiandad

Sebastián Gayá, ya anciano, en un momento de reflexión y silencio.
Sebastián Gayá, ya anciano, en un momento de reflexión y silencio.

Cari Filii

Miles de católicos en todo el mundo, pero particularmente en España, han recibido su iniciación, formación o transformación en la fe en los Cursillos de Cristiandad. A uno de sus iniciadores, Sebastián Gayá, acaba de consagrarse un revelador libro, según recoge el portal mariano Cari Filii:

El periodista José Antonio Méndez, acaba de publicar Sebastián Gayá, el hombre de la ilusión (Editorial BAC), la biografía del sacerdote Sebastián Gayá Riera (1913-2007), uno de los iniciadores de Cursillos de Cristiandad. Desde 2014, la Fundación Sebastián Gayá trabaja por la canonización del sacerdote mallorquín.

El periodista ha dedicado seis años y medio de investigación y redacción para este libro, que recoge con detalle, en 450 páginas, la vida de un hombre y la enmarca en su época y el contexto de cada momento: la república, La Guerra Civil, los años de nacionalcatolicismo, el crecimiento de Cursillos, las disensiones internas...

Cursillos de Cristiandad es un método de evangelización que empezó con los jóvenes de Mallorca en los años 40 y en luego se extendió por todo el mundo, tocando a millones de personas. En él se forjarían luego líderes y metodologías en movimientos tan extendidos como la Renovación Carismática Católica o el Camino Neocatecumenal.

Presentado a la Virgen en su pueblo de Felanitx

Un elemento importante del padre Sebastián Gayá fue su devoción mariana. El libro empieza con una escena común en su pueblo natal de Felanitx, en Mallorca, cuando su madre lo lleva al santuario rural de la Virgen del Salvador, en lo alto de una montaña, una caminata dura. Su madre había esperado los 40 días habituales allí ella lo presentó ante la Virgen e invocó su protección.



Su hijo diría después de ella que era “como la mujer fuerte de la Escritura” y que “se la oía rezar el Rosario con frecuencia”. También él, a los 20 años, siendo seminarista, ya acudía contra las tentaciones al recurso a la oración “frecuente, confiada, perseverante” y con la intercesión de “mi mejor abogada, mi Madre, Corredentora y Medidora de todas las gracias” con el rezo del Rosario.

El autor especifica que él usaba la palabra “corredentora” no como una toma de postura sobre el actual debate mariológico sobre si debe emplearse este título o elevarlo a dogma, sino como una expresión popular en su época. “Sebastián se ocupó muy mucho de promover y vivir a rajatabla únicamente lo que tuviese el visto bueno de Roma, y si bien es cierto que fue muy mariano, lo fue en la misma medida en que lo es toda la Iglesia católica”.

El Rosario y las Congregaciones Marianas

En 1940 le asignaron la dirección del Consejo Nacional Mariano de la diócesis y el cargo de consejero de las Congregaciones Marianas. El obispo sabía que Sebastián Gayá rezaba el rosario a diario, se encomendaba a la Virgen con frecuencia y le pedía intercesión.

Más adelante Gayá escribiría en su Guía del Peregrino que han leído miles y miles de Cursillistas: “María es Madre de la Iglesia y Madre de la Cabeza de la Iglesia y Madre de los miembros de la Iglesia. ¡Salve Madre! Y pues ella nos dio a Cristo, fuente de la vida, y mereció con Cristo la Redención, fuente de la Gracia, ella es la dispensadora de toda gracia, es la superintendente de todos los tesoros de Dios, es la Mediadora Universal de todas las gracias. Toda nuestra vida está en sus manos. Todo su amor en nuestros corazones. Es la Madre de Todos. No decaigas, no desesperes, no llores: ¡tenemos Madre!

Con la Virgen del Lluch, a Compostela

Muchos cursillistas saben que Cursillos de Cristiandad se gestó en una gran peregrinación de jóvenes de Mallorca hacia la lejana Santiago de Compostela. Pero antes estos jóvenes se entrenaron con peregrinaciones marianas a santuarios de la isla: al de la Virgen del Lluch, patrona de Mallorca, o a la pequeña ermita de Nuestra Señora de la Paz. Allí Gayá les predicaba de María como “Estrella de la Evangelización y Madre de los operegrinos, la que va delante, la que ha caminado siempre. Ella no es que fuera a lugares santos, es que iba santificando los lugares a su paso”.



Tres mil jóvenes subieron al Santuario del Lluch, se consagraron al Inmaculado Corazón de María y muchos de ellos llevaron luego la imagen de la Virgen del Lluch a Santiago. Primero la llevaron al santuario de la Virgen de la Merced en Barcelona, junto con la imagen de la de Montserrat y la de Monte Toro, patrona de Menorca.

La Señora de la Gracia, en el nacimiento de Cursillos

El primer Cursillo se hizo en enero de 1949 en Mallorca en el santuario de San Honorato, en el centro de la isla. Adyacente está el Santuario de Nuestra Señora de la Gracia. “La cosa no estaba premeditada pero una vez se vio comprendimos que la Señora no quería faltar a la cita de los Cursillos de Cristiandad y por tanto las raíces de donde brotan los Cursillos están en la Señora de todas las gracias, en la Madre que tiene que cuidar de sus hijos”, escribiría luego Gayá.

La Virgen blanca de la sonrisa

En la sede de Cursillos en Madrid en los años 60 colocaría una imagen de la Virgen que llamaba “de la sonrisa” (era la Virgen Blanca sonriente de la catedral de Toledo). “En ese momento me veía tan negro, tan negro, sin recursos de ninguna clase que pensé que necesitaba una Virgen que me sonriese, para que me confortara, me animara y no dejara que el temporal pudiera conmigo”. Esta imagen permanecería 30 años en los distintos despachos que ocupó.



Rosario completo en su ancianidad

Gayá fue un trabajador incansable hasta los 93 años: incluso nonagenario escribía cartas, las leía, preparaba textos, analizaba documentos eclesiales y recibía visitas de cursillistas que querían beber de su sabiduría acumulada. En 2006 su edad le impidió ya celebrar misa: no podía ver las letras de los textos litúrgicos. Usó durante unos meses hojas con textos bajados de Internet en letra aumentada que le parecían “un regalo de la Virgen”.

Sin misa, se volcaba más en el Rosario. Muchos días rezaba los 200 avemarías de los 20 misterios completos, con sus letanías, “que ofrezco por una lista de intenciones particulares que me sale tan larga como el Rosario mismo”. También recitaba laudes y vísperas, que sabía de memoria.

Con 94 años murió el 23 de diciembre de 2007. Él había dejado escrito pocos años antes: “Con mi arcilla, y esto suena a Magníficat, ha hecho cosas grandes el Dios que todo lo puede”.



(Adquiera en la BAC Sebastián Gayá Riera, el hombre de la ilusión)

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