Catholics Returning Home, un programa para los que vuelven
Divorciada, y enfadada con la Iglesia durante 14 años, unas campanadas la atraían misteriosamente
Lisa Carter se enfadó con la Iglesia cuando se divorció, muy joven. Ella se había considerado “bastante católica”. Sus amigas dejaron de ir a la iglesia al acabar la educación secundaria en el instituto católico en Ashgrove, Australia, pero ella perseveraba en ir a la misa dominical en sus primeros años de vida adulta.
Entonces se casó con veintipocos años y el matrimonio resultó un desastre. De alguna manera se sintió enfadada con la Iglesia por dos cosas: por un lado, ella creía haber cumplido con la enseñanza católica, pero su matrimonio se había hundido igual. Y por otro, le parecía que en la iglesia le mirarían mal por ser divorciada, o fracasada en su matrimonio. Todo eso la enfadaba más.
“Me alejé de la Iglesia durante 14 años, de la católica y de cualquier otra. Sentía que era ella la que me había dejado ir. Era como si me hubieran puesto un sello encima por ser divorciada, no me sentía acogida, algo que hoy el Papa Francisco señala”, explica Lisa Carter. Y como en realidad no había nadie realmente católico en su entorno en esos años resultaba fácil dejar la práctica religiosa.
Nueva ciudad, nueva mentalidad
Pero pasaron los años. Se mudó a otra ciudad, Clayfield. Y allí resonaban las campanas cada día. Ciudad nueva significaba una nueva mentalidad. Oía las campanas y pensaba: “Mmm... quizá me pase a ver dónde está esa iglesia, algún día”. Lo hizo en 2003: localizó el templo. Y dos años después se animó un día a entrar pensando: “Bien, si no me gusta me voy”.
No lo admitía entonces, pero había madurado, se hacía preguntas por el sentido de la vida. Y esas campanas parecían llamarla de alguna manera.
La parroquia y el sacerdote adecuados
Entró en la parroquia de Santa Agatha, y era “la parroquia que necesitaba”. El sacerdote, Adrian Farrelly, no sólo era amable, acogedor y buen predicador, sino que era el vicario judicial de Brisbane y tenía experiencia en tratar con divorciados y personas en situaciones matrimoniales complicadas. Examinó su caso y puso en marcha el proceso que confirmó que su matrimonio había sido nulo. “Él sabía como acercarse a estos temas y a la gente”, explica Lisa.
Ahora, en las homilías Lisa entiende que ser católico no consiste en “ir sólo a misa”, sino en “vivir la vida cristiana”. Ella es una de las responsables del programa Catholics Returning Home (Católicos que Vuelven a Casa), que acoge a personas católicas que se alejaron en algún momento de la vida y ahora vuelven con preguntas, con una inquietud en el corazón, como le pasó a ella.
El programa consta de 6 sesiones de ritmo semanal, y empieza siempre contando testimonios: la gente explica su situación espiritual, lo que le mueve. Cada parroquia puede impartir un par de programas así al año, a cargo de dos o tres personas responsables y acogedoras.
Lisa ha podido hablar ya con muchos “católicos que vuelven” y descubre un común denominador. “Es el descubrimiento de una vida más espiritual. El Espíritu conecta pero ahora tú también estás conectado. También hay gente que ve nuestro cartel, o alguno que dice: ‘pasaba siempre con el coche por delante y pensaba ‘un día he de ir ahí a ver’’ Y vino, se llevó los folletos del programa Catholics Returning Home y así volvió a la Iglesia”.
Explorar la fe, sin meter prisa
Lisa cree que no se puede “meter prisa” a la gente, que hay procesos largos para personas que sienten un llamado a volver a explorar la fe que una vez tuvieron, quizá de niños, y ahora quieren retomarla.
Un programa de acogida como Catholics Returning Home, con otros retornados en él, es de gran ayuda, y también poder ver cristianos de verdad, clérigos acogedores y apasionados, porque quizá nunca vieron a ningún cristianos con verdadera fe o caridad. “Eso es lo que buscan muchos, creo, alguien que les muestre cómo es Cristo”, explica Lisa en el The Catholic Leader.
Entonces se casó con veintipocos años y el matrimonio resultó un desastre. De alguna manera se sintió enfadada con la Iglesia por dos cosas: por un lado, ella creía haber cumplido con la enseñanza católica, pero su matrimonio se había hundido igual. Y por otro, le parecía que en la iglesia le mirarían mal por ser divorciada, o fracasada en su matrimonio. Todo eso la enfadaba más.
“Me alejé de la Iglesia durante 14 años, de la católica y de cualquier otra. Sentía que era ella la que me había dejado ir. Era como si me hubieran puesto un sello encima por ser divorciada, no me sentía acogida, algo que hoy el Papa Francisco señala”, explica Lisa Carter. Y como en realidad no había nadie realmente católico en su entorno en esos años resultaba fácil dejar la práctica religiosa.
Nueva ciudad, nueva mentalidad
Pero pasaron los años. Se mudó a otra ciudad, Clayfield. Y allí resonaban las campanas cada día. Ciudad nueva significaba una nueva mentalidad. Oía las campanas y pensaba: “Mmm... quizá me pase a ver dónde está esa iglesia, algún día”. Lo hizo en 2003: localizó el templo. Y dos años después se animó un día a entrar pensando: “Bien, si no me gusta me voy”.
No lo admitía entonces, pero había madurado, se hacía preguntas por el sentido de la vida. Y esas campanas parecían llamarla de alguna manera.
La parroquia y el sacerdote adecuados
Entró en la parroquia de Santa Agatha, y era “la parroquia que necesitaba”. El sacerdote, Adrian Farrelly, no sólo era amable, acogedor y buen predicador, sino que era el vicario judicial de Brisbane y tenía experiencia en tratar con divorciados y personas en situaciones matrimoniales complicadas. Examinó su caso y puso en marcha el proceso que confirmó que su matrimonio había sido nulo. “Él sabía como acercarse a estos temas y a la gente”, explica Lisa.
Ahora, en las homilías Lisa entiende que ser católico no consiste en “ir sólo a misa”, sino en “vivir la vida cristiana”. Ella es una de las responsables del programa Catholics Returning Home (Católicos que Vuelven a Casa), que acoge a personas católicas que se alejaron en algún momento de la vida y ahora vuelven con preguntas, con una inquietud en el corazón, como le pasó a ella.
El programa consta de 6 sesiones de ritmo semanal, y empieza siempre contando testimonios: la gente explica su situación espiritual, lo que le mueve. Cada parroquia puede impartir un par de programas así al año, a cargo de dos o tres personas responsables y acogedoras.
Lisa ha podido hablar ya con muchos “católicos que vuelven” y descubre un común denominador. “Es el descubrimiento de una vida más espiritual. El Espíritu conecta pero ahora tú también estás conectado. También hay gente que ve nuestro cartel, o alguno que dice: ‘pasaba siempre con el coche por delante y pensaba ‘un día he de ir ahí a ver’’ Y vino, se llevó los folletos del programa Catholics Returning Home y así volvió a la Iglesia”.
Explorar la fe, sin meter prisa
Lisa cree que no se puede “meter prisa” a la gente, que hay procesos largos para personas que sienten un llamado a volver a explorar la fe que una vez tuvieron, quizá de niños, y ahora quieren retomarla.
Un programa de acogida como Catholics Returning Home, con otros retornados en él, es de gran ayuda, y también poder ver cristianos de verdad, clérigos acogedores y apasionados, porque quizá nunca vieron a ningún cristianos con verdadera fe o caridad. “Eso es lo que buscan muchos, creo, alguien que les muestre cómo es Cristo”, explica Lisa en el The Catholic Leader.
Comentarios