Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El nuevo purpurado no oculta que fue adicto y defiende dar testimonio con la propia vida

Tobin era un sacerdote alcohólico, recibió el «Evangelio del adicto recuperado» y hoy es cardenal

Tobin era un sacerdote alcohólico, recibió el «Evangelio del adicto recuperado» y hoy es cardenal
Joseph Tobín, arzobispo de Newark y nuevo cardenal estadounidense

Javier Lozano / ReL

William Joseph Tobin es en estos momentos uno de los nombres propios de la Iglesia Católica. Es uno de los 17 nuevos cardenales creados este sábado por Francisco en el consistorio, pasando así al colegio de purpurados que asesorará al Papa y en caso de Cónclave elegirá al nuevo Pontífice.

Pero además su nombre ha estado de actualidad porque hace escasos días el Papa le nombró arzobispo de Newark, en Nueva Jersey, una diócesis importante con más de tres millones de personas de las cuales casi la mitad son católicas. Este nombramiento ha supuesto un espaldarazo papal pues deja Indianápolis, una diócesis con casi 2,6 millones de habitantes pero que de los cuales menos del diez por ciento son católicos.

Para el neocardenal este año será inolvidable no sólo por recibir el capelo o cambiar de sede episcopal sino por haber podido celebrar el Año de la Misericordia. Y es que este redentorista estadounidense es un testigo y ahora apóstol de esta misericordia de la que da testimonio con su propia vida.

No oculta su pasado como sacerdote alcohólico

Monseñor Tobin nunca ha ocultado su historia, la que le ha hecho sentirse amado aún más por Dios, y que pasa por un pasado como alcohólico, sufriendo además esta adicción ya como sacerdote.

No se avergüenza de su pasado sino que de este modo ha podido sentir la presencia de Dios en su vida. En una entrevista en National Catholic Reporter afirmaba que para que cunda la misericordia, “revelación esencial de la verdadera naturaleza de Dios, todos tenemos que empezar dando testimonio de cómo la misericordia nos ha influido en nosotros mismos”.

Sobre su alcoholismo en el pasado, el nuevo arzobispo de Newark afirmaba que “mi experiencia personal no es lo primero de lo que hablo en homilías o discursos pero tampoco la escondo porque sería falso”. “Desde luego estaría siendo un desagradecido al que creo que me ha redimido”, añadía.

El "Evangelio del adicto recuperado"

Para explicar la acción de Dios a través de su adicción al alcohol durante años, monseñor Tobin habló de lo que él llama el “Evangelio del alcohólico o adicto recuperado”, concretamente la cita de Lucas 17, 1119. Tras llevar sobrio más de 29 años el obispo hizo suyo este pasaje en el que Jesucristo cura a diez leprosos pero sólo uno vuelve para darle las gracias. “Regresa –explica Tobin- porque se da cuenta de su liberación de una enfermedad terrible, deformadora y alienante que le aleja de lo que es y de los que le aman. Se da cuenta de que es este: éste es el que me ha liberado”.

Así sintió él la liberación de esta adicción, gracias a la ayuda de un Dios que no le juzgó sino que le curó. En dicha entrevista el prelado estadounidense también explica que su orden religiosa tiene como lema: “desde el fondo del abismo a ti grito, Señor” (salmo 130). Este salmo también le ayudó en su recuperación y para un adicto como era él se tornaba muy importante ver que en Dios “la redención es abundante”.  Y agregaba que “solía decir a mis hermanos que cualquier redentorista que se está recuperando sabe lo que significa abundancia”.

La casa para sacerdotes adictos que le salvó

Él encontró la ayuda para vencer esta enfermedad en la Guest House, una casa dedicada a ayudar a sacerdotes, seminaristas y religiosas que tienen problemas con el alcohol, las drogas, la ludopatía u otras adicciones.


Tobin visitando ya como obispo el centró en el que se curó

Este centro, situado en Lake Orion (Michigan), nació hace ya sesenta años gracias a Austin Ripley, un escritor de renombre que también cayó en el alcoholismo y que durante su proceso de recuperación percibió la dificultad que tenían algunos sacerdotes con esos mismos problemas para poder curarse.

Así decidió crear esta casa para ellos pese a que al principio encontró cierta oposición por parte de la Iglesia de que fueran laicos los que ayudaran a los sacerdotes. Sin embargo, el cardenal Mooney, arzobispo de Detroit, apoyó decididamente esta iniciativa que ha hecho mucho bien a más de 8.000 religiosos durante estas décadas.

Salió siendo un hombre y un religioso nuevo
Uno de los que pasó por el centro fue el propio Joseph Tobin que salió recuperado de este centro en 1988. Por eso cuando la Guest House ha cumplido este 2016 sus sesenta años de historia fue el propio arzobispo exadicto el que quiso presidir la Eucaristía de acción de gracias.


Monseñor Tobin celebrando la Eucaristía

En su homilía, Tobin definió este centro que tan bien conoce como una “casa de misericordia”. Y destacó la visión que tuvo el fundador: “Ripley pudo ver la idea de un lugar en el que los laicos podrían ayudar a los sacerdotes y religiosos a fin de que pudieran recuperar su humanidad, la misma humanidad que Dios amaba”.

Del fin de su adicción este redentorista salió totalmente reforzado y tras haber tocado fondo descubrió un amor de Dios que le llevó a volcarse en los demás. Y Dios se lo iría recompensando.

Dios le deparaba una misión importante

De este modo, estuvo como vicario parroquial primero en la parroquia de su infancia en Detroit y más tarde como párroco, cargo que también desempeñó en Chicago antes de ser nombrado vicario episcopal de la Archidiócesis de Detroit.

De ahí pasó a ocupar un importante cargo en su orden, primero como consultor general y más tarde como Superior general durante dos mandatos de los Padres Redentoristas. Fue entonces cuando en 2009 Benedicto XVI le nombró secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada recibiendo el título de arzobispo.

Años más tarde, en 2012, el Papa alemán le enviaba de vuelta a su país como arzobispo de Indianápolis hasta que Francisco anunciara que sería cardenal y días más tarde le trasladaba a la costa Este para desempeñar este apostolado de misericordia a Newark. Allí podrá seguir siendo un testimonio de cómo Dios puede curar y sacar del abismo.

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