Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

«No son un producto personal, sino que están hechos en la Iglesia y para la Iglesia»

Sor Teresa Benedetta, la «escritora» de iconos, algo que va mucho más allá que pintar

Sor Teresa Benedetta, la «escritora» de iconos, algo que va mucho más allá que pintar
Teresa Benedetta encontró su vocación en la pintura y ahora como religiosa sirve con ella

ReL

La belleza habla de Dios y la pintura ha sido a lo largo de la historia de la Iglesia un punto importante de evangelización y de gloria al Señor. Esta línea es precisamente la que sigue la carmelita Sor Teresa Benedetta, que se considera no pintora de íconos sino escritura, pues para ella esta labor va mucho más allá de la pintura. En un reportaje en La Nuova Bussola Quotidiana habla de esta vocación concreta de servir a la Iglesia y cómo su ¡llegada a la vida religiosa tiene mucho que ver con esto:
 
En la Iglesia del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Concenedo, a pocos kilómetros de Lecco, la luz intensa de tres representaciones sagradas, en concreto tres iconos, atraen rápidamente nuestra mirada: Teresa del Niño Jesús del Santo Rostro; San José; y la Theotokos de la Zarza Ardiente. La autora es Teresa Benedetta, de 48 años, originaria de Lecco, ex alumna del Instituto Artístico Medardo Rosso, estudiante de Teología en el Instituto Teológico de las Marcas, en Ancona, iconógrafa y miembro de la importante Escuela Iconográfica de Seriate, Bergamo.
 
El año pasado ganó un premio en el Concurso Internacional Interreligioso convocado por el Cites de Ávila, con ocasión de los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Los tres iconos de la Iglesia, verdaderos y propios "cantos" que dan gloria a la Belleza de Dios, son un estímulo para la oración y una fiesta para nuestros ojos. Su fondo, como dice la autora, es de oro, el color de los colores, el reflejo por excelencia de la luz natural, símbolo de la luz Divina que transfigura a quien la contempla. En las jornadas claras y transparentes la vidriera de la Iglesia los hace resplandecer. "Bajo su mirada nos sentimos amados, permanecemos en la verdad de lo que somos y aprendemos a alabar y dar gracias al Señor", dice Sor Teresa Benedetta. 

Su primer encuentro con los íconos: la Trinidad de Rublev
"Conocí los iconos en los años noventa, antes de entrar en el monasterio. En esa época solía frecuentar la Casa de Oración de Tavodo, en Trento, y una vez me propusieron unos ejercicios espirituales partiendo de la contemplación de la Trinidad del iconógrafo ruso Andrej Rublev". Dado que Teresa Benedetta tenía una formación artística pensó que inmediatamente le apetecería pintar un icono (en esa época, como profana que era, no sabía que un icono ¡se escribe!). Don Vigilio Covi, que guía la Fraternidad "Jesús Resucitado" y que reside en esa Casa de Oración, le explicó que nadie se convierte en iconógrafo de repente y que debería ir a una escuela y entrar en al ámbito de la Tradición de la Iglesia. El padre le dio el nombre de un sacerdote, Padre Romano Scalfi, fundador de Rusia Cristiana y de la Escuela Iconográfica de Seriate. Pero entonces sus condiciones económicas no le permitieron frecuentar sus cursos, por lo que tuvo que arrinconar este sueño. Teresa Benedetta no sabía que los iconos se convertirían en parte integrante de su vocación. En aquel momento, y durante mucho tiempo, fueron sólo objeto de contemplación y meditación. 

Su primera creación, un Cristo Pantocrátor 
"Tras muchos años de discernimiento -cuenta-, dije que 'sí' a la llamada para ser monja en el Carmelo de Concenedo. El año antes de entrar, hablando con Sor Cristiana Maria, nuestra actual priora, le expresé mi deseo de escribir iconos y ella me dio la dirección de una escuela. ¡Cuál sería mi sorpresa cuando vi que se trataba de la misma escuela que me había propuesto don Virgilio! Me puse en contacto con los profesores y me inscribí en el primer año. Al final del segundo año escribí mi primer icono, un Cristo Pantocrátor. Después entré en el monasterio y el icono vino a habitar en mi celda, colgado hacia oriente, lugar del Edén y, desde la antigüedad, punto de referencia para todos los fieles durante la oración". 


La ubicación del monasterio carmelita de Concenedo también ayuda a esta religiosa en su misión

"Las escrituras iconográficas -sigue-, no son un producto personal, sino que están hechas en la Iglesia y para la Iglesia; he aquí la necesidad de colaborar con otros iconógrafos y, sobre todo, de ser guiados por un maestro". Tras los años de noviciado se le concedió el permiso de salir del monasterio una vez al año para frecuentar los cursos que la escuela propone todos los meses de julio. "He tenido el gran don -dice Teresa Benedetta-, de conocer a muchos amigos y maestros, entre los cuales Ornella Buffoli, también ella alumna y durante un periodo maestra en la escuela, y Pavel, monje ortodoxo y mi actual maestro. Gracias a su ayuda mi trabajo ha mejorado, he crecido técnicamente y, sobre todo, en la comprensión de este don que hace de puente entre las Iglesias Ortodoxa y Católica; basta pensar que el icono era patrimonio común a la Iglesia indivisa de los primeros siglos del cristianismo". 

Una vocación inesperada
Teresa Benedetta nunca habría imaginado dedicarse a esta forma de arte que requiere tanta paciencia y estudio. Cuando era joven era más "on-the-road", como diría uno de sus cantantes favoritos. De hecho, amaba los viajes y el deporte: ha visitado Europa con el interrail, con la mochila a cuestas, durmiendo en lugares improvisados; amaba los conciertos, sobre todo los de Pink Floyd y Sting; practicaba natación, vela, submarinismo, equitación, montañismo. Pero sobre todo Teresa Benedetta ha trabajado duramente: para pagarse los estudios lo hizo como educadora de drogodependientes, además de educadora a domicilio, en el Centro Recreativo de Verano y en el Punto de Información para la Juventud del Ayuntamiento de Lecco. Para ella estudiar ha sido un cocktail de determinación, voluntad y amor por el saber, y no una afirmación social, como a menudo sucede. Sigue estando en contacto y sigue el recorrido de fe de "sus muchachos", la mayoría de los cuales están casados y tienen hijos. Pero Dios, el escritor de iconos por excelencia, tenía para su biografía otro estilo narrativo. 

Un vacío que se llenó en el convento 
Durante algunos años la guió en el discernimiento de su vocación un padre espiritual, don Gabriele Gioia, que aún la acompaña. Una vida plena y satisfecha antes de entrar en el monasterio, pero con un vacío interior, un deseo y unas preguntas sobre el sentido de las cosas que sólo el Señor podía colmar. Y una vez dentro la conciencia, siempre, de ser interpelados continuamente con la pregunta ¿"qué buscáis"? Pero con la certeza de que la Verdad es totalmente Otro (Dios), por lo que se permanece para siempre, para subir al monte Carmelo con el terreno que cede bajo los pies… Su recorrido espiritual la llevó a la llamada al Carmelo en un día de sol esplendoroso en junio de 1998, durante un retiro en el monasterio donde reside.
 
"Cuando elijo y escribo un icono estudio el sujeto, haciendo referencia a los maestros del pasado y a mis maestros actuales; a menudo hago referencia a los iconos del Archimandrita Theodor Zinon y del monje ortodoxo Pavel (Beztchasnyi Victor Vladimirovic). Utilizo sólo materiales naturales. No debemos olvidar que toda la creación participa de esta "escritura": el mundo mineral (tierras y minerales usados para los colores), el animal (colas y pinceles, que son de ardilla) y el vegetal (las tablas de tilo, la tela de lino o algodón y algunos colores)". En base a las medidas se prepara la tabla: se cava, se encola la tela, se le pasa por encima el  levkas y luego se pule. Se dibuja el sujeto y se dora (con láminas de oro hechas con oro de 23 quilates) el fondo y el nimbo (la aureola) y se procede a modelar las sombras con el color, obtenido de machacar tierras y minerales mezclados con huevo, según una técnica antigua.
 
Después se procede por capas y poco a poco el tema toma consistencia. Hay que prestar gran atención a los rostros y la mirada, decisivos para el icono y para la relación que se instaura entre éste y quien reza. Por último,  el assit, decoración sobre las vestimentas, hecho con oro en polvo mezclado con cola, y la caligrafía para escribir el nombre del sujeto representado. Un mes después de que el icono se haya dejado secar, se procede a aplicar el barniz: se usa el copal, mezcla de distintas resinas. A partir de este momento el icono ya está listo para convertirse en un sacramental recibiendo la bendición del sacerdote. 
 
(Traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares)
 
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