Ambos defendieron la inocencia de Jesús y habrían dado su vida por Él
Poncio Pilato y su mujer, Claudia Prócula, ¿santos y mártires? Para ortodoxos y coptos, sí
Que “bajo el poder de Poncio Pilato” murió Jesús, no hay ninguna duda. Lo sabemos por los Evangelios, lo profesamos en el Credo y los historiadores dan pruebas. Por los Evangelios también conocemos que el prefecto romano tuvo que ver con la matanza de unos galileos que ofrecían sacrificios (Lc 13, 1). ¿Y con estos datos podríamos pensar que Poncio Pilato llegó a ser santo? Muchas iglesias orientales lo creen e, incluso, algunas lo honran junto con su esposa como santos y mártires. Es verdad que de ella, al menos, sabemos que intentó disuadir a su esposo de ordenar la muerte de Jesús (Mt 27, 19).
Lo cierto es que la tendencia a mirar con bondad a Pilato comenzó temprano en la iglesia naciente, algo ya discernible en los Evangelios canónicos por el interés de Pilato en absolver a Cristo. Los primeros autores cristianos, como Tertuliano, afirman que Pilato envió un informe exculpatorio sobre Jesús al emperador Tiberio. Y otros han indicado que Pilato pudo haber intentado convertir al César, cosa que no sucedió y puede, según esas narraciones, haberle llevado a la muerte. Su esposa, Claudia Prócula, según algunas tradiciones, bien pudo ser una cristiana conversa tal y como lo fueron Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes (Lc 8, 3), o Popaea Sabina, mujer de Nerón, que muy probablemente fuese prosélita judía.
Ecce Homo de Antonio Ciseri . Poncio Pilato presenta a Jesucristo azotado a los residentes de Jerusalén, con la afligida esposa de Pilato en la esquina derecha
Cercanía al cristianismo
Es verdad que Pilato, en última instancia, autorizó la muerte de Jesús, pero no se pueden descartar tres hechos significativos de aquel primer Viernes Santo: por un lado, no encontrar culpa alguna en Jesús e intentar salvarle; por otro, el hecho de entregar el cuerpo a Nicodemo para que se sepultase rápidamente (Jn 19, 38), lo cual no deja de ser un gesto inusualmente magnánimo, cuando lo habitual era dejar el cuerpo a la exposición de todos para que sirviera de escarmiento; y finalmente, el título que Pilato colocó en la cruz de Jesús, “El Rey de los judíos”, que bien podría haber sido una declaración de fe, y no tanto un desaire al Sanedrín. Al respecto, san Agustín afirma que “no se podía arrancar de su corazón que Jesús era el Rey de los judíos”. Por cierto, que el santo de Hipona también tiene una visión positiva de Pilato cuando lo compara con los Magos que vinieron en busca del “Rey de los judíos”: los Magos “dieron testimonio del Rey de los judíos en su origen... y Pilato, en su final”.
Referencias en autores paganos
Las fuente más antiguas que tenemos sobre Pilato son de Filón de Alejandría y de Flavio Josefo, ambas contemporáneas y ambas críticas con su persona. Filón le definió como un hombre “de carácter inflexible y duro, sin ninguna consideración”, amigo de “los sobornos, los insultos, los robos, los ultrajes, las ejecuciones sin juicio o la crueldad incesante y sumamente grave”.
Flavio Josefo, judío romanizado, acusa a Pilato de usar dinero del Templo para construir un acueducto para traer agua de Belén a Jerusalén y, sobre todo, en sus Antigüedades de los judíos, escrito a finales del siglo I, Josefo relata que Pilato fue llamado a Roma después de un mal manejo de un motín que involucró a los samaritanos en el año 36 d.C. Al parecer, un líder samaritano había prometido a un grupo de correligionarios que les entregaría unos vasos sagrados que estaban enterrados cerca del Monte Guerizim, y que habían sido puestos allí por el propio Moisés. Pilato envió a sus tropas y los mató antes de llegar a aquel lugar. Una vez aplacado el tumulto, el senado samaritano envió una embajada a Vitelio, un hombre que había sido cónsul y que ahora gobernaba en Siria, y acusó a Pilato de estos asesinatos. Entonces Vitelio ordenó a Pilato ir a Roma a responder ante el emperador de esta acusación. Tras diez años en Palestina, Pilato marchó a Roma, pero antes de llegar, en marzo del 37 d.C, murió Tiberio, y surgía un nuevo emperador, Calígula.
No se sabe a ciencia cierta lo que sucedió después, y Josefo no dice nada: si hubo audiencia con Calígula, si quedó en suspenso o simplemente se olvidó su caso, si fue absuelto, si le dieron otro puesto, si se le ejecutó o si se le pidió que se suicidara…
Cristo ante Pilato, por Duccio di Buoninsegna, en la Catedral de Siena
Pilato en textos cristianos
En el Evangelio apócrifo de Nicodemo, también llamado Hechos de Pilato, de mediados del siglo IV, se describe a Pilato como un converso. Tertuliano, el teólogo cristiano de finales del siglo II, describió a Pilato como alguien “que él mismo, también en su propia conciencia, era un cristiano’’ y alegó que Tiberio estaba tan convencido por los informes de Pilato que habría colocado a Jesús entre los dioses romanos si no hubiera sido porque el Senado se negó. Lo cierto es que cuando Pilato aparece por primera vez en el arte cristiano a mediados del siglo IV, aparece junto a personajes como Abraham, Daniel y otros grandes creyentes.
En un texto oriental titulado La entrega de Pilato, Tiberio ordena que el procurador sea decapitado. Pilato se arrepiente y después se escucha una voz del cielo proclamando que todas las naciones lo bendecirán, porque con él se cumplieron las profecías sobre Cristo. Finalmente, un ángel se hace cargo de su cabeza cortada. Otros relatos sostienen que fue enterrado con su esposa y sus dos hijos junto a la tumba de Jesús. Por tanto, para la iglesia oriental, ciertamente Pilato tuvo sus debilidades pero era cristiano, fue confesor e, incluso, mártir.
La "Piedra de Pilatos" confirma que Poncio Pilato era Prefecto de Judea
Claudia Prócula, ¿prosélita cristiana?
Por los Evangelios no conocemos el nombre de la mujer de Pilato, sin embargo, la tradición afirma que se llamaba Claudia Prócula y estaba relacionada con el emperador Augusto, quizás una de sus nietas. Esto se puede encontrar en el apócrifo de Hechos de Pilato, que se basa en parte en registros oficiales romanos de la Jerusalén del primer siglo. Es más, una antigua tradición afirma que San Pablo la conoció y se refirió a ella en su Segunda Carta a Timoteo: “Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos envían saludos” (4, 21).
Poncio Pilato lavándose las manos, mientras su mujer, Claudia Prócula, le pide no actuar contra Jesús.
En Hechos de Pilato también se afirma que los judíos se esforzaron por evitar que la esposa de Pilato intercediera por Cristo, aunque sí logró hacer llegar a su marido el mensaje que recoge san Mateo: “Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: ‘No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa’” (27, 19).
Claudia es honrada como santa por las iglesias rusa, griega y copta. Por su parte, la Iglesia Ortodoxa Griega, al igual que los coptos, también la reconocen como una mártir. Siendo su fiesta, junto a su marido, según unas tradiciones u otras, el 25 de junio, el 27 de octubre o el 9 de noviembre.