Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Asunta Nakade ha sido misionera 40 años en la India, con niños discapacitados

Era una adolescente budista en Japón, vio el brazo de un español muerto... y algo en su vida cambió

La hermana Asunta Nakade ha sido misionera católica en la India durante 40 años, pero su infancia fue de niña budista en el Japón en guerra
La hermana Asunta Nakade ha sido misionera católica en la India durante 40 años, pero su infancia fue de niña budista en el Japón en guerra

P.J.G. / ReL

En 1937, mientras España se desangraba en una cruenta guerra civil, nacía en Japón, en una familia budista, una niña llamada Keiko. Tenía 4 años cuando su país atacó Pearl Harbour e inició la guerra contra Estados Unidos y 8 años cuando los aliados vencieron a Japón y el Emperador anunció la rendición a los asombrados japoneses. En esa infancia de carestía y pobreza del Japón de postguerra, a los doce años, tuvo lugar su primer contacto con católicos. 

El brazo de un español muerto
Ella estaba acabando la enseñanza primaria en la ciudad de Kobe. Una tarde, vio que sus vecinos salían de casa. Los siguió y los vio entrar en una iglesia católica. También ella entró: era la primera vez que veía por dentro un templo cristiano. En un lateral de esa iglesia se exponía a la veneración pública un objeto más que peculiar: un brazo de un hombre blanco de varias siglos de antigüedad... el brazo derecho de San Francisco Javier, el misionero jesuita español que inició la evangelización de Japón. 

Lo que veía Keiko era una fila de gente que iba hacia el altar a mostrar respeto ante el objeto sagrado. Y aquello llamó su atención. De alguna manera, intuyó el concepto: santidad, lo que es bueno y sagrado.


  El brazo de San Francisco Javier se guarda normalmente
en la iglesia de Il Gesú, en los jesuitas de Roma, pero 
a menudo esta reliquia se lleva en peregrinación por
otros países


Al año siguiente, su padre la inscribió en una escuela católica de religiosas franciscanas. En aquella escuela, y en aquellas religiosas, ella percibía una alegría que se le contagiaba, "una alegría paradisíaca y una intensa felicidad".

Alegría y presencia de Dios
Allí la intrigada adolescente se apuntó a las clases de catequesis de las hermanas para entender la fe cristiana. Pronto entendió que vivía en su propio corazón algo misterioso y hermoso, la presencia de Dios en ella, muy fuerte. Y ya entonces decidió entregarse completamente al Señor y entrar en un convento... ¡cuando aún estaba sin bautizar!

Cuando se lo explicó a sus padres, de tradición budista, ellos no podían entenderlo, pero no se opusieron a su ingreso en la fe católica: su padre dijo que era justo seguir la religión que uno cree. Keiko se bautizó el 15 de agosto de 1950, con 13 años, junto a tres compañeras de clase. Era el día de la Asunción y tomó el nombre de Asunta. La familia conoció pronto más acerca de la fe católica y su madre y su hermano se bautizaron dos años después. Su padre se mantuvo como budista. 

A los 19 años, Keiko, ahora Asunta Nakade, sintió que Dios la llamaba con insistencia en lo profundo del corazón. ¿Dónde servirle, dónde le pedía Él acudir? Por sugerencia de un sacerdote jesuita visitó a las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús en Yokosuka. La maestra de novicias, una japonesa, la acogió. Atraída por el calor y hospitalidad del convento, lo visitó varias veces. En una visita, sintió que Dios le atraía en el Santísimo Sacramento, que las hermanas adoraban cada día. Se reforzó su convencimiento de que debía consagrarse a Dios.

Vocación y misión
Entró en el noviciado en 1962, cuando terminó sus estudios. Aunque su madre era ya católica, tomó muy mal la decisión: sentía que perdía a su única hija. En cambio, su padre budista, comprendía el significado de seguir radicalmente a Jesús: la animó a abrazar la vocación sin mirar atrás. 

Emitió sus votos solemnes en 1972, después se formó como maestra en Dublín, en un curso de formación Montesori, y en 1976 llegó como misionera a la India para trabajar en una escuela de niños con discapacidades psíquicas. 

Con los niños enfermos y los pobres
No fue fácil para la japonesa adaptarse a la India ni a los niños, pero Dios le dio fuerza. 

“No es fácil gestionar a estos niños, pero nuestro carisma, que consiste en el adorar al Señor Eucaristía es la fuente de mi fuerza y de mi alegría", explica a la agencia misionera AsiaNews.

"La experiencia mística de la presencia de Cristo en la Eucaristía fue como verlo en nuestros niños. Cuando Dios ama a estos niños, ellos se convierten en amorosos. Los niños especiales son un don especial que el Señor me ha dado, aquí en India. ¡He transcurrido un tiempo maravilloso enseñando y aprendiendo de ellos numerosas experiencias de amor, sensibilidad y cuidado!"

Hasta el año 2014 sor Asunta dio lecciones en el Centro de Formación Enseñantes de Dilkush, de cómo enseñar con el método Montesori. También se volcó en la pastoral de su parroquia de San José, en Juhu, en la diócesis de Mumbai. Visitó enfermos en sus casas, distribuyendo la comunión y acudiendo a las casas de las familias. Trabajó con los enfermos de sida, y con los pobres entre la isla de Madh y Dadar. En las familias rotas o desunidas intentó -y a menudo logró- su reconciliación. 


  La hermana Asunta vestida al estilo de la India; durante
4 décadas ha servido a los niños discapacitados y a los
pobres en la diócesis de Mumbai


En 2010 cumplió medio siglo de servicio en la Iglesia, y lo celebró con una fiesta solo para pobres y religiosas. 

Tres "C" que dan fuerza
“India es una tierra de contemplación", explicaría la misionera japonesa. "El espíritu trabaja en silencio y nos conduce a experimentar la presencia de Dios y de su amor incondicionado. Las tres “C” que me guían son mis estrellas guías: Contemplación, Comunión y Compasión”.

En octubre de 2016 acabó su periodo misionero y volvió a Japón tras 40 años en la India, con casi 80 años. Ha acogido y consolado una infinidad de personas sufrientes, ha apoyado a muchos niños. Y todo empezó cuando, con la curiosidad de una adolescente, siguió a sus vecinos... a ver el brazo de un blanco muerto.
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